Tras caer la noche, cada vez que deben estar en el escenario, Alexa Evangelista, Lady Aphrodite y Orquidixia comienzan su transformación para dar vida a la diva que llevan dentro.
Con un proceso que lleva más de dos horas, estas artistas empiezan a colocarse la peluca, a maquillarse y a vestirse para dar en el escenario un espectáculo que demuestre quiénes son las reinas del «glam».
Así es la vida de las artistas denominadas «drag queens», término que significa «vestirse como mujer» y que cobró fuerza en las décadas de los cincuenta y sesenta, cuando se fortaleció la represión a la comunidad LGTB en Estados Unidos.
Durante esa época, decenas de personas participaron en manifestaciones y actos públicos para exigir respeto a sus derechos humanos. Dentro de ese grupo destacaron aquellos que sin miedo alguno calzaron tacones y vistieron ropa de mujer para salir a las calles a manifestarse.
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En El Salvador, aunque esta corriente artística no es nueva, aún se conoce muy poco sobre ella. Sin embargo, a paso lento, pero seguro, cada vez se abren más espacios que además de apoyar culturalmente esta manifestación artística, cumplen una función educativa acerca de la importancia del respeto por la comunidad en el país.
Para Alexa Evangelista, destacada exponente de esta expresión y quien ha tenido la oportunidad de participar en diferentes eventos, la incursión de estos espectáculos en el país, además de permitir momentos de esparcimiento y diversión para todas las personas, mantienen un sentido de igualdad y lucha contra los estereotipos que la población tiene hacia los integrantes de la comunidad.
«Se están ganando espacios culturales en los que nos podemos sentir seguras siendo lo que somos, sin prejuicios, sin violencia. El arte y esta plataforma nos están abriendo espacios no solo como artistas, sino también como colectivo», manifiesta.
Por su parte, Lady Aphrodite, quien en poco tiempo ha logrado posicionarse en el mundo del «drag», afirma que por medio de la generación de espacios que recientemente se han abierto se logra crear un grado de conciencia social que es capaz de infundir respeto e igualdad.
«Es un progreso. Cada vez se suman más instituciones y lugares que son espacios seguros para la comunidad, y con esto dan el ejemplo para que otras personas también se integren y dejen de ver a las personas con prejuicios», dijo.