Diciembre suele ser un mes que trae una premisa intrínseca en su sombra, la de esperanza y redención; para muchos, la oportunidad de enmendar sus errores y comenzar un nuevo año con la oportunidad de cambiar, y para otros, el anhelo de conservar lo bueno que ganaron en el camino y mejorar. A algunos otros les gana la nostalgia, que algunas veces es confundida con la tristeza; sin embargo, el sueño del cambio persevera en la recta final ante un nuevo ciclo solar.
Al caminar en cualquier lugar y a cualquier hora, un ambiente sereno llena a las personas, los años de terror e impotencia han terminado. La libertad que gozamos es un bien preciado que los salvadoreños debemos aprender a proteger con ferocidad, sin retroceder ni un milímetro. Vivir en paz no tiene precio y el pueblo ha decidido no dar marcha atrás en las transformaciones sociales que se están gestando en nuestra nación.
Me llena de tanta satisfacción ver cómo hemos dejado atrás el miedo, que la gente ya no se deja amedrentar por los remanentes terroristas que se niegan a enfrentar la extinción y que su reino de violencia y luto ha acabado. Motociclistas a los que les piden el DUI ahora los cuestionan y no les tiembla la mano para grabar la evidencia; nuestra gloriosa Policía actúa con rapidez sacando de circulación a estos delincuentes en tiempo récord.
El Salvador ya es un país diferente al que era hace pocos años, y no solo lo percibimos nosotros, sino también el mundo entero. La apertura al mundo nos traerá una época en la que los retos por venir tendrán mejores formas de administrarse, y que la calidad de vida en general empiece a ser mejor cada año, que cada hombre, mujer y niño salvadoreños tengan la plena libertad de buscar su destino y acceder a opciones que antes eran solo sueños lejanos, como estrellas. Hoy los astros están al alcance del que quiere, y lentamente nos dirigimos al camino del progreso sostenido.
Aprender de nuestro pasado nos hará forjar un mejor futuro; 2023 nos ha dejado una gran lección de cómo pueden cambiar las cosas cuando la voluntad sobrepasa al miedo. La fuerza que existe en nuestro pueblo puede tumbar gigantes. El 2024 vaticina el inicio de una nueva era para nuestra nación, ser salvadoreño ahora es motivo de orgullo y felicidad. El sacrificio valió la pena.