En el último día de 2023, El Salvador no registró homicidios. En todo el año fueron 247 jornadas sin muertes violentas, sumando 517 días durante toda la gestión del presidente Nayib Bukele.
Gracias a las políticas de seguridad públicas implementadas por el presidente Bukele desde el inicio de su mandato, El Salvador dejó de ser la nación más peligrosa y con más asesinatos en todo el mundo —un vergonzoso título debido a las corruptas administraciones de ARENA y del FMLN— y pasó a ser el país más seguro de Latinoamérica.
Lo que hizo la diferencia es que el presidente Bukele les declaró la guerra a las pandillas, al contrario que ARENA-FMLN, que se dedicaron a negociar con estos grupos criminales. Y el resultado es más que evidente.
Mientras que en las pasadas administraciones de los socios ARENA-FMLN los homicidios se multiplicaron —incluso en las treguas, ya que los pandilleros crearon cementerios clandestinos para esconder los cuerpos de sus víctimas—, con el presidente Bukele las maras enfrentaron persecución sin cuartel. El Plan Control Territorial y el régimen de excepción han sido las herramientas para ejecutar con firmeza la promesa de erradicar a estas lacras de la sociedad salvadoreña.
Más de 74,000 integrantes y colaboradores de las pandillas han sido detenidos y enviados a prisión en los últimos meses, lo que ha permitido que El Salvador sea ahora el país más seguro de Latinoamérica.
El Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) se convirtió, verdaderamente, en un monumento a la justicia, ya que los causantes de tanto dolor y muerte ahora están pagando por sus crímenes, sin los privilegios a los que estaban acostumbrados con ARENA-FMLN.
El Salvador ahora es un modelo para otras naciones gracias a esta transformación en seguridad pública. Ahora ya no es el caso de estudio de ser un país con homicidios a diarios y con tasas de violencia superiores a los países en guerra (como pasó en los cinco años del segundo gobierno del FMLN, cuando no hubo ni un solo día sin asesinatos), sino que es un ejemplo de cómo, con determinación y valentía, es posible llevar seguridad y tranquilidad a un pueblo que por décadas solo conoció el terrorismo de las pandillas.
El Salvador merece continuar haciendo historia, trabajando para que nunca más surjan las maras y para que cada hogar tenga las oportunidades para progresar.