Noé Valladares es un director y guionista salvadoreño que ha dedicado sus años de carrera a mostrar realidades por medio de la construcción cinematográfica.
Abrió las puertas de su casa a «Diario El Salvador» y en una cálida entrevista expresó que, para él, «La travesía» es mucho más que un proyecto. Es una oportunidad de comunicar y dar esperanza.
Además, compartió detalles sobre cómo se inició en el camino del séptimo arte y por qué no tiene pensado retirarse. Una de las facetas que más le apasionan es la docencia, ya que actualmente dirige la Escuela de Cine Comunitario Acisam. Ha participado en producciones de ficción y documentales como «Walker», de Álex Cox; «El espectro de la guerra», de Ramiro Lacayo, y «Sandino», de Miguel Littín.
¿Cómo nace la vocación de realizar producciones cinematográficas con sentido social?
Yo soy de Ataco [14 agosto de 1952], y desde pequeño me he dedicado al arte. Estudié teatro en el Centro Nacional de Artes, saqué mi carrera de actor. Luego viajé por diferentes países, estuve en Europa y estuve trabajando en España en una escuela de teatro, y de ahí me metí al cine.
Poquito a poco me fui metiendo en el cine, primero, como asistente, como ayudante, y ahí descubrí mi profesión en el cine. Me gustó el tema de decir cosas a través del arte, del cine.
El cine me parece una herramienta muy interesante y completa para poder decir cosas. Luego estudié guion en Cuba, en la Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de Los Baños. Mi especialidad es guion y dirección, que me parece que es una de las mejores escuelas que hay en la región, e hice mis primeras producciones como asistente de dirección de varios directores, como Miguel Littín. Hicimos la película «Sandino», en Nicaragua; también trabajé para la película «Walker», donde el actor Ed Harris fue protagonista, y otras más.
Luego, dije «voy a hacer mis cosas». Ya había ganado experiencia y es así como me dediqué a hacer cosas diferentes.
Podemos decir, entonces, que esta vocación se vio fortalecida por todas estas experiencias que iba viviendo.
Sí, la vocación se fue haciendo. Tenía la intención de hacer algo con las artes, y el cine es el medio predilecto para decir lo que pienso, a pesar de ser una herramienta muy compleja y al mismo tiempo muy bonita y atractiva, con la cual la gente se emociona.
¿Cómo ha sido ser cineasta en el país?
La cuestión es que en El Salvador no hay una cultura cinematográfica muy en general, entonces, digo: «Voy a hacer películas, pero también voy a formar gente». Porque no solo puedo hacer películas porque entonces ¿quién las va a ver? No solo hacer películas yo, sino que también haya otra gente que a su vez haga películas. Me dediqué con una organización social a capacitar a jóvenes y a personas de diferentes ámbitos: comunidades, barrios, gente que no tiene acceso. Así es como traslado mi experiencia a una nueva generación.
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¿Cuáles considera que son los aspectos que valen la pena fortalecer en el país?
Faltan incentivos para la producción, no hay una capacidad de difusión. A veces, uno hace su película y anda buscando quién se la puede difundir. No hay distribuidores como en otros países, donde hay toda una industria y todo está estructurado, hay escuela de cine, hay un fondo para la producción por parte del Estado y hay organizaciones que propiamente se dedican a difundir, a promover las películas afuera. Eso no hay en El Salvador, pero hay que hacerlo. Pero todas las iniciativas de la región nos comunicamos y estamos pendientes de lo que hacemos. A veces, por ejemplo, hay dificultad de ver una película de Argentina, una película chilena, es bien difícil verla acá porque no hay un circuito de distribución.
Foto: Diego García/DES
Usted es una figura respetada en el cine latinoamericano, ¿cómo llega a los Premios Platino?
Yo soy el responsable de Premios Platino para El Salvador, que es un premio que se da todos los años, premio al cine iberoamericano, y ahí nos damos cuenta de la cantidad de películas que se producen en Latinoamérica. Como soy miembro, también a veces soy jurado. Entonces, por ejemplo, el año antepasado que fui jurado había más de 800 películas producidas en un año.
Lastimosamente, se producen pero no se reproducen, entonces la gente no las ve. Hay que hacer esa tarea también. Todo es cine independiente, solamente algunos hacen películas con las grandes productoras. La idea es que nuestros países creen su propia industria cinematográfica.
¿De dónde surge la inspiración para producciones como «La travesía»?
Uno, como creador, tiene muchas ideas en la cabeza. Hay películas que vengo generando desde hace 10 o 15 años, pero que nunca las logro concretar por equis o ye razón. Y retomo temáticas emergentes, como la migración. Yo me di cuenta hace años que afecta prácticamente a toda la familia salvadoreña o centroamericana o latinoamericana. Creo que no hay familia salvadoreña que no tenga nada que ver con la migración. Y eso me dio la inspiración.
¿Cómo se construye la historia?
Hicimos toda una generación de ideas con jóvenes, que a su vez me ayudaron a buscar recursos narrativos en comunidades. Luego junté esos testimonios y comencé a elaborar un guion de ficción. Mi película es una ficción, no es un documental. Porque a veces hay una confusión. A pesar de los testimonios, me faltaban elementos que yo quería ver. Así que hice una historia que tiene lugar en un albergue.
Para poder hacer eso tuve que hacer el viaje del migrante. Fui hasta la frontera de México con Estados Unidos en los albergues, conociendo la vida interna de los albergues y ver cómo se comportaba el migrante en esos espacios, cómo sobrevivía con esa fuerza de voluntad.
Hay una nostalgia tan fuerte por dejar su país e irse a otro que no se sabe, es bien difícil. Combinando todos esos elementos, construí la historia que después conté en «La travesía». La idea mía era también no contar una historia trágica, sino al contrario: de solidaridad y unidad, porque no me gusta la parte negativa, sino la positiva.
Haciendo esta película me di cuenta de que en los momentos más difíciles y más trágicos, el ser humano encuentra solidaridad, encuentra calor en otras personas y colaboran, y eso es mi película, una colaboración con los diferentes dramas de las personas que van de camino, otros que vienen y los que también se van quedando. Entonces, esa historia retraté.
Foto: Diego García/DES
¿Hay algo dentro de la película que sea propiamente de Noé?
Sí, hay muchas cosas donde yo tengo mi propia propuesta estética de lo que podría ser mi cine. Es mostrar la contradicción constante; por ejemplo, si vemos «La travesía», vemos dramas, pero también encontramos el ambiente donde yo puse ese albergue como un ambiente alegre, divertido, colorido, porque la esperanza siempre es vital, y esa vitalidad quise dar yo alrededor de la película. Está rodeada de esos elementos mágicos, incluido así el tema de la música. La música ganó un premio en un festival de Uruguay.
Otro elemento que yo siempre utilizo en casi todas mis películas es combinar actores profesionales con emergentes. Eso me da mucha alegría, porque hay gente que, aunque no sean actores, tienen capacidad histriónica. Entonces, combinar eso con actores profesionales es un reto porque el trato como director no es el mismo.
Dentro de todas estas historias que usted construye, ¿cuáles son los apoyos literarios que a usted no le pueden hacer falta dentro de toda esta construcción como cineasta, como creador de historias?
Yo nací con la poesía. Desde chiquito, para mí, la poesía era un elemento básico. Rubén Darío es para mí mi gran panorama en la poesía de aquel tiempo, y ahora me encanta la literatura de ficción y una gran cantidad de libros técnicos de guionistas y directores.
En nuestro país hay muchas directoras, y la visión de una directora en un tema es muy diferente a la de un hombre, y claramente se puede definir si está bajo una mirada masculina o femenina, por los elementos que resalta en la historia o en el guion. Gabriel García Márquez, Horacio Castellanos Moya son una base. Creo que también hay gente joven que todavía no ha publicado pero que está en la búsqueda.
Nosotros, como cineastas, también podríamos agarrar cuentos de autores salvadoreños y convertirlos en películas.
¿Ya ha hecho cine a partir de narrativa nacional?
Sí, por ejemplo, yo hice una película a partir de un cuento de Salvador Salazar Arrué (Salarrué) que se llama «La virtud de un santo». Salarrué es bien difícil de llevar a la pantalla porque sus imágenes son bastante complejas. Pero encontré un cuento en el libro «Eso y más», y este fue «De cómo San Antonio perdió su virtud». Ese cortometraje lo hice en Nicaragua.
¿Cómo se da el proceso creativo de las historias en la mente de Noé?
Yo creo que una obra artística nos parte de la realidad, pero no es la realidad. La realidad no se puede copiar, reproducir. Esa es mi teoría.
Cuando haces una obra ya sea escrita, en pintura o en una película, tienes que pensar en que estás haciendo otra realidad, con otros tiempos, con un lenguaje del presente al público, al cual le estás hablando. Tiene que ser una película de mí para alguien, no de mí para mí.
Foto: Diego García/DES
¿Cómo construye los personajes?
A veces, cuando uno crea un personaje, el personaje se va dando y hay que dejarse llevar. En «La travesía» sucedió, construí un personaje que encontré en un albergue allá, en la frontera con Estados Unidos.
Era un personaje de Honduras que era trans y entonces le pregunté: «¿Tú te vas para Estados Unidos a qué?», y él me dijo: «Yo no me voy por la violencia, yo me voy porque quiero cambiarme de sexo, y en Honduras no lo puedo hacer». Imagínate qué personaje, su elemento fundamental es convertirse en mujer. Lo escribí, y cuando busqué al actor, él me elevó el proyecto y el personaje a niveles impresionantes. Solo de él sale perfectamente una película. Era un personaje que solo se va llevando y uno lo va acompañando.
¿Cuál es su lugar favorito para crear?
Mi lugar más especial para la creatividad es el ensueño, entre dormido y despierto. Ya de ahí lo escribo todo de un solo de principio a fin, sin parar. Yo puedo escribir y pensar seis, siete horas, jornadas largas, porque uno se complejiza con las historias, y entonces tenemos que darle una solución, y cuando no, me duermo con esa incógnita.
Generalmente, hay una tendencia a no terminar la cosa porque siempre no le gusta. Pero hay que terminar, hay que saber terminar un proceso. Todos los procesos hay que terminarlos, para bien o para mal.
¿Qué más le hace falta a Noé por hacer?
Yo tengo una película que estoy haciendo desde hace como cinco años, ya la tengo filmada, estoy en la fase de edición. Una película que el primer corte dura cinco horas, de tanto material que tengo. Es una película que se llama «Encuentros», y es de carácter muy personal, donde está la realidad como ficción.
Aquí hay muchas cosas en nuestra región que no necesitamos inventar. Ese elemento de cómo las cosas se acomodan entre la ficción y la realidad, ese es un elemento que me gustaría recuperar grandemente en el cine, y lo hago.
Tengo una película histórica que también me hubiera gustado hacer sobre 1811, el Primer Grito de Independencia; he hecho mi investigación y otros materiales que tengo en camino. Veremos cómo se concreta.