El huerto escolar del Instituto Nacional Jorge Eliseo Azucena Ortega (INJEAO), en el municipio de Chalchuapa, Santa Ana, está considerado como uno de los más completos y con mejor rendimiento de los habilitados en centros escolares públicos de occidente.
Pero este año, debido a la pandemia por COVID-19, la tierra en la que se cultivan diversas hortalizas se quedó sin manos para ser trabajada, ya que los alumnos que cumplían horas sociales eran los encargados de mantener el proyecto.

Ante el riesgo de que todo el esfuerzo se perdiera, el director, dos docentes, ordenanzas y vigilantes de la institución decidieron tomar las riendas para mantener la producción.
El proyecto escolar incluye una pequeña granja, donde están criando gallinas y pollos indios, así como la producción de huevos.
La idea es darle mantenimiento, no dejarlo morir y que la tierra siga siendo productiva, esperando que el otro año esté listo para recibir a los estudiantes, que son los que le dan vida al huerto y aprenden a cultivar la tierra.
Carlos Carías, coordinador
Wílber Martínez, director del INJEAO, señala que el objetivo es lograr la sostenibilidad, ya que por la falta de estudiantes temían perder lo que por años ha sido uno de los fuertes de la institución.
Eventualmente, agrega Martínez, otros docentes se han sumado a los trabajos que requiere mantener el huerto y la pequeña granja, que es de todos los días para estar pendiente del cuido de los cultivos y los animales.
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«Hemos podido cultivar milpa; ya sacamos la primera cosecha y ya sembramos la segunda. Sembramos loroco, chile, tomate, repollo, lechuga y plantas aromáticas, y la granja se mantiene», detalla.
Antes de la pandemia, con la producción del huerto se fortalecía el Programa de Alimentación Escolar.