6 de marzo de 2016. Estadio Jorge «Mágico» González, en San Salvador. La oscuridad de la noche se extiende por todo el cielo capitalino. El bullicio de la multitud comienza a tomar matices de impaciencia. Han esperado demasiado para esto. Lo viven. Lo sienten. Saben que sucederá y no pueden esperar más tiempo. De pronto, el escenario despliega todo su color y la intensidad del sonido es contundente: Iron Maiden ha comenzado su histórico show en El Salvador.
Han pasado ya cinco años desde que una de las bandas más emblemáticas del rock puso un pie en territorio salvadoreño y desplegó toda la esencia de «Eddie», mascota del grupo, y la potencia de sus armonías con las que la juventud salvadoreña (y muchos extranjeros) corearon, gritaron y vivieron el éxtasis espiritual de sus canciones.
El concierto no solo fue histórico por la presencia de una banda como Iron Maiden en el país. También rompía un estereotipo en una nación con una mentalidad religiosa bastante impregnada. Previo al concierto, las campañas de desprestigio a la presentación abundaron, al punto que pusieron en tela de juicio la realización del show. Pero el espectáculo sucedió y ha quedado como una silueta de Eddie tatuada en el alma, el corazón y la mente de quienes lo vivieron a flor de piel.
La llegada de «La Doncella de Hierro»
Carlos Miranda, locutor de Radio Súper Estrella, aún mantiene fresco el recuerdo de esa noche. «Era el 5 de marzo de 2016. El aterrizaje del avión de La Doncella de Hierro suponía un acontecimiento muy importante para la comunidad metalera de El Salvador. Así que desde tempranas horas nos ubicamos en el Aeropuerto Oscar Arnulfo Romero, para no perder ningún detalle de todo el ambiente que se generó en el lugar, con muchísimos fans de la banda y, por supuesto, con la cobertura mediática, informando sobre el vuelo que traía a las bandas Iron Maiden, Anthrax y The Raven Age», relata en sus redes sociales.
«Luego de varias falsas alarmas, a la 1:45 de la tarde comenzó un movimiento extraño e inusual de todos los trabajadores de la pista del aeropuerto, como si fuese un OVNI con extraterrestres adentro el que iba a bajar… Bueno, de alguna forma, lo era. Jajajaja. Desde arriba (la terraza) observamos que todo el personal se desplazaba rápidamente como para tener el mejor puesto para recibir lo que venía entre las nubes, esa fue la señal de que, en breve, «La Bestia» estaría frente a nosotros. Entonces apareció en el cielo salvadoreño el imponente Ed Force One, pilotado por Bruce Dickinson. El vocalista de Maiden no tuvo ningún problema para descender suavemente el enorme avión sobre la pista del Monseñor Romero. La nave hizo contacto perfecto con la tierra y sus ruedas giraron sobre suelo nacional…», agrega.
El impacto de la llegada de Maiden, para aquellos que son fanáticos de la banda, no puede describirse aún con el paso de los años. La adrenalina, la emoción, la excitación de ver a la banda tocar el suelo de El Salvador fue algo sin precedentes, como el propio locutor señala.
«Para los que profesamos la «Religión de Maiden», no era el simple aterrizaje de un Boeing 747-400, era 40 años de historia musical; era, no una de las bandas, sino «la banda», lo que en ese momento hacía contacto con la tierra de Cuscatlán. No pude evitar el soltar el respectivo ¡YEAAAH! Era un instante que quería guardar en mi memoria para siempre, y lo logré. Iron Maiden había llegado a este «recóndito» lugar del mundo. Increiblemente Steve, Bruce, Dave, Janick, Adrian, Nico… Y Eddie estaban en El Salvador… Un día después, nuestro país viviría un evento musical sin precedentes», relata.
La noche en que El Salvador rindió culto a la esencia del rock y rompió estereotipos
Tras su llegada a El Salvador, Maiden brindó un concierto que se llevó a cabo el 6 de marzo de 2016 en horas de la noche. El escenario fue el Estadio Jorge «Mágico» González. Cabe mencionar que un evento de lujo amerita invitados estelares y, para calentar motores y poner los ánimos a toda su vibración posible, Anthrax se encargó de abrir el show con una dosis poderosa de su mejor música, como si se tratara de la parte previa de un ritual dedicado a los altares del rock.
Tras el magnífico show de Anthrax, digno de un concierto de niveles galácticos, comenzó la presentación de Maiden con el tema «If Eternity Should Fail» y continuó con «Speed of Light» y «Children of Damned». La lista de una primera etapa del concierto la completaron temas como «Tears of a Clown» y «The Red and The Black», temas del disco «The book of souls», que ese año los mantenía de gira por todo el mundo en su propio avión.
El tema «The Trooper» marcó una segunda etapa de la noche en la que los temas más exitosos de Maiden se hicieron presentes. «Powerslave», «Death or Glory», el aclamado «Hallowed Be Thy Name», «Fear of the Dark», el icónico «The Number of the Beast», entre otros fueron los temas que completaron la lista de la presentación.
Para Mario Villacorta, presidente de Two Shows, la organización de este concierto marcó un antes y un después en la sociedad salvadoreña. Fue como si las armonías de Maiden y la devoción de sus fans fueran la ecuación ideal para que El Salvador abrazara al rock como una cultura, un estilo de vida, una forma de ser que no necesariamente deba ser satanizada ni criminalizada.
«Con Iron Maiden entendí que el rock y el metal son una verdadera cultura. Realizamos un concierto histórico que significó mucho para los fans de la banda. Vino gente de toda Centroamérica y nos dio proyección internacional como país», asegura Villacorta.
Han pasado cinco años en que El Salvador hizo historia. Ha pasado media década de una de las noches más gloriosas para el rock en el país. Ha pasado un lustro de la anécdota de vida que marcó a toda una generación. Lo que no ha pasado es la sensación de que esa noche, Iron Maiden encantó los oídos, encendió los corazones y avivó las almas de quienes se congregaron en un pedacito de «El Pulgarcito de América».