Durante su discurso en Washington ante la Acción Política Conservadora (CPAC, por su sigla en inglés), el presidente Nayib Bukele expuso la experiencia de El Salvador para dejar de ser el país más peligroso del mundo, con la tasa de homicidios mayor a la de naciones en guerra, a ser el país más seguro de América Latina.
Una de las cosas que dijo es que en El Salvador, como sociedad, dejamos pasar las señales del fenómeno de las pandillas sin tomar cartas en el asunto o quedamos inactivos como consecuencia de planes intervencionistas diseñados en el extranjero.
Por ejemplo, las pandillas se instalaron en el país después de que Estados Unidos, durante el Gobierno del demócrata Bill Clinton, implementó una política antimigratoria y deportó a criminales que habían formado las maras en las calles de ciudades estadounidenses, como Los Ángeles.
En esa década de los noventa llegaron también al país las presiones internacionales para que se aprobara una serie de leyes garantistas que algunos sectores del país criticaban llamándolas «leyes para suizos». Una de ellas fue la del menor infractor, que blindó a los delincuentes juveniles y redujo la gravedad de los delitos y, por lo tanto, las sanciones. O simplemente las eliminó.
Fue así como las maras utilizaron a niños para cometer crímenes. Los gobiernos de ARENA-FMLN no hicieron nada para frenar el crecimiento de las pandillas, sino que, por el contrario, terminaron convirtiéndose en aliados de ellas para obtener beneficios electorales.
Gracias al Plan Control Territorial y al régimen de excepción, el presidente Bukele ha logrado desarticular en gran medida a las pandillas, pero eso solo fue posible al renovar completamente la Asamblea Legislativa y, desde ahí, limpiar el Órgano Judicial de jueces corruptos que favorecían a los criminales, además de nombrar a un fiscal general comprometido verdaderamente con el pueblo, no con los delincuentes.
Ahora el país está atento a las señales y no sucederá como hace unas décadas, que se dejaron pasar. En las últimas dos semanas, la Policía ha detenido a adolescentes que retomaban la iconografía, gestos y estilo de hablar de las pandillas en videos distribuidos en redes sociales, para evitar que, como en el pasado, sean el germen de un fenómeno que puso de rodillas a la sociedad. La firmeza con la que se ha actuado es la diferencia entre enfrentar un problema desde la raíz y la negligencia con la que los políticos del pasado dejaron hacer de manera irresponsable.