A sus 70 años, Antonio Hernández camina a diario por las calles de la ciudad de Usulután ofreciendo el servicio de afilar cuchillos, algo poco común pero a veces muy necesario, sobre todo en los negocios de comida que prefieren mantener sus antiguos utensilios que comprar otros.
«Camino todos los días estas calles y visito todos los negocios y los comedores, y así me gano la vida», indicó Hernández.
A diario viaja en bus desde el cantón Puerto Parada, cargando su equipo de trabajo que consta de un esmeril y una pulidora. Comentó que su herramienta especial de trabajo se la elaboraron a un costo de $150.
Él aseguró que es originario de Anamorós, La Unión, donde trabajó por mucho tiempo en los cultivos. En Usulután vive desde hace nueve años, aproximadamente, ya que su padre le pidió que lo acompañara y en un principio trabajó vendiendo frutas con él.
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Asimismo, laboró en unos terrenos del municipio usuluteco, pero no obtenía las ganancias esperadas y se decidió a trabajar en afilar cuchillos. Su padre ya no trabajaba debido a que no podía caminar, por lo que Antonio se animó a empezar su emprendimiento.
«Aprendí hace un tiempo a afilar cuchillos, la cuma cuando trabajaba, por lo que me decidí a trabajar con esto, me sirve para ir viviendo», manifestó el hombre, quien dijo que sus inicios fueron en El Tránsito, San Miguel.
Cobra $0.25 por afilar los pequeños y $0.50 por los más grandes. También se anima a trabajar con hachas y machetes, y cobra $1.
Este trabajo, considerado por cualquiera como peligroso, le ha traído consecuencias, ya que un día al estar afilando un machete una chispa le dañó por completo el ojo izquierdo y parte del derecho. No era la primera ocasión que afilaba machetes, pero esa vez por «un descuido» ocurrió el accidente, pero no se desanimó y sigue afilando diversas herramientas.