El místico alemán Johannes Tauler solía decir: «Algunas personas temen tanto a la crisis que la rehúyen». Pues bien, esta máxima sin duda es una sentencia venida desde la observación rigurosa de la realidad interna humana. La mayor parte de la población humana huye de su propia sombra, pues la considera un verdadero peligro para su prosperidad y el noble destino deparado para su existencia corporal y espiritual.
De tal suerte que la sombra se convierte en recuerdos, pesares, peligros, temores, rencores, entre otras circunstancias adversas que quitan, a simple vista, la paz del alma. Sin embargo, menos cierto es que la sombra de uno mismo carece de existencia real y solo se mantiene detrás, ya sea por la propiciación normal del sol o por una autodestrucción mantenida inconscientemente.
Ahora bien, es necesario comprender la naturaleza a este miedo programado. Juan Crisóstomo al respecto planteaba: «Nadie puede hacerte daño, si no tú mismo». Ciertamente, el mayor de los males y de los sufrimientos tiene su asidero en uno mismo, es decir, uno mismo lo convoca y uno mismo lo mantiene. Le da vida y casi nunca le da muerte. Por ello, se necesita ineludiblemente tener consciencia de esta realidad interior que consume.
Es así como determinar la causa real del sufrimiento que aporta la propia sombra es fundamental para irle dando una sepultura adecuada y digna. Dejar ir ha sido el baluarte en la enseñanza espiritual, mística y filosófica de todos los tiempos; sin embargo, parece que sigue careciendo de sentido para la mayor parte de la población humana que mantiene una postura de autosuficiencia en su propia existencia, a veces enraizada.
Las sagradas escrituras cristianas en la Carta a los Filipenses 4:6-7 expone: «No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús». Esta es una verdad venida de la mismísima Verdad; el temor es inconsistente con la gracia y confianza en Dios.
Por ende, no se mantenga en ese estado de destrucción innecesaria, no hay sombra que dañe ni pasado que muerda; es una irrealidad a la que le damos categoría de verdad sin serla. Se debe comprender que la grandeza humana consiste precisamente en su capacidad de «resetearse» y continuar, pero cuando anclamos lo vivido como una carga más, entonces carece de sentido el vivir en realidad.
Pero bien, es un consejo sencillo de alguien que a lo mejor no tiene mayor importancia en su vida, pero quizá, y solo quizá, debería considerarlo, pues al final el ser humano lo que busca es paz y felicidad; pero si no pone los medios y el entendimiento en su cotidianidad suele volverse sin sentido la propia vida y toda su belleza. Al final la evolución suele darse por contradicción, entonces considere la crisis como vida y no como sombra.
Recuérdelo pues, confíe en su vida interior y sepa que la sombra solo es consecuencia del sol y no una realidad fenoménica que atenta contra su vida y su paz.