Primero debemos entender qué es un límite. Según el diccionario, un límite se resume como ‘Punto o línea que señala el fin o el término de una cosa no material; suele indicar un punto que no debe o no puede sobrepasarse’.
Cuando comprendemos que un límite define un punto de llegada que no hay que sobrepasar podríamos pensar que está bien y que respetarlo es muy bueno. Sin embargo, esto es relativo; entonces, debemos comprender que un límite en sí no es bueno ni es malo, todo lo define el contexto.
¿Cómo podemos definir un límite que nos aporte salud mental, efectos beneficiosos para nosotros o las demás personas? Estos son comparados con las leyes de tránsito, leyes de ética y moral, normas de cortesía, leyes estatales, de impuestos, etcétera. debemos respetar esos límites, cumplirlos porque nos benefician a nosotros y a los demás.
También definimos que si rompemos esos límites tendremos consecuencias desastrosas que nos afectarían a nosotros y a los que nos rodean; por eso personas mueren, van a la cárcel o terminan agrediendo a otras, y las consecuencias son inimaginablemente negativas.
Entonces, si sabemos que los límites deben respetarse, ¿cuáles debemos irrespetar o romper?
Los límites son definidos por las creencias que traemos desde pequeños, aquellos que nos aprendemos de la sociedad, la educación, la religión, la familia, etcétera. Es un efecto cascada que mientras más profundo sea más es su valor y este se hereda.
Entonces, ¿cuáles debemos romper? Bueno, es una gran pregunta, pero a grandes preguntas debemos dar grandes respuestas.
Cuando nosotros crecemos, desde muy pequeños puede que tengamos una limitación del estatus, el lugar donde vives, el país donde creces, la educación que recibes o la religión donde se criaron tus padres.
Por ejemplo, si crecimos en un hogar fuerte en palabras y tratos puede que nuestra educación haya sido complicada, con palabras negativas que se marcaron en nuestra mente creyendo que así sería siempre. Ese es un límite que creció, pero debemos romperlo para permitirnos ser lo que pensaron que éramos, pero nos faltaba conocimiento.
Imagínate: creces en un lugar o barrio poco privilegiado con educación limitante, podríamos decir que salir de eso podría llevarnos generaciones y no cambiar la situación en nuestro presente, sino más bien pelear para que la generación que venga pueda hacerlo, pero allí nos limitamos que los cambios son para otros, no para nosotros; entonces, debemos romper ese límite.
Imagina que comienzas con un emprendimiento, crees que las oportunidades ya están dadas en esta vida, como creer en el destino, el horóscopo, la suerte, el azar o el universo, que ellos definan qué harás o qué estás destinado a recibir. Es un límite que te ata, que te limita a romper esas cadenas que no son para ti, más bien son para aquellos que las aceptan.
Pero recuerda: el límite que debemos romper es para beneficio nuestro, pero también de los demás, no solo hacer lo que nosotros queramos porque sería algo desastroso.
Así que levántate, rompe esos límites que tienes en tu mente de decir no puedo, que todo está en tu contra, que los dados ya están tirados, que el universo no lo quiere. Tú eres el único responsable de tus acciones, y si estas son positivas, tendrás efectos positivos. Emprende, crea tu negocio, edúcate, conoce esa persona, vive, pero que todo sea para beneficio de la sociedad.