Fue un día como hoy: 19 de julio de 2003. Tras algunas temporadas grises y ante la falta de un referente de calidad en la plantilla, Joan Laporta, entonces recién elegido presidente del Barcelona, cumplió una de sus promesas de campaña: fichar al brasileño Ronaldinho, quien llegó procedente del PSG por un valor aproximado de 27 millones de euros.
A Ronaldinho le reservaron el dorsal 10 y se le presentó como la gran figura de un Barcelona que prometía un cambio radical. Desde su llegada, el brasileño derrochó su calidad como en aquel partido de 2003 ante el Sevilla, jugado a la medianoche española, cuando rescató al equipo con un misilazo al ángulo tras una enorme jugada individual.
El fichaje de Ronaldinho marcó el inicio de la construcción de un equipo altamente competitivo, que se complementó con la llegada de Samuel Eto’o, gran goleador del Mallorca; Ludovic Giuly, extremo francés del Mónaco; Deco, el gran líder de la mediacancha del Porto campeón de la Champions League de 2004 y, finalmente, con el despegue de figuras como Xavi Hernández, Carles Puyol, Rafael Márquez y el ascenso de jóvenes como Andrés Iniesta.
Ronaldinho dejó todos los destellos de su magia vestido con la camiseta blaugrana, equipo en el que militó de 2003 a 2008, jugando 207 partidos oficiales en los que marcó 94 goles y repartió 71 asistencias, contribuyendo a que el Barcelona se alzara con la UEFA Champions League de 2006 y formando un temible tridente con Samuel Eto’o y con el francés Ludovic Giuly, quien dejaría su lugar a Thierry Henry posteriormente.
Dentro de su legado en el Barcelona, Ronaldinho dejó los cimientos para edificar la figura del argentino Lionel Messi, a quien, curiosamente, le dio la asistencia para su primer gol como profesional, protagonizando la icónicamente imagen de Messi celebrando sobre los hombros de Ronaldinho, una postal que significó el legado del brasileño al argentino como próximo 10 blaugrana.