Desde una exquisita y magistral pintura de Salvador Salazar Arrué (Salarrué) hasta la belleza ineludible de las piezas de Carlos Cañas. Eso y más podemos encontrar en la invaluable colección que posee el siempre interesante Museo MARTE.
Ya sea que hayas tenido la fortuna de conocer este espacio lleno de misticismo artístico o, quizás no hayas tenido la oportunidad para ello, siempre es importante hacer un repaso por esta enorme riqueza pictórica a través de personajes consagrados que han dejado su magnificencia para la posteridad.
Caminar sobre las salas de exposición del museo es una experiencia muy relajante y también cuestionadora, ya que a través de cada una de las pinturas es posible encontrar sentimientos y emociones tan variados como dispersos, haciendo que la visita a estos lugares represente una sensación apasionante.
La colección del MARTE alberga cerca de 400 piezas donde se reúne todo tipo de momentos de la historia del arte del país, es decir, piezas antiguas y contemporáneas que no solo reflejan las técnicas y corriente pictóricas surgidas sino que retratan posibles momentos únicos de la historia nacional.
Eugenia Lindo, directora del MARTE, confirma que por medio de la colección que habita este espacio es posible apreciar reflejos de nuestra realidad salvadoreña, así como mundos diferentes y siluetas de seres que habitan ansiosos por ser descifrados por medio de la contemplación de las pinturas, mismas que invitan a reflexionar sobre el momento relatado a través de las técnicas empleadas por los artistas.
«Tenemos piezas de artistas que son muy emblemáticos, pinturas que cuentan con muchos años de historia, piezas que van desde Salarrué, Valero Lecha y Julia Díaz; pero luego vamos llegando a lo contemporáneo, artistas más recientes y con nuevas propuestas como Simón Vega. Se trata de darle espacio a un poco de todo», comentó.
En la colección es posible encontrar algunos artistas latinoamericanos y de Estados Unidos; sin embargo, impera el compromiso de resaltar las obras de nacionales que ayuden a crear en los espectadores una línea figurativa de la grandeza de los artistas propios.
Lindo destaca que las selectas piezas que conforman la exquisita y variada colección representan el compromiso de salvadoreños que han donado obras con la finalidad de enriquecer un espacio cultural que visibiliza el arte. Es decir, que una gran cantidad de pinturas y demás piezas que conforman la colección han sido donadas por personas altruistas que deseaban contribuir con la misión del museo.
«Las pinturas, esculturas y diferentes piezas de nuestra colección, que son alrededor de 400 obras, han sido donadas por personas con colecciones privadas y artistas, pero también otras han sido compradas por el museo. En su gran mayoría son donaciones de coleccionistas, por ejemplo, Rosa Mena Valenzuela ha sido muy cercana al museo y de ella tenemos 38 obras, que ella donó», afirma Lindo.
La compendiosa tarea de la conservación
Las obras se resguardan con mucho esmero y celo.
Con guantes blancos y sumo cuidado, así es el trato que reciben las pinturas al ser manipuladas por el curador del Museo MARTE, Jaime Izaguirre, mientras enseña parte de la colección no expuesta al público que se conserva en el depósito de obras.
Y es que uno de los principales retos de una institución de este tipo es garantizar la preservación total de las piezas para evitar que elementos externos las dañen o deterioren. La salvaguarda también aplica a esculturas, entre otros objetos
La conservación museística comprende aspectos muy diferentes que van desde la conservación preventiva, la investigación y el tratamiento, hasta la restauración, la investigación en conservación y la exposición de los objetos.
Sobre este último factor, Lindo detalló que con base en la misión que cumple el museo, que es mostrar piezas de gran peso artístico, es inevitable que las pinturas no se vean expuestas a elementos que son característicos del ambiente como: el polvo, la luz, la humedad, entre otros.
Pero como parte del proceso de conservación, el MARTE garantiza que a través de varias medidas se evite lo más posible su degradación.
Las medidas van desde cumplir con ciertos requisitos de los lugares en donde se exponen, el protocolo de manipulación de las piezas, hasta las restricciones para los visitantes.
«Se piensa mucho en el proceso de conservación de las obras que están expuestas, entonces, por eso vemos que aquí como en otros museos no hay ventanas, o exposición a la luz, o a el sol. Se trata de controlar todos esos factores, hasta el polvo o demás cosas que les puedan hacer daño. Y en el contexto salvadoreño, también hay que batallar con factores como la humedad», señaló la directora.
Otra de las medidas que, según Lindo, siempre se toman en cuenta es la naturaleza de la colección ya que los tratamientos -por la composición y característica de las piezas- varía según los materiales que estas contengan.
«A la hora de conservar se ve un poco de todo, por ejemplo, si es papel se le da un tratamiento diferente a que si es una pintura de óleo o una pintura de acrílico. Luego, también, si es una escultura es distinto. Entonces, si lo vemos en general tiene que ver con cuestiones de estar batallando con todo. Sin embargo, con lo único que no podemos hacer nada es contra el desgaste del tiempo, ya que es algo inevitable y esa fluidez del tiempo va ocasionando cierta descomposición o degradación de la obra», añadió.
Curaduría: elemento intrínseco de una colección
Se piensa que una colección no está completa sin un significado, es decir, sin una lectura que explique a quienes la visitan el trasfondo de cada uno de esas piezas.
En ese sentido es que encontramos la importancia de la curaduría, como parte fundamental de una colección que busca exponer el arte en su máximo sentido y compresión.
Los curadores tienen la enorme tarea de investigar y estudiar de una forma minuciosa la autenticidad, la calidad y la importancia histórica de cada una de las obras que tiene a su cuidado, así como brindar un posible «diálogo» que explique lo que el artista quería expresar a través de la pintura que plasmó.
Para Jaime Izaguirre, director de programación y curador del MARTE, esta labor encierra un proceso por medio del cual se construye una relación entre las obras, el pintor y quien la observa, logrando que se le de una narrativa a la colección completa, que debe de tener concordancia y un hilo conductor según el tema de la exposición que el museo presente.
«Básicamente es a través de este proceso que se le da narrativa a la exposición que se va a montar. Se abona a que esa pieza u objeto tenga más contenido, de manera que esta obra nos diga más sobre quién la hizo, porqué la hizo y lo que significaba», comentó.
El proceso de intervención de la curaduría puede ser de distintas formas que, según Izaguirre, dan una connotación personal del curador, sin transgredir el significado que el artista da a las piezas.
En este sentido, el curador puede involucrarse desde el acompañamiento al artista, que básicamente le permite conocer más afondo las piezas; sugiriendo un tema de investigación en específico -que va relacionado con temas de interés del museo o en concreto del curador- y recomendando obras que encajan en una exposición según la línea de tópico de interés.
Con ello, la intención es que se pueda transmitir y vincular a los públicos que no necesariamente están interesados en arte pero que de una u otra manera forma puedan encontrar más accesible la compresión de una exposición y su trasfondo.