Siempre la proximidad de elecciones provoca estados críticos en sus protagonistas: peleas internas y campañas sucias entre rivales son las manifestaciones más comunes. Sin embargo, las particularidades del momento que vive el país potencian la crisis de manera exponencial.
El 12 de noviembre pasado, LPG, con tipografía catastrófica, tituló en portada: «Gobierno en CRISIS».
La afirmación se sostenía en los acontecimientos de esos días, sin embargo, antes que la descripción de una realidad, el título del periódico era una consigna político-electoral de la oposición, la manifestación de un deseo. Ya analizaremos eso más adelante.
Las torpezas con las que el fiscal general encaró una ofensiva contra instituciones del Gobierno indican un cierto nivel de desesperación. ¿Qué apuro tenía para llevar a cabo una invasión al Ministerio de Salud, con una multitud de empleados armados y sin orden de allanamiento? ¿No podía esperar un día más, hacerse de la orden y llevar a cabo el allanamiento como debe ser?
La desesperación no es nunca buena consejera. En este caso, puso de manifiesto que la verdadera crisis no radica en el Gobierno, como dice la portada del periódico, sino en la derecha política del país. (No me referiré en estas líneas a la crisis cuasi terminal que somete a la izquierda a un rol de comparsa de su tradicional enemigo y lo lleva a su semidesaparición como entidad política).
Dos razones —hay otras, pero destacamos apenas un par— producen el estado de desesperación de la derecha concentrada en ARENA.
La primera, las encuestas que circulan en estos días.
La segunda —precisamente a raíz del desempeño electoral que seguramente tendrá ARENA en febrero próximo— son las migraciones de los votos tradicionales hacia el oficialismo, las duras peleas internas, el agotamiento de sus dirigencias y la no aparición de otras nuevas, y la pérdida de sus fuentes de financiamiento que hoy no acompañan a las corrientes en pugnas.
Las encuestas
Encuestas recientemente publicadas, como la del Centro de Investigaciones Políticas y Socioeconómicas de Centroamérica, la de la Universidad Francisco Gavidia sobre San Salvador y el estudio de CID Gallup sobre la gestión de la pandemia, confirman la tendencia que se proyectaba desde meses anteriores.
Por su parte, LPG Datos realizó hace algunas semanas su medición nacional, pero ha decidido no publicarla. Según se sabe, sus resultados no difieren de los difundidos hasta ahora.
¿Qué es lo que coinciden en mostrar estos trabajos de opinión pública?
- La fortaleza del oficialismo
- La debilidad de la oposición
- La clara y estable tendencia de evaluación positiva de la imagen personal del presidente y de la labor del gobierno.
- El altísimo nivel de aprobación del desempeño del gobierno en la lucha contra la pandemia.
- Podríamos escribir aquí «etc.», pero hay que destacar un factor decisivo a la hora de evaluar, por ejemplo, si el titular de LPG antes mencionado tiene alguna relación con la realidad que viven ocho de cada 10 salvadoreños que aprueban la labor del gobierno. Me refiero a la respuesta de casi el 60 % de la población a la pregunta de cómo ve el rumbo del país. Es una mirada positiva, del presente y del futuro, a pesar de las difíciles circunstancias por las que ha atravesado y atraviesa el pueblo: la pandemia, la pérdida de empleos y de ingresos, las restricciones a la vida cotidiana, etc.
Es muy revelador este dato: aun en economías estables y sólidas siempre el rumbo por el que va el país es cuestionado por un amplio sector de la población. Esa mirada de la población está muy influenciada por los niveles de injusticia distributiva interna y por el agotamiento que siempre se expresa acerca de la labor de los políticos.
En el caso de El Salvador, eso se invierte. Se expresa una muy fuerte confianza en el presente y el futuro del desempeño del presidente y del gobierno.
La pregunta se hace sola: ¿Estamos entonces ante una crisis en el G
obierno?
La pregunta también se contesta sola.
La crisis terminal de la vieja política
Si se toma como referencia la última medición del Centro de Estudios Ciudadanos de la Universidad Francisco Gavidia, llevada a cabo en la primera quincena de septiembre último, se puede observar que los altos niveles de aprobación del gobierno, del presidente y del partido Nuevas Ideas se mantienen estables y así se proyectan hacia el 28 de febrero.
De manera que si una crisis cierta, real, evidente, podemos constatar que en el país es la que golpea duramente a la derecha política. Si la tendencia se mantiene estable como se observa a 100 días de la elección, ARENA tendrá la peor elección de su historia, y su continuidad como fuerza política estará claramente amenazada.
De la misma manera que las bases políticas electorales del FMLN emigraron hacia el movimiento fundado por el presidente Bukele, en la próxima elección se producirá un éxodo similar de históricos votantes de ARENA que, esta vez, darán su voto a Nuevas Ideas, convencidos de que el país necesita entrar definitivamente en una nueva etapa de su vida política, económica, social y cultural.
La desesperación, como se ve, es mala consejera.
La campaña de la derecha y su aliado de izquierda, arrastrando consigo a la Asamblea Legislativa, a la Fiscalía General, a la Justicia en su casi totalidad, se concentra en sucesivos intentos de desestabilización del gobierno, una actitud cuasi golpista que emula lo sucedido en diversos países latinoamericanos y más recientemente en Perú.
Así, se resisten a ver la nueva realidad en la que hoy vive El Salvador: el fin de un ciclo. En una próxima entrega volveremos sobre el tema.