Creo, sin temor a equivocarme, que una de las funciones específicas de la sociología y de quienes nos preparamos en esta importante área de las ciencias sociales es el estudio de las sociedades humanas y de los fenómenos económicos, políticos, sociales y culturales, así como de los grupos que la forman e integran, sus convergencias, divergencias y sus contradicciones, derivadas en sí de una de las teorías que la fundamentan: la teoría del conflicto.
Esta aborda las acciones de cada persona o grupo, las organizaciones —un partido político o la sociedad en sentido amplio—; es decir, algo que a su vez genera cambio social, político e impulsa las revoluciones. Es la fundamentación teórica de lo que busco exponer mediante una aproximación de lo que ha ocurrido en El Salvador, lo relacionado con la actual coyuntura electoral, producto de un proceso eleccionario que dejó como ganador absoluto, sin lugar a duda, al presidente Bukele.
En la historia de las elecciones presidenciales nunca se ganó con un margen tan amplio como el reflejado por el triunfo en mención, es decir, el 85 % de aprobación aún después de haber ejecutado una gestión de casi cinco años, rompiendo el paradigma de que el poder en el tiempo genera un desgaste natural; eso sí, dejando estupefactos a propios y extraños. Por otra parte, se ve el proceso electoral de los candidatos a diputados a la Asamblea Legislativa, con Nuevas Ideas, que obtiene 54 de los 60; o sea, el 90 % del congreso, ubicándolo en una posición privilegiada, pues la aritmética legislativa lo favorece para la toma de decisiones y, por ende, para la gobernabilidad que El Salvador va a requerir en esta nueva etapa, que se orienta hacia la recuperación económica de todos los sectores.
Debo dejar constancia de que en este proceso de elección presidencial y de diputados a la Asamblea Legislativa ha jugado un rol de vital importancia la diáspora, esos miles de hombres y mujeres que fueron expulsados debido a las políticas sociales y económicas de los partidos ARENA y el casi extinto FMLN, y que fueron reconocidos únicamente como «remeseros», desconociendo que como salvadoreños tienen derechos políticos, que fueron reconocidos por la nueva Asamblea Legislativa mediante la aprobación del Decreto 541 del 18 de octubre de 2022, el cual contiene la Ley Especial para el Ejercicio del Sufragio en el Exterior, publicada en el «Diario Oficial» n.º 210, tomo 437 del 8 de noviembre de 2022.
Esta constituye un acto político de justicia democrática, ahora ya consumado, pues nuestros hermanos salvadoreños residentes en el exterior pudieron votar, y se convierten ahora en un pilar fundamental del triunfo electoral y de los cambios y las transformaciones de nuestro querido El Salvador.
La elección posterior para alcaldes y diputados del Parlamento Centroamericano, de igual manera, pese a que el porcentaje de participación fue menor que en la elección de presidente y diputados a la Asamblea Legislativa, dejó interesantes lecturas, pues el partido Nuevas Ideas obtuvo 28 alcaldías de un universo de 44, lo que representa el 63 %; GANA obtuvo seis alcaldías, pero no obtuvo diputados; el PCN ganó cuatro, una en coalición con el PDC; a su vez, este último obtuvo cuatro alcaldías; finalmente, ARENA, una alcaldía, al igual que Fuerza Solidaria.
Lo interesante de este escenario político es que las proyecciones sepultan o pulverizan al FMLN al no contar con representación en organismos que toman decisiones, es decir, el Ejecutivo y los diputados, mucho menos en alcaldías. En conclusión, aniquilado, políticamente hablando.
Lo interesante de este fenómeno electoral es que la fiesta y la algarabía ya pasó, ahora a prepararnos para lo que viene y que cada uno retome el rol que le corresponde de acuerdo con el mandato que la población le ha otorgado.