Recordando a Alberto Masferrer
Inicio de un año verdaderamente nuevo en nuestra historia, considerando la nueva fisionomía arquitectónica, económica, social, política, vial, seguridad, paz y mil aspectos más que no es porque surjan de la magia de un nuevo conductor en el Gobierno, porque no ha sido magia, y ni siquiera fue necesario encontrar nada extraordinario para realizar los cambios, que siempre estuvieron ahí disponibles para quien tuviera la honestidad y la voluntad para realizarlos. En toda la historia de El Salvador nadie tuvo el más mínimo interés en crear un nuevo país, siquiera darle una oportunidad de cambio de rumbo hacia la prosperidad.
Todos ambiciosos, descaradamente corruptos y/o dictadores, o en los casos más recientes cómplices compartiendo con la criminalidad y la depredación del pueblo. No, no se necesitaba un mago, sino algún político decente que amara realmente a su pueblo, sus congéneres. No se requería de grandes próceres, estadistas universales, superhombres; solo alguien honesto que tuviera una visión de progreso para su país, que se amara a sí mismo y proyectara ese amor hacia un destino mejor para la tierra que habitaba.
Y es que quien no se ama a sí mismo nada puede dar a quienes están en su entorno: «Mal está su alma, perversa estará su condición humana», no se puede esperar nada, y menos un pueblo gobernado por esos seres llenos de codicia, insensibles a las adversidades que sufre un pueblo donde son usurpados sus derechos, sus sueños, las oportunidades de vida que debe garantizarle el Estado.
Bastaba un ser humano desprovisto de esos vicios y desviaciones para que enfrentara la verdadera razón de un proyecto político que impulsara a nuestro país al futuro, que nos dejara respirar aires de libertad, seguridad y confianza en ese proyecto y en poco tiempo se dieran las bases para el emprendimiento y realizaciones. No un mago, no un genio, sino un ser humano dispuesto a hacer lo mejor para su país, lo más conveniente a sus procesos de desarrollo y progreso.
Y estamos a muy pocos días para confirmar, reafirmar, darles concreción y seguimiento a esos proyectos de transformación, de avance hacia un nuevo destino para El Salvador que propuso y dio marcha irreversible Nayib Bukele cuando llegó a la presidencia en 2019. Apenas cuatro años de trabajo perseverante y con la genialidad de romper, primero, el cerco que habían construido de altas murallas los gobiernos anteriores en complacencia con los sectores insociales que tenían secuestrada nuestra vida. Cuatro años indetenibles al servicio del pueblo, construyendo, creando, estableciendo magníficos lazos con quienes viniesen a aportar sus esfuerzos, sus recursos y su voluntad para crecer, darle a El Salvador un nuevo rostro, y sobre todo nuevas esperanzas en función de una mejor educación, salud, trabajo; principalmente seguridad y confianza en sus propuestas políticas para adecentar las leyes constitucionales de la república poniéndolas en manos de políticos responsables, dirigentes y directores del Estado responsables ante las comunidades.
En un libro fundamental de Alberto Masferrer, «Leer y escribir» y «El mínimum vital» (1915/1929) dice: «Tal como la vida se halla organizada en nuestros tiempos, un pueblo analfabeto será sin remedio el esclavo de un grupo de perversos de su propio suelo, o la presa fácil de cualquier nación poderosa que desee absorberlo o dominarlo».
Ahí están en estos cuatro años las reformas educativas, reconstrucción de centros escolares, aporte de miles de computadoras, mejoras, revisiones y renovación en los cuadros de educadores y direcciones escolares. Esa maravillosa y nueva biblioteca nacional, los CUBO ubicados en diferentes comunidades, un centro de atención ciudadana, biblioteca virtual, bolsa de empleo, desarrollo comunitario y social. Eso es desarrollo, no lo es todo, no se ha hecho todo lo que necesita nuestro pueblo en educación, en un atraso de 500 años, pero es un inicio, es una señal de que al fin un Gobierno pone su interés en esa necesidad «vital» para la grandeza de El Salvador: «Leer y escribir».
Alberto Masferrer, en su libro, señalaba, allá por los años veinte, una escala de valores suficientes, «mínimos para satisfacer las necesidades primordiales, vitales, supremas, sin cuya satisfacción no hay más que debilidad, degeneración y aniquilamiento» de nuestro pueblo con solo 1.ª trabajo higiénico, perenne, honesto y remunerado en justicia; 2.ª alimentación suficiente, variada, nutritiva y saludable; 3.ª habitación amplia, seca, soleada y aireada; 4.ª agua buena y bastante; 5.ª vestido limpio, correcto, y buen abrigo; 6.ª asistencia médica y sanitaria; 7.ª justicia pronta, fácil e igualmente accesible a todos; 8.ª educación primaria y complementaria eficaz, que forme hombres cordiales, trabajadores expertos, y jefes de familia conscientes; 9.ª descanso y recreo suficiente y adecuados para restaurar las fuerzas del cuerpo y del ánimo».
Sencillo, así de simple, solo eso basta, así mostrado en palabras nobles, lo que un gobernante tiene que procurarle a este pueblo para lograr su felicidad, y nunca nadie antes siquiera lo pensó poner en práctica, porque les bastaba con su codicia.
Y prosigue Alberto Masferrer: «¿Es posible facilitar y aun asegurar a todos los habitantes de la nación ese mínimum de vida, sin el cual toda existencia es un fracaso, toda criatura humana degenera y se bestializa? Sin duda que lo es, puesto que se realiza constantemente en la familia. Toda familia normalmente constituida atiende, en primer término, a obtener y mantener para cada uno de sus miembros el mínimum vital…».
Pequeñas cosas que hacen felices y que nadie en toda la historia se preocupó por cumplir a cabalidad. En apenas cuatro años, con un poco de esfuerzo y un poco de voluntad, se ha logrado iniciar, aportar, resolver las trabas para lograr estos beneficios para el pueblo salvadoreño. Nadie podrá negarlo y ya se siente positivo que en las generaciones políticas venideras esas obstrucciones superadas para el desarrollo, esos intereses de clases dominantes, del poder capitalista, ya no podrán detener nuestra superación permanente como país; por el contrario, todos tendrán que aportar sus esfuerzos.
Estos cuatro años son un ejemplo tácito de lo que puede hacerse desde un gobierno realmente del pueblo y para el pueblo: Darle al pueblo ese mínimum vital para tener reales esperanzas de vida y futuro para sus hijos.