Son 96 kilómetros los que separan el municipio costero de Tamanique, en La Libertad, con el fronterizo Candelaria de la Frontera, en Santa Ana, pero hay historias que los unen. Dos hijos de estos municipios abandonaron el país en la década de los noventa, empujados por sus deseos de superación y ante la falta de oportunidades en El Salvador, ya que ambos tenían madera de emprendedores, de triunfadores.
Uno de ellos es José Alexánder Burgos, nativo de Candelaria de la Frontera y que ha residido en Maryland, Estados Unidos, por más de 27 años. Burgos ha trabajado en contabilidad, seguros y mercadeo. Y siempre tuvo en mente retornar a su país de origen, pero no solo de paseo.
El otro es Diego Morales, quien partió de Tamanique hace más de 25 años a Estados Unidos, encontrando en el estado de Texas el horizonte de sus sueños, el lugar que le permitió crecer, pero nada siendo fácil, ya que a lo largo del tiempo trabajó como jardinero, cortando grama, en restaurantes y en la construcción, siendo este rubro en el que dio un paso de calidad al crear su propia empresa de construcción y luego dedicarse también a los bienes raíces.
Tres décadas después, y ante los cambios que han visto que El Salvador experimenta con el actual gobierno en cuanto a seguridad, atracción de inversiones y apuesta por el turismo (aun durante la pandemia), ambos han optado por volver su vista al país de sus orígenes y ambos han regresado, uno de Maryland a Candelaria de la Frontera y el otro de Texas a Tamanique. El retorno de estos representantes de los Salvadoreños en el Exterior (Salex) ha sido en coordinación con Proesa, que es el Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones de El Salvador. Desde que el Gobierno del presidente Nayib Bukele se estableció en el país, decenas de empresarios de la diáspora han invertido más de $550 millones, y según Proesa proyectan llegar a los $1,000 millones en inversiones al finalizar 2023.
Para el caso, Burgos ha invertido $10 millones, construyendo Khaos Plaza, con 14 locales comerciales, un proyecto residencial de lujo y el hotel Payayá, que se impone en su natal Candelaria de la Frontera, donde además construirán un hospital.
Morales ha trasladado su experiencia en construcción y bienes raíces y apostó por un hotel en la zona costera, un proyecto que próximamente será inaugurado, «The Views Resort», en la playa El Palmarcito, luego de una inversión de $3 millones.
Pero lo más importante es que las historias de éxito de Burgos y Morales, si bien son dignas de aplaudir, no son únicas, ya que hay otros salvadoreños de la diáspora comprometidos con su país, comprometidos con cambiar el patrón o el modelo perverso de que «las remesas solo sirven para el consumo». Ellos están generando empleos y cambiando mentalidades, transformando el destino de las remesas, de riquezas ganadas con esfuerzo, sudor y lágrimas, ellos han apostado por generar empleos y por hacer historia, precisamente porque hay alguien, un gobierno, que les está dando el respaldo y la certeza jurídica que antes na- die les ofreció.
Lo feliz es que, como Burgos y Morales, también está un Romeo Márquez, quien ha vivido casi 40 años en Nueva York y Miami y ya construyó un hotel en Perquín, y ahora proyecta un parque ecológico con cabañas en el mismo municipio de Morazán, y tam- bién hay un Noé Edgardo Torres, quien luego de 25 años de vivir en la agitada Los Ángeles, California, ahora viene al cantón El Barro, en Ahuachapán, para invertir $5 millones en un parque temático que tendrá, entre otras cosas, siete piscinas termales.
Qué buen momento para la diáspora y qué buen momento para El Salvador.