Hace unos días aprecié más que nunca una mirada de felicidad, de esas que marcan la vida. El 7 de octubre no era un día cualquiera. Los ojos de mi hija tenían una intensidad especial hacia mí.
Me pregunté ¿cuántos padres disfrutan de la alegría de sus hijos cada mañana?, ¿cuántos, como yo, nos vemos obligados a dar lo mejor cada día por ellos?
Sinceramente, no hay mirada más fuerte que la de mi hija para que me obligue a esforzarme por construir un mejor país, un territorio en donde ella pueda crecer y vivir en paz.
Es por eso, y por todos nuestros niños y jóvenes, por lo que acepté uno de los retos más grandes que un ser humano puede tener: la Dirección de Reconstrucción del Tejido Social de mi país. Un tejido que nos lleve a una verdadera paz, que permita la interacción y la socialización de nuestras familias y de las comunidades, con acceso a seguridad, educación, salud y asociatividad.
Durante este mes he podido apreciar las manifestaciones de amor sincero de muchos niños con quienes, junto con diputados y alcaldes, hemos compartido momentos emocionantes.
Estamos llevando alegría a varias comunidades por la celebración del mes de los niños, tras casi dos años de pandemia, cumpliendo los protocolos de bioseguridad. Reafirmamos así el compromiso del Gobierno del presidente Nayib Bukele con la población salvadoreña.
Con cada jornada, mi corazón finaliza contento al ver la felicidad tan pura que caracteriza a la niñez.
Como Gobierno estamos comprometidos a seguir trabajando por defender los derechos de los niños y jóvenes, brindarles las condiciones adecuadas y destacar el rol tan importante que tienen dentro de la sociedad, para que sean felices, soñadores y capaces de lograr todo lo que deseen.
Parte de eso es que, desde la Dirección de Reconstrucción del Tejido Social, promovemos su participación en actividades de inclusión social, con el objetivo de recuperar los espacios que se perdieron por el conflicto armado, que fue creado por dos ideologías que lo único que peleaban eran sus propios intereses y a las que nunca les interesó el daño que le causaban a toda la nación.
Ahora, con la implementación del exitoso Plan Control Territorial, las actividades de convivencia ciudadana se han fortalecido y hemos recuperado los espacios para las comunidades.
No hay aspecto más fundamental que escuchar la voz de los niños y jóvenes para identificar las potencias que aportan a los procesos de construcción de la paz, principalmente porque están en una etapa de la vida en la que se sientan las bases para el desarrollo de sus capacidades, habilidades y potencialidades.
Como Gobierno hemos asumido de manera responsable todas las acciones en el marco de un trabajo con las comunidades y nos sentimos copartícipes de los procesos, porque reconocemos los aportes de sus habitantes y que cada contexto tiene sus condiciones y su historia, en la que los niños son esenciales.
Después de visitar varias comunidades, en este mes especial de la niñez vuelve a mi mente aquella mirada intensa de mi hija, porque ese 7 de octubre no era un día cualquiera, era su cumpleaños. Escucharla llamarme «papi» me hace sentirme un hombre pleno.
Por ella y por todos nuestros niños y jóvenes, mi compromiso es seguir trabajando incansablemente por su presente y su futuro en una verdadera paz y armonía.