La gran capital del país es sin dudas la ciudad más grande del país, la más poblada y la más compleja de todas, desde el ornato público, el sistema de transporte, la recolección de los desechos sólidos, los servicios públicos, los espacios públicos de esparcimiento y áreas abiertas comunes, la vida cultural y un largo etc. Por ello, se convierte en el municipio más complejo de administrar, pero adonde se demuestra el verdadero talante y visión de quienes la administran en términos de darle solución a las demandas grandes y cuantiosas de sus pobladores. Siendo también la municipalidad del país que más ingresos recibe en términos de recaudación y transferencia de recursos, también representa un verdadero desafío administrativo la inversión pública municipal que se haga con dichos ingresos, por lo cual el espacio para una administración visionaria se vuelve simplemente inconmensurable, pues los problemas que se plantean pueden tener soluciones audaces que pueden impactar de tal forma en las vidas de los pobladores, que no sólo representen soluciones a la inmediata, sino soluciones de largo plazo, audaces, disruptivas, vanguardistas e innovadoras.
Por años la ciudad capital fue mal administrada, con alcaldes y concejos municipales incompetentes, ineptos, faltos de visión de largo plazo, sin ideas innovadoras, sin actitudes disruptivas, en fin, sin capacidad de visionar una ciudad moderna, de avanzada, próspera, con pujanza económica, con espacios públicos de primera línea, etc., pero lo que sí hicieron fue replicar a nivel municipal los esquemas de corrupción, despilfarro y derroche que se hacía a nivel de los gobiernos centrales. Básicamente llegaron a administrar crisis -y por cierto mal administrada-, corruptamente administrada vale decir. Resultado: Una ciudad caótica, desordenada, sucia, sin un centro histórico del que sentirse orgulloso, insegura, derruida, en el abandono y con servicios públicos municipales de mediocre a inexistentes. Y sin dudas no fue por falta de ingresos o recursos (como no fuesen los mentales), sino por lo que ya mencioné, ineficiencia, inoperancia, incapacidad y sobre todo corrupción desmedida.
Fue así, casi desde el inicio de la historia de la ciudad, pero en los gobiernos municipales de la posguerra, adonde se esperaba que la administración de la ciudad mejorara, ocurrió lo mismo con los gobiernos de arena (en minúsculas) y con los gobiernos “del cambio” del fmln (en minúsculas también), todavía con un agregado más: Una tremenda burocracia ineficiente e incapaz, quizá con la excepción del finado Héctor Silva (padre por supuesto, que es del único que vale la pena hablar), pero con un entorno partidario que poco le dejó hacer de lo que en buenas intenciones se propuso.
Todo lo anterior ocurrió así, hasta que llegó la administración del ex-Alcalde Nayib Bukele, hoy presidente de La República. Hay un antes y un después de la administración del alcalde Bukele y su Concejo Municipal, pues a partir de entonces se da una ruptura con el pasado y se comenzó a tener visión en grande de la ciudad y a implementar formas audaces, innovadoras y disruptivas de solución a los problemas y necesidades de los habitantes del municipio capital. Pero, sobre todo, a desmontar y a desterrar esquemas de corrupción municipal enquistados de larga data en la Alcaldía mayor. Se comenzó con un proceso de ordenamiento público municipal sin precedentes, se implementó el programa de una obra por día (y se cumplió hasta el último día de la gestión), se entabló una relación directa y honesta con las comunidades y sus problemas, se le devolvió el corazón histórico de la Ciudad -ya remozado, restaurado y embellecido- a sus habitantes, lo cual revitalizó la vida cultural diurna y nocturna del centro de la ciudad; se modernizó y eficientizó la recolección y tratamiento de los desechos sólidos, se crearon programas de cultura y arte en general, y todo eso con tres aspectos necesarios de resaltar: Sin disparar ni un tiro o agredir vendedores reordenados, con casi el mismo presupuesto que los que le antecedieron, y sobre todo con un gobierno central adverso, que lejos de colaborarle le intentaba bloquear de muchas maneras la gestión municipal. Pero ya desde ese primer momento comenzó a ser evidente que con ideas de avanzada, honesta intención de beneficiar única y exclusivamente a la población y no los bolsillos de los administradores de turno -como hicieron los predecesores-, se puede lograr tanto en tan poco tiempo, tanto con casi iguales recursos, tanto con un gobierno central adverso, pero además ya desde este momento comenzó a ser evidente lo que después se convirtió en un eslogan estandarte: Que el dinero alcanza, cuando nadie roba. Continuará…