Banda El Salvador, la apuesta musical más grande en la historia del país, hizo su debut el pasado 15 de septiembre, en el desfile del Día de la Independencia, y David Pimentel, el maestro de la banda conformada por 300 niños y jóvenes de todos los departamentos, se vistió con su traje azul para conversar con «Diario El Salvador» sobre esta iniciativa que está cambiando la vida de la juventud salvadoreña.
Junto a su traje azul, David Pimentel portó su mejor sonrisa que lo acompaña desde que se unió al proyecto que incentiva y motiva a los jóvenes salvadoreños en su pasión por la música. También su sombrero, que forma parte del uniforme de Banda El Salvador, y no faltó su trompeta, para contar la historia de la creación de este ejército de instrumentistas, que impresionaron a los más patrióticos que abarrotaron las calles de San Salvador durante el desfile del 15 de septiembre.
Desde la historia de siete niños que guardaban sus platos de comida para compartirlos con su familia, hasta estadías en la Villa Olímpica con todas sus comodidades, esta es la historia que David Pimentel le contó a este periódico sobre Banda El Salvador.
Cuéntanos, ¿cuál es la historia de Banda El Salvador?
Ha sido un reto grande. Estoy agradecido con Dios por la oportunidad de poder pertenecer a este grandioso proyecto que beneficia a un montón de niños y familias, que tiene un alcance tan fantástico a nivel nacional, el primero en la historia de El Salvador.
Ahorita estamos participando 14 departamentos y hay 15 núcleos (dos en Morazán), hay niños desde los 10 años hasta los 25 años. Esta es una iniciativa que cumplió el Ministerio de Cultura para apoyar a todos los niños instrumentistas del país.
¿Cómo seleccionaron a los niños que forman parte de Banda El Salvador?
Eso fue un proceso difícil. Al inicio no era algo tan oficial, era una iniciativa en la que la gente no creía, ni los instructores, ni los niños y los padres no confiaban. No se lanzó ningún comunicado desde ninguna plataforma, sino que, fuimos nosotros los docentes de diferentes bandas de El Salvador que ya nos conocíamos, ya hemos competido entre nosotros con nuestros proyectos de bandas.
Para este proyecto nos localizamos, nos juntamos y conversamos sobre esta gran oportunidad y cada uno buscó estudiantes con quienes creímos que podíamos tener ese acercamiento para poder trabajar con ellos.
El proceso de selección fue una audición muy compleja, pero equitativa e inclusiva. Cada uno ha aprendido de manera diferente de acuerdo con su instructor y nuestro objetivo fue nivelarlos a todos de manera equitativa.
¿Cómo llegaste a ser el maestro de la Banda El Salvador?
El presidente decidió que El Salvador tendría su propia banda para darle oportunidad a los niños y jóvenes. Tres días después del anuncio me llegó un correo de Walter Ortiz, quien ahora es el director del Sistema de Coros y Orquestas, para hablarme del proyecto y conversamos para echar a andar esta iniciativa.
El plan se detuvo por la pandemia, pero el año pasado ya retomamos el proyecto a nivel nacional. No era algo tan simple como llamar niños y decirles “toquen música”, son pequeñas hormiguitas que forman un hormiguero debajo de la tierra sin que nadie lo supiera. En su momento, ya cuando ves el producto final, es algo fantástico. Ahora que salió a la luz, la gente lo aplaude y le fascina.
Nunca se nos había tratado como se nos ha tratado ahora con este programa tan importante. Nos han atendido con el transporte desde la casa de los niños hasta el lugar de ensayo y alimentación durante las prácticas, esa oportunidad tampoco la habíamos tenido los instructores, de tener incluso las herramientas e instrumentos a la mano.
¿Cuál ha sido la historia que más le ha impactado dentro de Banda El Salvador?
En mi primer ensayo, pudimos notar que había un grupo de siete niños, de Chalatenango, que tomaban sus siete platos desayuno, pero solamente se comían cinco, guardaban dos platos completos en su mochila. A la hora del almuerzo pasaba lo mismo, y en la tarde cuando los mandábamos a casa hacían lo mismo con su refrigerio.
Algunos pensaron que probablemente estaban robando comida, pero simplemente es que lo compartían con su familia, con sus padres, hermanos y hermanas en sus casas, porque nunca habían tenido la oportunidad de comer un sándwich, o un yogurt, por ejemplo. Todo eso lo hemos venido viviendo y dentro del grupo hay historias tan lindas, tan grandes, misteriosas y sacrificadas.
Hay algunos niños que llegan desde Conchagua, La Unión, que se tienen que levantar a las 2:30 de la mañana porque el transporte llega a las 3:00 de la madrugada y son los últimos en llegar a los ensayos. Pero ver sus caras de felicidad es invaluable. Los niños de Banda El Salvador cuentan con todas las comodidades que ninguna otra en la historia del país había tenido.
¿Cómo fue le debut de Banda El Salvador en el desfile del Día de la Independencia?
Cuando nos presentamos en algún lugar nos vemos bien, pero la gente no sabe todo lo que hemos pasado para llegar allí y eso pasa con todos estos niños. Ellos han sacrificado desde la segunda semana de abril hasta el 15 de septiembre.
Sacrificaron tiempo en familia, con sus amigos, en el parque… sacrificaron muchas cosas para integrarse al proyecto, incluso han sacrificado los domingos, porque la banda se convirtió en su religión.
Los chicos, desde el campamento, dos días antes del desfile nos concentramos en la Villa Olímpica en donde nos adjudicaron. Desde ver la ilusión en sus ojos hasta ver como se emocionaron por sus cuartos. La banda no había tenido la oportunidad de ir a un hotel y ver una carta esperándoles en la cama y que dijera “el presidente de la República” te regala estadía en este lugar digno.
En su maleta solo debían llevar los uniformes que Banda El Salvador les ha dado, no tenían que traer más que eso, porque lo demás los esperaba en su habitación, lo que iban a vestir durante el desfile de Independencia que los iba a representar frente a todos.