Es a través de los libros que he viajado mucho, me han permitido, como dice Joaquín Sabina, «colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré». Hoy leo más que nunca, ya no como un simple lector, sino buscando el desarrollo de mis habilidades en la escritura.
Gracias a mi colaboración en la revista llamada «Escenarios», tuve la oportunidad de conocer a Rafael Menjívar Ochoa, quien impartió un taller de diagramación de revistas. Rafael es considerado por muchos el novelista contemporáneo más prominente del país y el máximo representante del género de novela negra. Vivió en México por 23 años, donde ejerció también el periodismo. Ha sido ganador de diferentes premios. Además de ser él traductor, su obra fue traducida a diferentes idiomas y nos dejó como legado La Casa del Escritor, donde habitó nada más ni nada menos que Salarrué.
A diferencia de muchos, que se consideran «tótems» de las letras en este país cuando son buscados por quienes se inician, Rafael se tomó el tiempo de leer mi primer cuento, que paradójicamente se llamaba «La promesa de una golondrina». Un texto fuertemente influenciado por Oscar Wilde, del cual solo me brindó dos consejos, el primero: «Debes contarme algo que nadie me ha contado», y el segundo: «Antes de sentarte a escribir debes leer mucho». Lamentablemente, falleció el 27 de abril de 2011. Imagínense el júbilo de ver el grado de aceptación que tienen sus novelas negras por parte de los asistentes a la feria del libro que se llevó a cabo este fin de semana en el Palacio Nacional, como parte de la gestión cultural del Gobierno actual.
En esta feria se reunieron diferentes casas editoriales independientes y distribuidoras de libros; entre ellas: Alkimia, Dos Alas, Índole Editores y Falena Editores. Estos últimos son quienes están haciendo la noble labor de publicar la obra de Rafael Menjívar Ochoa. «Réquiem para una señora sin canas» será presentado en los próximos días. Bienaventurado aquel libro que termina en las manos de un lector. Se me acercó una española muy interesada en el material de Jorge Galán, así como muchos de los asistentes se llevaban libros consigo. En esta feria podías encontrar poesía, novela, historia y, lo que más despertó interés, literatura infantil.
Debería ser imperante despertar el amor por los libros desde la niñez. Fue mi padre quien lo fomentó con el solo hecho de poseer una pequeña colección de libros. Si no tenemos para comprar un libro nuevo, en el centro existen ventas de libros usados. Además, sobreviven espacios donde aún podemos llegar a leer libros, la Biblioteca Municipal del Mercado Cuscatlán, la Casa de la Cultura del Centro, por ejemplo. Aquí es donde cobra relevancia el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional, que será la más moderna de la región y un bastión para incentivar la lectura. Un libro puede cambiar una vida, muchos de ellos, un país.