Luego de 202 años de lograda su liberación del dominio español, El Salvador reconoce a algunos personajes que la historia resguarda celosamente por su intervención en la búsqueda de esa independencia.
Antes de la firma del Acta de Independencia se suscitaron acontecimientos que fueron clave para lograr que estos hombres, considerados próceres, sean recordados para la posteridad.
Según Carlos Tejada, historiador del Ministerio de Cultura, los factores que convergieron como detonantes en el proceso libertario fueron varios; entre ellos, el descontento popular con las autoridades que representaban a la Corona y sus abusivas acciones.
LA GÉNESIS
Tras la invasión de España por parte de Napoleón Bonaparte y las tropas francesas en 1808, la monarquía española sufrió una serie de cambios que incluían la destitución de Fernando VII, que fue sustituido para imponer a un monarca francés: José Bonaparte.
La crisis de poder causada al imperio español tuvo como consecuencia la negación de algunos sectores de reconocer la legitimidad de la dinastía Bonaparte, produciendo que, durante la ausencia del legítimo rey, el poder volviera a las provincias, es decir, al pueblo. A raíz de esta situación, en España surgen unas juntas provinciales y locales de defensa que asumían la soberanía nacional y que más tarde se conocerían como cortes de Cádiz. Dichas cortes reclamaron el poder propio en ausencia del rey español, y también la soberanía sobre América, convirtiendo estos hechos en el preámbulo de una cercana independencia.
«Los americanos, ante la negación de las nuevas autoridades de la Corona, dijeron: “Nosotros solo reconocemos al rey como soberano nuestro”. A partir de ahí, se decide crear un cuerpo legislativo constituyente para que se redacte una constitución.
Esto es algo que se conoce muy poco, fue un ejercicio capital para poder entender la independencia y la redacción de nuestras propias constituciones», añade Tejada.
Es así como se comienza la creación de provincias que podían elegir a diputados no solo en América, sino en todos los territorios que antes estaban bajo el mandato español.
«Nosotros elegimos a uno en ese entonces, Ignacio Ávila, un sacerdote migueleño que representaba a la provincia de San Salvador. Los diputados electos sostuvieron una reunión en 1812, en la que fue promulgada la nueva constitución, que establecía la soberanía en la nación, entre otras cosas de gran envergadura. Además, confirmaba la ciudadanía española para todos los nacidos en cualquier territorio de la Corona española, prácticamente fundando una sola nación junto con las provincias americanas, africanas y asiáticas», comparte el historiador.
«Pasamos a ser de monarquía absoluta, en donde estaban el rey y los súbditos, a monarquía constitucional. Los americanos dejaron de ser súbditos y pasaron a ser ciudadanos españoles», añade Tejada.
LIBERTADORES
En medio de todos esos hechos, en la provincia de San Salvador ocurrieron una serie de alzamientos de carácter popular que no se consideraban independentistas, ya que lo que se buscaba era eliminar o reducir los altos impuestos para financiar la guerra que libraban España y Francia.
Según Carlos Tejada, los impuestos resultaban ser tan onerosos que habrían sumergido en la miseria a mucha gente de los sectores populares, quienes, además, ya sufrían otros factores de la mala economía de la época generados desde el Antiguo Continente.
«Hubo muchas situaciones que llevaron a condiciones de precariedad a las personas de esos tiempos. Muchos años antes, el reformismo borbónico estancó la comercialización de productos como el tabaco y el aguardiente, lo que significó un duro golpe para las economías familiares. Además, ya nadie tenía derecho a vender algunos productos, ya que los monopolizaron. Los monarcas tenían la visión de monopolizar todo para tener el control.
Sumado a esto, las plagas de langostas lastraron los cultivos de añil, que eran el mayor producto comercializado en la villa, más los impuestos de alcabala, generaron un descontento en la población que estalló en 1811», explica el historiador.
Es así como, a raíz de la tensa situación, comienzan a tomar protagonismo algunos personajes, sobre todo hombres ilustrados, porque la mayoría fue formada en la Real Universidad de San Carlos, en Guatemala, y habrían estudiado Filosofía y Teología Escolástica, entre otras cosas.
Es así como José Matías Delgado, valiéndose de su capacidad intelectual y el respeto de los pobladores, se convirtió en un vocero y mediador entre la Corona española y los súbditos. «Se entiende que era un personaje muy querido por la gente. Al ser el párroco de San Salvador, era muy respetado.
Su ilustración, por supuesto, no la podía tener el resto de la población», explica. Con diferentes sucesos en desarrollo y el descontento popular, los criollos de la provincia de San Salvador también comenzaron a cuestionarse el dominio y mal proceder de las autoridades españolas; es ahí cuando el papel del padre Delgado fue clave para evitar baños de sangre.
«Una de las razones por las que él quería calmar los movimientos de ese entonces, incluso en sus homilías, es porque no quería que los amotinamientos terminaran en tragedia o en derramamientos de sangre. Él buscaba calmar las aguas, que todo se desarrollara de manera pacífica», indica Tejada.
Más tarde, Delgado participaría como firmante en el Acta de Independencia de Centroamérica como parte del llamado grupo republicano o liberal. Asimismo, resultó elegido como miembro de la Junta Provisional Consultiva, como representante de San Salvador.
En esa misma coyuntura, comienzan a cobrar relevancia Vicente, Manuel y Nicolás Aguilar, quienes, siendo promulgantes de la cristiandad, buscaban evitar luchas violentas, por lo que sirvieron de eco del pensamiento de Matías Delgado.
En el caso de Manuel José Arce, muy contrario a otros próceres, trabajó en la organización de conspiraciones libertarias, en especial la del 24 de enero de 1814. Debido a esas acciones, se le abrió un proceso judicial el 5 de mayo de 1815, por lo que fue capturado y condenado a cinco años de prisión.
Juan Manuel Rodríguez y Pedro Pablo Castillo también participaron activamente en el alzamiento de 1814. Los dos eran alcaldes de barrios. Castillo fue el alcalde del barrio La Vega, título que logró tras ser aprobada la Constitución de 1812, que otorgaba la ciudadanía también a los mulatos.
Por su parte, José Simeón Cañas cobró protagonismo a raíz de la firma del Acta de Independencia y de la asamblea constituyente, convirtiéndose en la voz más proactiva dentro de esas acciones.
Fue el encargado de luchar para abolir la esclavitud negra en Centroamérica, acción que convirtió a la región en pionera con respecto a otras latitudes. Parte de su fortuna la dio para crear una especie de «caja de moneda», que sirvió para comprar esclavos que no querían ser liberados por sus captores o dueños.
«Él era una de las mentes más privilegiadas en cuanto a ilustración se refiere. Llegó a ser rector de la Universidad de San Carlos, en Guatemala, cuando era real y pontificia.
Eso no era para cualquiera, tenía que ser usted una lumbrera académica. Sabía latín, lo hablaba y escribía, derecho canónico, filosofía escolástica», dice el investigador.