Toby júnior, pastor general del Tabernáculo Bíblico Bautista Amigos de Israel Central, considera que la situación de seguridad en El Salvador ha mejorado desde la implementación del régimen de excepción, lo que se ha evidenciado con la reducción de hechos delincuenciales que cometían las estructuras criminales, como los homicidios y las extorsiones.
El líder religioso lamenta que haya sectores en el país que se oponen a las medidas de seguridad que impulsa el Gobierno del presidente Nayib Bukele, y afirma que esto tiene un trasfondo político. Instó a la población salvadoreña a cerrar filas en favor de los esfuerzos en seguridad pública y unirlos para vivir en un país más seguro.
¿Qué opina del clima de seguridad pública que se vive en El Salvador con el Plan Control Territorial, que inició en 2019, y con el régimen de excepción, que está vigente desde el 27 de marzo pasado?
Al principio muchos creímos que era más de lo mismo. Más de lo mismo con Mano Dura y Super Mano Dura, y frases como «se les acabó la fiesta». Con el pasar de los meses comenzamos a ver cambios en diferentes formas y zonas. Fui invitado por algunos muchachos de la iglesia que viven en comunidades especiales a conocer la construcción del CUBO.
Vimos lo que los CUBOS hacían y lo que pretendían hacer. Ahí comenzamos a ver cierto cambio en la actitud del joven, donde ya el que patina en la colonia, hablo con patines de patinar, no era un criminal, sino que había un espacio para ellos. Luego los homicidios se calmaron por un tiempo, y de repente vino un repunte.
Yo no entendía qué estaba pasando. Desde la óptica que se quiera ver, se le ha buscado una solución al problema, y con este régimen de excepción hemos visto poco a poco, aunque lleva un daño colateral, que las cosas han ido mejorando, a tal grado que en el área que yo laboro, que es en las iglesias, usted puede llegar a predicar a cualquier iglesia sin mayores tropiezos.
Un ejemplo: todos los diciembres, en el tabernáculo de Las Margaritas [Soyapango], el pastor hace una actividad muy bonita, cierran prácticamente la calle y hacen una vigilia. Muchas veces hizo esa actividad con mucha tensión. En uno de esos años, en la pared que estaba frente a la tarima donde íbamos a predicar decía: «Ver, oír y callar».
La actividad comenzaba a eso de las 4 o 6 de la tarde hasta las 12 de la noche. Llegamos nosotros con precaución, viendo cómo estaba la situación, no quiero decir que no hubo temor o miedo. En una oportunidad, frente a ese muro se colocaron ciertas personas que me dijeron que hiciera caso omiso de lo que estaba viendo ahí.
Me dijeron: «Usted siga predicando, aquí no pasa nada». Yo iba con esa tensión de qué podía suceder. Pasa el tiempo y regresé no a esta actividad de diciembre, sino a una vigilia en la misma calle. Yo posteé una foto en redes sociales donde estamos viendo cómo estaban haciendo café en un pasaje y ya no había problemas como antes.
Cuando vamos al interior del país vemos también comunidades desarrollándose como nunca. Ya el cipote se puede poner los tenis sin miedo a que se los roben. La señorita que va a la universidad, que viene desde San Salvador y que tiene que tomar dos o tres buses para llegar a su casa, puede llegar a horas no hábiles sin temor a sufrir un asalto, aunque todavía hay pillos y rateros.
A nuestra comunidad de iglesias, que andará por unas 500 en El Salvador, le digo: «Pastor, ¿cómo le fue en la vigilia?», y me dicen: «Pastor, supertranquilo». Así nos damos cuenta de que las cosas han ido avanzando.
¿Qué mensaje les puede dar a aquellos sectores escépticos del trabajo del Gobierno en seguridad?
Comenzaría preguntándoles de qué viven. Porque si vivían de la extorsión, se fregaron. Si vivían de las empresas de seguridad, se fregaron. Los dos extremos están mal, porque uno daba cobertura a una necesidad que era casi básica, y el otro estaba viviendo de los frutos de lo malo. Mi humilde recomendación es que bajemos las banderas políticas.
El país no pertenece a un partido político, nos pertenece a todos. He estado escuchando de la gente que se opone, y no entiendo por
qué se opone a que las cosas se corrijan, no entiendo cuál es el dolo en esto, y solo puedo decir que el dolo netamente ha de ser financiero o político.
La gente que se opone, como no halla por dónde apretar botones, comienza a hacer marchas. Yo le diría a la gente que está en este proceso que nos acerquemos un poco más a la realidad de todos y que pongamos nuestra barba en remojo para que este asunto siga avanzando de la manera correcta. Bajemos las banderas financieras, bajemos las banderas políticas.
¿Considera que hay respeto a los derechos humanos y garantías constitucionales?
Sí. Voy a hablar del respeto dentro de un centro penitenciario. Por mucho tiempo, los encargados de los centros penales creyeron que eran dioses y que eran los faraones de un pueblo esclavizado.
Ahora al reo se le trata con respeto. Los custodios han sido capacitados. Hemos visto su cambio de actitud. No ignorando que tenemos un uen ambiente, pasamos una etapa difícil también, que son los benditos derechos humanos.
Yo comparto al 100 % la opinión de los que dicen que los derechos que tenemos que cuidar son los de los ciudadanos formales y honestos antes que los del que infringió la ley.
No puede ser que las dos cosas estén al mismo nivel. Yo entiendo que hay derechos, pero antes hay deberes, y mis derechos inician donde terminan mis deberes.
En los diferentes centros penales que me han permitido ir a predicar se trata de tener todo como se tiene que tener, desde una nutrición correcta, atención médica, atención odontológica, atención psiquiátrica, atención psicológica y atención digital.