Sonríe todo el tiempo y las carcajadas son parte de ella sin mucho esfuerzo. En resumen, es feliz. De tez morena y sonrisa amplia, Morganna Love, cantante de ópera y mujer trans, sin buscarlo ha hecho de su vida un ejemplo de cero conformismos y de amor propio. Contar con una voz prodigiosa le ha abierto los cielos, aún en los momentos más oscuros. Una mañana de mayo, nos conocimos para una plática de dos partes: su carrera y su viaje hacia la transición de sexo. Ambas partes están inexorablemente unidas. La conversación sucedió un día antes de un emotivo concierto en el Teatro Nacional de San Salvador con motivo de la Semana por la Igualdad. En ambos días su historia y voz estremecieron.
¿Entró en una gran depresión un año antes de graduarse?
Era 2008 y por toda la frustración que tenía, toda la represión. Claro, yo tenía 28 años reprimida, fue muy doloroso, fue muy fuerte porque ya no podía seguir viviendo, ya no fui a trabajar. Yo ya estaba en una compañía de ópera, viajábamos, hacíamos giras por todo México y yo ya no me sentía bien, ya no me levanté a los ensayos, ya no me levantaba a comer…
En este momento, ¿su identidad seguía cumpliendo el rol de género masculino?
Sí, seguía intentando cumplirlo con todo lo que implicaba eso. Fingía que estaba bien porque, claro, mi familia en San Miguel de Allende pensaba que a tres horas lejos de ellos yo estaba viviendo una vida, pues bien, que estaba trabajando, tenía un coche, tenía una pareja. Claro que ellos no sabían qué pareja tenía… [ríe]
¿Sí logró y se permitió tener una pareja?
Dejó de ser funcional…
Exacto, dejé de funcionar totalmente. Y nadie sabía por qué, solo yo sabía y a lo mejor ni lo tenía tan claro, solo sabía que era mujer y que no lo era al mismo tiempo. Yo no sabía qué me pasaba. En esta época, ahora en el presente, se puede pensar “es que cómo no ibas a saber con toda la información”, pero yo estoy hablando de hace 30 años.
Sí me permití tener una pareja, una pareja gay en ese entonces, él era un chico, pero para él yo también era un hombre, entonces, vivíamos bien, entre comillas. Luego vino ese rompimiento de decirme: “Es que este hombre me ama y yo no estoy siendo sincera con él”. Después de eso, yo dije: “yo no me quiero morir”. Yo postrada en cama sin levantarme, ni para comer.
Usted sabía que era diferente, lo sentía, ¿pero en qué momento entiende que su diferencia es a partir no de su gusto sexual hacia otra persona, sino de que usted no es usted?
Esto fue hasta los 28 años. Digamos que a los 4, yo sabía que era una niña: “Cuando crezca voy a ser mujer como mi mamá”. Así empezó. A los 15 me hacen saber que no, que nunca va a pasar, pero a los 15 yo misma en mi casa empiezo a ser mujer, me pongo vestidos de mi mamá a escondidas, toalla en la cabeza simulando el cabello largo, las colchas eran mis súper vestidos y dejo de hacerlo cuando me fui a Ciudad de México. Allá entiendo que nunca va a pasar, porque yo no sabía que existía la transexualidad. Nadie me había hablado de que podía tener una transición, de que podía lograr lo que siempre quise. ¡Yo me enteré de esto hasta los 28 años, María!
Entonces, ¿CDMX le abrió las puertas para vivir la homosexualidad porque estaba un poco más abierta al tema y eso parecía el camino más sencillo a tomar, aunque no era lo suyo?
Sí, porque nunca supe del tema. Yo le pedía a Dios todas las noches, desde los 12 hasta los 18 años, que me convirtiera en una mujer, que a la mañana siguiente cuando despertara todo hubiera sido una pesadilla, y que ya despertara siendo quién en verdad era. Pero el milagro como tal no pasó, pero sí pasó, Dios me concedió lo que le pedí.
«Yo sentí la muerte cerca y he vivido cosas que un ser humano no debería de vivir; aun así, digo que cada día que ha pasado después de mi cirugía ha sido el día más feliz de mi vida».
¿Sigue creyendo en Dios?
Sí, claro, siempre voy a seguir creyendo en Dios. Religiosa, no; pero espiritual siempre fui y lo seguiré siendo.
No se resintió al no recibir el milagro…
A mí no me pasó eso, fue lo contrario. A los 16 entré a un grupo Misión Católica Juvenil y allí me hicieron saber que Dios me amaba y que estaba conmigo siempre. La religión nos ha dañado en muchos aspectos, pero a mí también me hicieron saber que hay un Dios de amor y que nos ama tal cual somos. No es un Dios castigador por ser homosexual o ser transexual.
¿Quién logra sacarla de la depresión?
El terapeuta. Estando en casa sin funcionar dije: “No puedo más, tengo que buscar quién soy”. Abro la computadora y tal cual tecleé en Google, o Altavista, ya no me acuerdo, pero era “Soy mujer, pero nací en un cuerpo de hombre “, era la manera en la que yo lo podía verbalizar, y allí tal cual apareció: “Para las personas transexuales su identidad de género no coincide con su sexo asignado al nacer, etcétera”. Fue una epifanía. ¡Wow, esto soy, y puedo llevar a cabo el cambio! Sí soy una mujer y no estoy loca. Al mismo tiempo, tenía muchos estigmas contra las personas trans que solo se pueden dedicar al trabajo sexual… estas cosas que la sociedad le construye a uno, pero yo no quiero eso para mí pensé.
Allí en esa misma página estaba la Asociación de Sexualidad, y yo llegué tal cual a la dirección y toqué sin haber hecho cita. Les dije: “Ayúdenme, por favor, estoy y me siento muy mal”. Me mandaron con el doctor Eusebio Rubio, el director de la asociación. Desde la primera sesión le dije que creía que era una mujer trans, “lo acabo de leer”. En ese entonces me llamaba María, como mi mamá, y me dijo “vamos a hacer una serie de estudios, hay que hacerlos, es el proceso para ayudarte. No te puedo mandar a que te hormonices así tal cual, porque es peligrosos para tu salud”. Y en una sesión de terapia con él me quitó la depresión. Me dijo: “Te puedo dar medicamento o te puedo mandar a hacer un ejercicio que no te va a gustar”. Dije que no quería medicamento y me puso a escribir mis memorias desde que tenía uso de razón, de dónde estaba y cómo me sentía. “Estoy en casa de mis papás, estoy cantando y me siento una niña” y con ese simple ejercicio la depresión se me quitó. Yo regresé con él totalmente cambiada, con una paz interior que no había sentido durante 28 años. Fue una de las mejores sensaciones de mi vida.
¿Cuál era el siguiente paso?
Él me dijo que sí, que era una mujer trans y que había que seguir con los exámenes de neurología si lo que quería era operarme. Y allá voy a pagarlos, que eran costosísimos…
Morganna guarda silencio y regresa con una carcajada y dice “¡qué pesado!”. Y le pregunto ¿de qué se acuerda?
De que no tenía para comer. Me acordé de la parte laboral porque terminé la carrera, pero siempre me gustó el pop. Pero cuando terminé dije quiero cantar pop, y la ópera en la que estaba se deshace. Me quedé sin trabajo y fue tremendo. Ganaba muy poco a la semana porque llegué a un club nocturno donde se presentaban chicas trans y empecé a cantar pop allí. Se llama Casa Club Roshell.
¿Cantaba o hacía «lip sync»?
Yo cantaba.
¿Era la envidia de todas?
Jajajajajja… sí. Cantaba Amanda Miguel, Rocío Dúrcal. La dueña que se llamaba Roshell Terranova fue la mujer que tal cual me recibió y me apoyó desde el principio como una mujer trans. Ella fue la que creyó en mi como una mujer, una artista; pero también en la ópera antes de deshacerse me apoyaron. Pero luego tuve que buscar trabajo en spa, en salones de belleza donde pensaba que era más fácil conseguir trabajo. En todas me decían que sí, que estaba bien para el trabajo, ya sabes, el estereotipo de que “eres delgada, te ves bien, eres morena, pero eso como quiera”. Yo entregaba mis papeles, pero no había hecho el cambio legal…
¿Y era posible en ese momento en México cambiar los papeles de identidad?
Tenía uno que hacer un juicio de identidad, ir con el juez, con estudios médicos y hormonales. Decir que “no me hecho la cirugía”, pero lo soy…
Bien argumentado…
En ese entonces todavía revisaban los genitales para poder cambiarte de sexo legalmente.
¿Para qué?
Para saber si podía ser mujer [ríe al recordar lo absurdo]. No llegué a ese punto, pero sí tuve amigas que los doctores las revisaban. Era totalmente humillante, pero no llegué a ese punto porque cuando empecé a hacer el juicio legal yo no tenía dinero para pagar todo eso. Empecé muy lentamente, había una juez que me quería ayudar, pero no tenía la lana, me cobraba menos. Yo ganaba muy poco, como $10 a la semana, y con eso tenía que comer y vivir.
¿Cuánto costaba un trámite?
Era risible, ella me cobraba $200 por el cambio, era nada, pero cómo los juntaba. Por eso te digo, yo no tenía para comer, la pareja con la que vivía que ahora es mi mejor amigo, mi hermano del alma, me ayudaba y yo compraba mis hormonas con lo que ganaba. Prefería dejar de sentir la disforia, prefería empezar con la nueva vida que comer. Fue muy desgastante. Me subía a los camiones a cantar, me tapaba la cara para que no vieran que era un hombre cantando como mujer y se rieran, y me daban para comprar una botella de agua para seguir cantando. Fue una etapa difícil de un año, más o menos.
¿Cuándo tuvo nombre?
Empecé como por cinco nombres de transición. Empecé por Azul, que se parecía mucho a mi nombre anterior. Luego fue Sirena, que me encantaba; María, y luego llegué con Morganna, que es un nombre fuerte. Mi anterior yo es una persona súper dulce y no la persona en el escenario, que es una mujer muy segura de sí misma, es una mujer que sabe que todas las mujeres tenemos ese poder pero que nos lo han arrebatado. Morganna era una mujer fuerte, de la cultura celta, que se preocupaba por sus hermanas, por leer, por prepararse y yo me identifiqué muchísimo con eso. Era la contraparte del mago Merlín en la corte del Rey Arturo y la mesa redonda, pero había sido despreciada por ser mujer y saber demasiado. A mi mamá no le gustó porque ella es una mujer dulce, que también tengo esa parte, pero lo sentía muy fuerte. Me ayudó a buscar muchos nombres y encontré este, que en parte me lo inventé, pero le dije “¿qué te parece Aleizah?” y le gustó.
¿Sus papás lograron superar sus prejuicios?
Sí, les costó, sobre todo a mi papá. Mi mamá se tardó un año. Mi mamá dijo: “eres mi hija o mi hijo, no sé qué es lo que eres, pero te amo y te quiero cerca de mi vida”. Yo regresé y empezamos a llevarnos bien.
¿Cómo se da la parte física más drástica de la transición?
Yo tenía un conflicto con mis genitales desde los 4 años. Yo sentía que eso no iba allí, era una niñita de 4 años preguntándome: “¿qué esto? ¿qué hace esto aquí?”. Me piden que describa cómo me sentía, imagínense que como mujeres mañana amanecen con un pene y testículos pegados allí. ¿Cómo se sentirían? Imagínense que, como hombres, mañana amanecen sin pene… ¿Verdad? Entonces, lo único que quería era que eso no estuviera allí. Después esperé el milagro que ya no estuviera allí y cuando me entero de que hay cirugías, busco por todos los medios para ahorrar, para hacerme esa cirugía. Había buscado médicos en Estados Unidos, en Cuba, en España y finalmente encuentro que el mejor doctor está en Tailandia. Y yo siempre me voy por la vía de lo mejor.
¿Cuánto vale?
Hace 10 años valía $10,000. Yo no tenía modo de juntar esa cantidad, pero yo dije ni modo, y era eso era más el hotel, más el viaje. Buscando doctores en internet encuentro que el pionero es el doctor Preecha Tiewtranon, el que había empezado porque quería la felicidad, porque notaba que muchas mujeres no éramos felices y eso nos daba la felicidad.
¿Viajó y lo hizo?
No tenía dinero. Una amiga siempre había querido que concursara en un miss y yo no quería. Pero me manda que hay un concurso internacional y que me metiera por el premio de $10,000: “Si tú te metes y ganas el concurso te puedes operar”. ¡Oye atrevida! Y concursé en Miss International Queen, en Tailandia, justo donde yo me quería operar. Fui al concurso de belleza para ganar el premio y operarme, fue muy cansado. Ni siquiera había andado en tacones 24/7, pero las chicas que estaban allí eran unas muñecas de todo el mundo y no gané. Me deprimí mucho, pero conmigo se fue un documentalista que me conocía cantando y me dijo: “¿puedo grabar tu historia?”, y le dije que sí porque el mundo tiene que enterarse de lo que una sufre. El grabó todo y sabía que no iba a ganar. Fue y habló con el doctor Preecha: “Hay una mexicana que está aquí que canta ópera. Por favor, vaya a escucharla cantar”. ¡Gracias, Flavio Florencio! La vida, el Universo, Dios, quiso que el doctor Preecha sea amante de la ópera y que nunca hubiera escuchado a una cantante en vivo.
Entonces, fue al concurso de talento, dentro del Miss International, y me escuchó cantar y le dijo a Flavio: “Yo la quiero ayudar. Vengan a mi consultorio cuando acabe el concurso”. Él tenía fe en mí y pensó que iba a ganar y con eso me iba a operar. Cuando no gané, fui toda triste al consultorio y me dijo: “Sé que no ganaste, pero sé que vas a hacer mucho en México y en América por la gente. Vas a hablar y vas a representar a mucha gente. Así que te voy a operar y lo único que te voy a pedir es que cantes en mi congreso mundial que voy a tener para doctores de disforia de género”. ¡Claro que sí, lo que usted diga! Y me operó y no me cobró un peso. Él pagó el posoperatorio, el hotel, y yo canté para los doctores.
Todo gracias a la voz…
Sí, la voz ha sido el mayor regalo que Dios me ha dado.
Morganna, por lo que dice todo es un proceso difícil, a nivel espiritual reconfortante, pero a nivel físico muy duro. Para las mujeres y hombres trans que quieren llevar al siguiente nivel su transición ¿qué les puede aconsejar o decir?
Esto contado así es un cuento de hadas trans. Pero puedo decirles que vayan primero con el terapeuta, tiene que haber un proceso terapéutico-sicológico, no para que les diga quiénes son, sino para que les den armas para enfrentarse a una sociedad que no está lista para respetarnos, para darnos empleo, para los servicios de salud para personas trans. Antes de tomar hormonas, el terapeuta te tiene que recomendar al endocrinólogo. Yo sabía que iba a ser feliz sin pene y sin testículos, pero hay gente que no. De hecho, para operarte en Tailandia tienes que llevar dos cartas de terapeutas que rectifiquen que eres una persona transexual y es un proceso muy doloroso.
¿Qué es lo más difícil a nivel físico de la transición?
El posoperatorio, duele muchísimo. Es un proceso que dura no sé, a mí me dolió como dos meses. Después de eso soy la mujer más feliz del mundo. Es espectacular.
¿Tiene sensibilidad para vivir una vida sexual plena?
El órgano sexual más importante del ser humano, ¿cuál es? el cerebro. Cuando yo me veo ya plena, completa, puedo disfrutar mucho más que antes. Las mujeres trans que logramos operarnos y que realmente lo queríamos con toda el alma y todo el cuerpo, nos sentimos plenas en todos los aspectos: sexual, emocional y físico. Somos quienes siempre supimos que éramos. Por eso, en verdad agradezco cada minuto de la vida al Dr. Preecha.
Una vez se hace la remoción y se hace una reconstrucción de un nuevo órgano, ¿qué pasa en el posoperatorio?
Es muy doloroso porque la vagina nueva no está hecha naturalmente, hacen una vagina y eso siempre va a tratar de cerrarse, es una reacción. Lo que hay que hacer es dilatar eso todo el tiempo para que no se cierre y eso es lo doloroso al principio.
¿Cuánto tarda el cuerpo en entender que el cambio llegó para quedarse?
Yo creo que nunca lo entiende [ríe] porque las primeras dos semanas uno tiene que hacer los ejercicios de dilatación cada dos horas. Cada dos horas estas metiendo una estaca en el cuerpo y esas dos semanas para mí fueron las más dolorosas en toda la vida. Muchas chicas por eso dejan de hacerlo, entonces se cierra o va perdiendo profundidad, o va perdiendo elasticidad.
¿Eso ya lo hace usted en casa?
Sí, el doctor ya hizo su trabajo y jamás tienes que volver para que te revise. Ya quedaste para toda la vida, pero tú tienes que revisarte y hacer esos ejercicios. Después de un mes tienes que hacerlo tres veces al día, después de un año ya es nada más dos veces por semana, ahora mi vida es plena. [ríe a carcajadas] Pero si pasa mucho tiempo sin que haga mis ejercicios de dilatación, o que no tenga un novio que los haga por mí, la próxima vez que tenga relaciones va a ser doloroso. Sí hay que hacerlos con frecuencia para que se mantenga el placer que uno merece.
¿Luego tienen que ir a citas con el ginecólogo?
No, estamos libres de ginecólogo. Lo único que uno tiene que hacer es tener su higiene sexual, el preservativo y ya. No hay más. Soy la más feliz. Solo debo ir al urólogo porque la próstata se queda. Luego ya no hay hormonas, hay dosis muy pequeñas.
¿Por qué?
Porque ya no se genera testosterona al remover los testículos, se va todo. Producimos testosterona y estrógeno en otros órganos, nada más y ya no hay vuelta atrás. Gracias a Dios. Muchas se hacen la orquiectomía, que es la remoción de los testículos nada más, para ya no seguir tomando hormonas, porque afecta al hígado.
Ahora, como mujer trans en plenitud y activista, ¿cuál es su mensaje a las personas que, pese a la información, siguen viviendo momentos oscuros y el suicidio parece la única opción?
Me decían que ya no tenía que hablar de esto, que a mí ni se me notaba, y luego mataron a tres amigas mías: a Gary, Christian y Liset, y a mí me quedó muy claro que yo tenía que hablar del tema y que decirle a la gente: “Ustedes no se han dado cuenta que soy una mujer trans y vean cómo canto y les encantó, y actúo súper bonito. Las mujeres trans existimos y así como me respetan y me quieren a mí todas las demás también se merecen ese trato. No se merecen que hagan chistes de ellas, que las agredan o asesinen solo por ser mujeres trans”. Por eso debo ser visible y levantar la voz, por eso la ONU me invita a ser parte de su campaña Libres e Iguales, me pide actuar, tener un micrófono por la gente de la diversidad sexual. El promedio de vida de las mujeres trans en México es de 35 años, es el segundo país en el mundo con más feminicidios de mujeres trans. Yo cada día, después de los 35, agradezco que puedo seguir viviendo.
Si en este momento hubiera una Morganna como lo fue usted de 15 años, ¿qué le diría para que no busque el suicidio?
Qué vale la pena, aunque hay una realidad dura. Yo sentí la muerte cerca y he vivido cosas que un ser humano no debería de vivir; aun así, digo que cada día que ha pasado después de mi cirugía ha sido el día más feliz de mi vida. Si me hubiera muerto en la cirugía estaría totalmente segura de que habría valido la pena. Luchen por quienes son, porque vivir libremente vale la pena. Yo fui una niña trans, me dicen que no existen, pero yo lo fui y fui “buleada”, atacada, porque en mi escuela no supieron decirles a mis compañeritos que “ella es ella, no él”, “no le pegues por ser afeminado”, pero estamos avanzando como sociedades, lento, pero hay avances.
¿Qué le diría esta Morganna al pequeño de 4 años que tenía cuerpo de niño, pero sabía que era mujer?
Le diría que la va a pasar mal, no le ocultaría eso, pero que va a lograr cumplir sus sueños. Que va a lograr ser esa princesa, esa mujer en el espectáculo, en el escenario, que hablará y defenderá a sus compañeritas, que va a lograr ser esa reina con vestidos bonitos y va a lograr ser feliz.