Con la llegada de Nayib Bukele a la presidencia de la república, El Salvador comenzó un proceso de transformaciones en diferentes ámbitos, empezando con la seguridad, el más evidente, ya que ha permitido desencadenar más cambios; entre estos, el incremento de inversiones, de turistas extranjeros y la dinamización de las economías locales y nacional.
Gracias a la implementación del Plan Control Territorial y del régimen de excepción se mejoró de forma drástica la seguridad en todo el territorio. El despliegue de las fuerzas de seguridad, los patrullajes, los operativos de extracción y la firme voluntad de aplicar la ley han contribuido a que más de 62,000 integrantes y colaboradores de las pandillas fueran detenidos y llevados ante los tribunales para juzgarlos por sus crímenes.
Estas acciones han permitido que El Salvador dejara de ser la capital del asesinato, un puesto que tristemente ocupó durante las administraciones de ARENA y del FMLN (que permitieron el surgimiento de las maras y luego las fortalecieron con sus fallidas políticas de seguridad y sus pactos con miras electorales). Ahora solo es un recuerdo que no hay que olvidar para jamás regresar a ese ominoso listado de naciones violentas e inseguras.
En este mes se acumulan 21 días en los que no se han reportado homicidios; de estos hubo seis días consecutivos. Esto gracias al éxito de las medidas de seguridad implementadas por el Gobierno del presidente Bukele.
Precisamente, el gobernante salvadoreño se refirió recientemente a la nueva realidad de seguridad en El Salvador y señaló que la mejora es porque el Gobierno ha implementado una cultura de cumplimiento de la ley y de persecución del delito como la que existen en otras naciones, de modo que podamos hacer las cosas que se hacen en otros países, más que escuchar sus consejos, como aquellos que demandan la suspensión del régimen de excepción y reclaman el «respeto de los derechos humanos» de criminales que durante décadas masacraron al pueblo salvadoreño, además de extorsionar, violar e imponer el terror.
Gracias al ejemplo de otras naciones, El Salvador puede seguir la ruta hacia la seguridad y mejorar las condiciones para su despegue económico. Perseguir a delincuentes y encerrarlos jamás ha sido violatorio de los derechos humanos, al contrario, se convierte en la mejor política para garantizar la vida de los ciudadanos. Una transformación de esta naturaleza había sido la mayor deuda del Estado.
Y ahora se empieza a cumplir.