Cualquiera esperaría encontrar en un joven una mentalidad receptiva, abierta y progresista, pero eso lamentablemente no se vislumbra por ningún lado en los dos únicos representantes de VAMOS y Nuestro Tiempo, dos diputados relativamente jóvenes, pero con una manera de pensar retrógrada similar a la de los vetustos dinosaurios de ARENA y del FMLN, y, además, con la misma consigna: oponerse a todo sin proponer nada.
Siempre he pensado que son el mismo vino viejo servido en copa nueva, que son adoradores de dioses neoliberales que ya están en el ocaso, que son otro intento fallido de los mismos de siempre en su infructuosa lucha por regresar al poder.
Quizá lo que mueve a estos dos diputados a proceder de esa manera, además de sus intereses personales, son sus propios orígenes, pues uno de ellos es hijo y nieto de dos personajes oscuros, respectivamente, pertenecientes a la vieja derecha y señalados en sonados casos de corrupción, mientras que la otra es la incondicional alumna de un acérrimo opositor al Gobierno acusado de recibir sobresueldos.
La verdad es que da mucha pena ver a gente joven defendiendo sistemas arcaicos e ideas y conceptos cuyo desfase es evidente, todo con el fin de regresar a los tiempos en que sus padres o sus mentores tenían poder o gozaban de fraudulentos beneficios.
Antes de las elecciones legislativas y municipales del año pasado escribí un pequeño artículo en el que hice un abordaje sobre el riesgo que, según mi manera de ver, corrían VAMOS y Nuestro Tiempo al estar alineados a partidos en plena decadencia, refiriéndome a la dupla ARENA-Frente. Allí vaticiné que estos podrían morir incluso antes de nacer a la vida política.
Sin embargo, la población decidió darles el beneficio de la duda permitiéndoles una mínima representación. Ahora, al verlos en la Asamblea Legislativa negando su apoyo para la mayoría de las iniciativas que van en beneficio de la gente, pienso que esa duda está aclarada y que en las próximas elecciones ya no tendrán oportunidad.
Imagino que la vieja clase política, ya desplazada, pensó en utilizar a estos nuevos partidos y a sus miembros como caballos de Troya para intentar volver al poder sin ser detectados. Sin embargo, de haber sido esa la idea, se equivocaron, porque este pueblo ya los conoce y sabe cómo descubrirlos sin importar el disfraz que se pongan.
Cuando en esta columna me refiero a esos dos diputados como vino viejo no estoy hablando del vino añejo y noble, sino de un vino rancio que no llega ni siquiera a vinagre. O sea, un vino echado a perder.
Quiero decir, ya para terminar, que aunque sé que los referidos parlamentarios no leen este periódico porque no les es de su agrado, me daría mucho gusto que algún diputado de Nuevas Ideas hiciera llegar a sus curules un par de ejemplares en los que se publique este artículo para que sepan lo que la gente siente y piensa de sus actuaciones, que desde el inicio de esta legislatura han sido deplorables.