¿Qué es la magia?» Preguntó a su maestro el joven estudiante de alquimia. Este era un astrólogo famoso pues había conseguido descifrar el secreto de los colores.
– «La magia es la creación», le contestó. «Pues todo, desde lo absoluto, viene recorriendo eones, mundos y planetas a través de explosiones constantes de luz, vida y color. Todos nosotros somos seres de luz, flotando en un vacío de colores interminables».
Cuando conocí al maestro Alex Sánchez, El Aleph, descubrí a un astrólogo famoso que solía viajar entre lo absoluto y las estrellas. Irrumpir en el mundo de lo onírico como hacen los cadejos. Trasmutar en ser de luz y después volver como un campesino galáctico que pinta amaneceres con colores vivos y nos permite entrar a su mundo mágico, fantástico y surreal.Uno de estos mundos es su estudio, que siempre ha sido una suerte de recinto sagrado donde se respira y se experimenta la solemnidad de la creación y la creación. Ahí trabaja rodeado de flores.
En este personal espacio cultural convergen dos mundos entrelazados por el tiempo y la historia, ahí dialogan lo ancestral y lo contemporáneo, lo religioso y lo intelectual, la historia del arte y lo chamánico, la mitología con el futurismo, el oficio de pintor con el antropólogo y el activista con el padre amoroso y responsable. Un pequeño refugio donde se le rinde culto a la Madre Tierra y gratitud a la Guadalupana. Pero también es el ambiente donde tienen lugar los diálogos intelectuales y filosóficos que todo artista lleva a cabo, para conceptualizar y dar forma a su obra. Después, la estética se encargará de revelarnos el mensaje a través de la expresión plástica y la poesía.
Por eso, el mundo pictórico de El Aleph está formado por elementos mágicos y fantásticos, interactuando entre una realidad de formas y colores atrevidos donde, a su vez, transitan y levitan figuras realistas, neo expresionistas o abstractas con las cuales el pintor quiere mostrarnos lo irreal y lo onírico como algo cotidiano y común.
Obra rica en iconografía popular y prehispánica. Aunque en algunos símbolos se trate de elementos intuitivos, son la viva representación de nuestras referencias socio-culturales. Es por esta razón que su prolífica obra y su exitosa carrera lo han llevado a situarse como uno de los pintores salvadoreños más internacionales y uno de los artistas más reconocidos. Principalmente por las participaciones en exposiciones colectivas itinerantes alrededor del mundo, junto a sus compañeros del grupo Wixnamikcin quienes, incluso, han representado a El Salvador como embajadores culturales.
Con una técnica depurada y una paleta muy personal, la obra de El Aleph destaca tanto por su propuesta costumbrista, que transita entre el impresionismo y la abstracción hasta el neofiguratismo, donde los colores se vuelven personajes etéreos y las formas captan la atención del espectador hasta en sus más mínimos detalles. No obstante, es con el uso y la aplicación del color con lo que atrae de manera envolvente. A veces, me recuerda ciertos acentos de luz y color que realizaba el pintor ruso Chagal, cuando con sus finas pinceladas narraba los sueños que ocurrían en su pueblo. Aleph nos narra los sueños que ocurren en los nuestros. En las serranías, en los caseríos, en lo interno de un río de piedras que alumbran.
EL ALEPH EN EL SIGLO XXI
Pero es con la nueva producción que El Aleph se abre al siglo 21, incursionando en varias series relacionadas donde continúa jugando entre el Realismo Mágico y la pintura costumbrista. Ahondando entre lo mitológico y antropológico, y debatiendo con la estética la existencia de otros planos de percepción.
Series como «Eclipses» acercan al campo con lo universal. Hablan del rescate y preservación de la naturaleza, así como del amor en todas sus dimensiones. Hay un vuelco a la cultura ancestral como un homenaje a la herencia y al origen con la serie de princesas mayas. Y vuelve a esos bodegones fantásticos -verdaderas piezas de colección e inversión- donde se evidencia su talento y maestría (la pintura de «Anonas» es una pieza idónea).
Me atrevo a decir que la pintura de El Aleph está entrando a un momento importante luego de más de cuarenta años de labor cultural.
El artista ha comenzado una nueva etapa en su trayectoria de pintor, de nuevo, con Wixnamikcin (compuesto por Mauricio Mejía, Edmundo Otoniel, Héctor Hernández y Augusto Crespín) y el cual será la plataforma para que el mítico grupo inicie otro período en su trabajo de difusión y promoción internacional de nuestra cultura.
Wixnamikcin (y todos sus miembros) ofrecen una pintura con un sello personal y estilístico muy reconocido. Una obra con oficio, academia, trayectoria y recurso; pero, al mismo tiempo, una obra documental que -en su responsabilidad artística y humanista- nos muestra la realidad y la cotidianeidad como pueblos latinoamericanos, golpeados y sufridos y, sin embargo, luminosos como los amaneceres sobre los cortés blancos.
Los artistas son ciudadanos del mundo y a su vez son representantes no oficiales de la cultura. Su valía consiste en desarrollar un trabajo intelectual avalado por la filosofía y la estética e interpretado por la concepción humanista de cada uno.
El arte no es solo color, pintura y expresión. Es el reflejo de la vida desde un punto de vista muy particular. También el arte es existencia y filosofía, creación y memoria histórica.
El arte nos ayuda a transitar por nuestra realidad que es la vida y lo bizarro, a resistir a los dos mundos opuestos que la permean, a veces, por los designios de dioses y, otras, por la imaginación fabulosa y misteriosa del tiempo que todo lo controla.
El Aleph lo sabe, por eso captura la memoria histórica a través de los colores y las formas que no son otra cosa que el grito de un pueblo ancestral, supersticioso, creyente, sobre todo verde y americano.
San Salvador-Cuscatlán,
año del Señor de 2022.
DE PINTORES Y MAESTROS
En la pinacoteca de El Aleph encontramos verdaderas piezas de arte como «Velero cósmico», «El hombre de oxígeno», «Anonas en la puerta» o sus series de espantapájaros, toritos pintos, así como su homenaje al Día de la Cruz y la mitología cuscatleca, que lo han llevado a recorrer la escena del arte latinoamericano y ocupar un lugar importante dentro de la historia de la pintura salvadoreña y centroamericana.
Su obra se encuentra repartida en colecciones privadas y galerías alrededor del mundo en países como Alemania, Malasia, México, España, Taiwán, Japón, Estados Unidos y toda Centroamérica. Para este año, el Ateneo de El Salvador le rendirá un homenaje a su trayectoria.
Aleph es uno de los últimos alumnos de la Academia de Dibujo y Pintura Valero Lecha, institución responsable de formar a varias generaciones de importantes pintores. Luego, ha desarrollado parte de su carrera junto a esa institución de artistas llamada Wixnamikcin, quienes ahora han anunciado un reencuentro y como primer proyecto han sido invitados a una jornada cultural por la galería Crayón, de Costa Rica.
RECONOCIMIENTO
Aleph es uno de los últimos alumnos de la Academia de Dibujo y Pintura Valero Lecha, institución responsable de formar a varias generaciones de importantes pintores. Luego, ha desarrollado parte de su carrera junto a esa institución de artistas llamada Wixnamikcin, quienes ahora han anunciado un reencuentro y como primer proyecto han sido invitados a una jornada cultural por la galería Crayón, de Costa Rica.