ARENA y el FMLN son caras de un mismo problema. Surgieron como expresiones de la guerra fría en El Salvador, cada uno alineado a un bando que era el enemigo jurado del otro. Las ideas revolucionarias e incendiarias de la Unión Soviética echaron raíces en varias de las organizaciones izquierdistas que luego se convirtieron en grupos guerrilleros. En contraparte, ARENA surgió como un partido sin ideología (una alianza de sectores diferentes) que se definía básicamente por ser anticomunista.
El conflicto armado terminó con una negociación en la que la cúpula de cada uno se llevó la mejor parte, mientras que las bases que formaron esos ejércitos quedaron en el abandono. De los acuerdos firmados en Chapultepec, México, surgió el FMLN como partido político legalizado, a pesar de que la Constitución prohibía la existencia de partidos armados. Además, surgió una serie de instituciones que aumentaron la burocracia con el supuesto objetivo de garantizar el cumplimiento de derechos. Cuadros medios y colaboradores de ambos bandos terminaron siendo contratados con grandes salarios.
El sistema de partidos políticos salvadoreño se convirtió en una especie de dínamo que funcionaba con la confrontación entre ambos, al menos de forma pública. Lo que se dio en llamar «polarización» dividió a la sociedad entre los que apoyaban a un bando y odiaban al otro. Esa lucha de contrarios terminó convirtiéndose en la unión de los aparentes enemigos.
Al FMLN le empezó a ir mejor en la medida que aumentaba la confrontación con ARENA. Y ARENA garantizaba su cuota de poder en la medida que demostraba que era la muralla de contención para frenar el avance de la izquierda.
Eso llevó a crear un sistema en el que el acuerdo principal era que había un mínimo de condiciones que debían conservarse para garantizar su funcionamiento perpetuo. Una de las garantías era la impunidad. Hubo un acuerdo tácito de no investigar la corrupción del adversario, pues eso comprometía a hacer lo mismo. Y si, por el contrario, se daba un paso en falso, debía atenerse a las consecuencias.
Ahora que tanto FMLN como ARENA han sido relegados a la irrelevancia, vemos cómo los dos están en crisis. Se quedaron sin su sistema político que garantizaba su prosperidad. Los sobrevivientes de la catástrofe se pelean los despojos y los dirigentes siguen diciendo que son fuertes, que son fieles al pueblo y que son víctimas de una conspiración.
Los gemelos viven la misma crisis. Nacieron juntos y se irán juntos.