El pasado 7 de febrero se cumplió 32 años desde la génesis de Las Nenas de Caña, la primera agrupación femenina en El Salvador, que a finales de los ochenta se volvió un ícono de la moda con las botas altas y los atractivos trajes. Las niñas de aquel entonces veían a las cuatro jóvenes integrantes como un modelo a seguir, ya que no solo eran cantantes, sino que estaban rompiendo infinidad de tabúes que se tenían sobre las mujeres. Rolando Aguiñada, gerente y productor de Las Nenas de Caña, tampoco se imaginó que la agrupación crearía un antes y un después en el ámbito musical femenino.
¿Cómo nacen Las Nenas de Caña?
En mayo de 1989, junto con mi hermano Jhosse Lora, decidimos hacer una agrupación que fuera diferente en el medio. Decidimos traer a las Chicas del Can a El Salvador y de ahí agarramos la idea de hacer una agrupación que realmente le diera realce a la mujer.
En ese entonces ya había cantantes, pero salían con grandes vestidones. Se nos ocurrió hacer un grupo cien por ciento femenino, hicimos Las Chicas de Caña, donde todas las chicas tocaban instrumento y también tenían la delantera, es decir, eran cantantes. Fue difícil porque no había chicas que tocaran batería o bajo. Nos fuimos al bachillerato de antes y contratamos a profesores que les enseñaran. En noviembre de ese año lanzamos la primera canción, «La yuquita», la cual fue un éxito. Luego vino la ofensiva y paró todo.
Pero ¿esa pausa sirvió para reestructurar?
En enero [de 1990], que las cosas comenzaron a reactivarse, nos preguntamos qué pasaría si alguna sale embarazada, con lo que nos había costado armar el grupo; entonces, decidimos no complicarnos y buscamos solo la delantera, solo las cantantes, y cambiamos el nombre a Las Nenas del Grupo Caña. El grupo se iba a llamar Caña y las nenas eran la delantera. Y así, el 7 de febrero de 1990, hicimos la primera actuación como Las Nenas de Caña. En abril de ese año estábamos haciendo la primera gira. Con eso les digo todo.
¿Cuántas giras han hecho?
Se han hecho hasta el momento 50 giras a Canadá, Estados Unidos, México y Centroamérica. Solo a Panamá no hemos ido.
¿Y el nombre de dónde surge?
Es la unión de dos cosas. Caña es una fruta, es dulce, azúcar, y también es un instrumento de música tropical… ¡y así son Las Nenas Caña! Nosotros teníamos un eslogan que se mencionaba al inicio de las canciones: «El dulce ritmo con sabor a caña, las Nenas de Caña». Prácticamente fue la unión de los nombres, que acompañaba la dulzura de la caña y el ritmo tropical que hacía el instrumento.
Caña se convierte en la primera agrupación de mujeres…
Históricamente hizo un antes y un después en El Salvador. Potenciamos el talento femenino en el país. Nosotros sabíamos que había, pero nadie se atrevía a sacar algo así, y, gracias a Dios, se ha mantenido. Quizá fue como escuela, muchos ahorita tienen un formato similar.
También impusieron moda en las jóvenes de ese tiempo por el tipo de vestimenta que usaban, sobre todo las botas.
Esta cosa de la botas surgió en el camino para hacer algo diferente. El problema en las mujeres era por la pantorrilla, algunas eran delgadas y otras no, y era difícil porque no vendían botas. Encontré a un zapatero que le llevé la idea y él las fabricó. Nosotros le hacíamos el diseño de las botas, todas distintas, hasta con flores.
[Sandy Aguiñada es hija del ahora gerente y productor del grupo. Es una chica ex-Caña y comparte la grata experiencia de cantar con el grupo, el que ahora dirige].
¿Cómo surge la idea del vestuario?, porque Las Nenas de Caña vinieron a mostrar más de lo que se creía permitido.
Sandy: Fue una revolución, prácticamente, porque decían que una mujer estaba de adorno, para que se viera bonita o para que solo mostrara su voz. No se tenía la confianza de que solo mujeres pudieran llevar un «show» completo, porque en Caña aparte de la voz es importante el baile, la interacción, la animación, y tenían eso de menos, pero se demostró que solo mujeres pueden llevar el «show» y a veces mucho mejor.
¿Cómo surge la primera generación?
Rolando: Hicimos audiciones. Dentro del primer grupo que hicimos, que eran Las Chicas de Caña, la única que quedó fue Chini Cárcamo, de Zacate; otra que estaba dentro de la agrupación fue Wendy Linares, pero la pasamos para Lora con mi hermano. Fue difícil porque era algo nuevo; hoy es fácil porque ya saben quiénes somos. Así fue como llega Marisol, Jessi, que era de San Miguel, y Vicky, que era de familia circense. Así fue que formamos la primera generación. Ocho años estuvieron.
Imagino que luego cada una empieza a tomar su rumbo…
Así es, hay cuestiones que yo estoy bien consciente. Ellas [las actuales nenas] están dando su talento y van a dar más, pero llega el deseo de casarse y ya hay otra persona con la que se toma decisiones. Marisol y Jessi por eso se salieron, porque se casaron.
¿Aparece una segunda generación?
A ellas las contacté como a las primeras. Allí entran Lilian, Kenia, Karen y Suyapa. Salen las dos últimas y entran Esmeralda e Isis. Se quedan cinco años y forman la tercera generación. En ese cambio también entra Sindy. Y así, sucesivamente.
¿Quiénes de sus hijos se integran al grupo?
Tengo tres hijos, los tres han tenido que ver con Caña. La mayor estuvo en la primera generación, poco tiempo, de allí viene el varón que todavía está, desde los 17 años lo integré, es percusionista, y Sindy, que estuvo 12 años. Ya en 2018 decidimos darle espacio a nuevos talentos.
¿Hubo algún acuerdo para ceder los espacios?
Algunas veces, así como hice en 2017. También cuando hice de la primera a la segunda llegué a un acuerdo. Pusimos fecha y todo, pero el problema es que había bastante compromiso tanto aquí como fuera, hubo que planificarla.
¿Cómo decide integrar a Sindy en la agrupación?
Fue casi una emergencia, tenía programada una gira y ocho días antes me dijo una que no podía ir porque tenía un compromiso matrimonial y la pareja no la dejaba ir. Yo le dije a Sindy que tenía que ir, indirectamente estaba involucrada porque miraba todos los procesos. Le dije «solo vamos a la gira y después se integra a su vida normal», pero se quedó.
En cuanto a la música, ¿las canciones son propias o versiones?
Lo que les hacemos son arreglos. Hemos hecho arreglos originales y «covers». Hay de las dos.
Varias de las canciones fueron creadas por Jhosse Lora, ¿es así?
Él fue parte de los arreglistas. William Ramírez también me aportó bastante, incluso dentro de la agrupación. Chini, que era de Zacatecoluca, aportaba canciones, había talento, también algunos músicos aportaban.
A pesar de ser canciones de los noventa, ¿el público siempre las pide?
Siempre las piden y siempre las tocamos porque es parte de la historia del grupo. Y aunque la gente no las pida, les gustan. Como son 32 años, hay varias generaciones que se identifican.
Para los 31 años de aniversario, entiendo que crearán algo especial.
Sí, se está planificando hacer una producción diferente en todo lo que se ha hecho durante estos años, cada quien va a tener una interpretación; o sea, entre las cuatro la van a cantar, van a tener una estrofa propia.
El rechazo y el éxito del «Gaty Zumbao»
Una de las canciones más exitosas de la primera generación de Las Nenas de Caña fue el «Gaty zumbao». Rolando Aguiñada cuenta que desde el momento en que William Ramírez la hizo, se le entregó al publirrelacionista para que la diera a conocer por medio de los diferentes medios de comunicación.
¿La canción no se promovía porque a su publirrelacionista no le gustaba?
Decía: «¡Mira lo que ha grabado este Rolando con Las Nenas, una canción de niños!», y realmente no es así, lleva un mensaje. Nadie la puso, ni una radio. Nos reunimos con un productor e hicimos un guion, y son de las cosas que Dios le pone a uno en el camino. Yo nunca había ido al Teatro Nacional, pero fui a ver una obra y era una de gatos. El impacto que el vestuario tuvo hizo que hablara con el director de la obra para felicitarlo por lo excelente que se les veía el traje a los actores, y de allí surgió la idea del videoclip.
¿Y se convirtió en un éxito?
Me fui a convencer al director del zoológico para que me dejara grabar, fueron tomas de la Manyula, del oasis, y sale el chamaco con el traje de gato que había visto en la obra musical. Hasta el momento, los niños lo ven y se identifican. El éxito de la canción fue el video.
De nena a mánager
Sindy Aguiñada es hija del director de la agrupación. Perteneció a la cuarta y a la quinta generación de Las Nenas de Caña. Tras 15 años con el grupo, se retiró, pero su rol no murió ese día, sino que comenzó uno nuevo, una nueva etapa
¿Fue difícil acoplarse a la agrupación cuando se convirtió en una de las nenas?
Fue un proceso difícil porque yo no tenía nada que ver con esto, ni de baile, ni de nada; pero en el camino me tocó acoplarme. Yo creo que traía esa espinita por la música y eso lo hizo más llevadero.
¿Nunca se vio dentro de la agrupación?
No, no lo pensé. Yo he admirado siempre a las chicas, tienen un talento increíble; sin embargo, nunca aspiré ser una nena, pero cuando me tocó solo rogaba hacerlo bien.
¿De cuántos años ingresó?
Tenía 15.
¿Qué fue lo más difícil que le tocó hacer en el grupo?
Lo difícil son las coreografías, porque no es que van a tocar una cumbia y cada uno por su lado, sino que son coreografías establecidas y uno tenía que aprendérselas de esa manera. Otro reto es la animación, porque una cosa es el canto y animar es algo bien diferente. Es curioso el tiempo que duró con las nenas cuando nunca pensó ser una de ellas. Uno estando acá [en el grupo] le agarra amor a todo. Es difícil de explicar lo que se siente cuando uno representa a su país fuera de las fronteras, el ver a la gente que tal vez tiene años de no venir a El Salvador cantando las canciones y que se las pueden, el saber que admiran a las nenas, te quedas por eso.
Y hoy, ¿qué papel juega dentro del grupo?
Soy la mánager desde hace dos años, así que no me salí del todo. Siempre estoy a cargo de ellas, al cien.
¿Cómo ha sido esta faceta?
Es bastante complicado ser mánager de un grupo siendo mujer, porque la mayoría lo sigue liderando el hombre, así que hay que animarse y perder el miedo. De la única manera en que vamos a ganar un lugar es conociendo, porque si nosotros conocemos el tema, vamos a poder dominarlo.
Las nenas de la sexta generación
Cuatro jóvenes talentosas conforman actualmente la agrupación. Todas poseen muchas expectativas y se ven a futuro dentro del grupo.
Glenda Axume. Audiciona en el 2018, cuando tenía diecisiete años, y queda como integrante de Las Nenas de Caña, pero debido a los estudios, hizo debut y despedida. «Empecé cantando en la iglesia, en un evento social, para recaudar fondos. Me pidieron que cantara una canción con la guitarra y allí andaban los jóvenes de la orquesta musical de Apopa, me pidieron que fuera con ellos y así empecé con algunas agrupaciones», relata, Glenda. La joven comenta que «así como pasan con los amores» cuando algo está destinado a ser, siempre regresa. «En un evento de solista, una ex de las integrantes me dijo que faltaba una nena. Hablé con Cindy en un punto céntrico y así quedé, con miedo porque no quería usar los trajes, hacía de todo por no ponerme los trajes», agrega. El mundo musical que se le abrió a Glenda, en el 2019, hizo que cambiara su vida y ahora se siente feliz porque a sus veinte años se encuentra haciendo algo que le apasiona. «Cuando empecé con caña me salí de los servicios de la iglesia, porque ellos no veían con buenos ojos lo que yo andaba haciendo, pero no es nada malo, simplemente es arte, pasión y amor a la música», recalca.
Yacky Torres. Tiene veinticuatro años de edad y tres y medio los ha dedicado a la agrupación. Anteriormente estuvo con diferentes orquestas y bandas. «A mí me descubrieron. Salí de reina y en un evento de belleza, Verónica Aguiñada, me descubrió porque un payaso me puso a cantar. En el 2014 me querían para Caña, pero yo tenía miedo de ponerme vestidos exóticos, entonces me dejaron con Bongo. Luego seguí con Manny y su internacional grupo sabor, luego con La Clase, y así muchos grupos pequeños”, comenta. El pertenecer a diferentes agrupaciones antes que a Las Nenas de Caña fue un buen ensayo para Yacky. «Ha sido una experiencia muy bonita porque he aprendido mucho, siento que en Caña he crecido como persona y artísticamente. Me siento muy contenta y orgullosa de pertenecer a una de las agrupaciones que tiene una gran trayectoria», manifiesta. Uno de los momentos más difíciles para ella fue el utilizar prendas con poca tela, pero afirma que la seguridad que les da su manager y sus compañeras hizo que perdiera el miedo. «Cindy fue la que se sentó y habló conmigo, me dijo que tenía que hacerlo porque iba a vivir de eso, a uno lo respetan en el escenario y ellos no permiten que nos pase algo. Es parte de nuestro trabajo, es ética. Me convenció y empecé a confiar en mí», destaca.
Estrella Calderón. Desde pequeña sentía la pasión por la música, lo que hizo que estuviera en la Ópera de El Salvador. «Estuve becada dos años, hice varios cursos de guitarra y vocalización. Estuve en un grupo náhuat, con unos compañeros hicimos el grupo Sin Límite, pero más formalmente fue en la Banda Internacional Blanco y Negro», manifiesta. La joven, de 24 años, recuerda que en una de sus presentaciones le tocó intercalar escenario con Las Nenas de Caña sin pensar que en un futuro cercano ella también sería parte del grupo. «Estaba trabajando en el negocio de mi familia. De repente me entró una llamada de un compañero que tuve en otra agrupación y me dijo que necesitaban a una nena en Caña y que les había dado mi número. Don Rolando me llamó, me dijo que si quería audicionar. Fui nerviosa porque había otra muchacha. Yo dije: “no me van a seleccionar”, pero quedé. Estrella se ve a futuro siempre como parte de la agrupación, pero también valora la posibilidad de retirarse del mundo artístico para dedicarse a su familia o hijos. Si la vida se lo permite, se dedicaría a ambas.
Nelly Miranda. La más pequeña de las integrantes, con apenas 17 años, ingresó a las nenas hace dos. «Primero fui a audicionar con mi mamá, pero estaba consciente que había detalles donde uno tiene que mejorar y yo sabía que me hacía falta. Cuando me volvieron a llamar estaba en San Sebastián, y me llamaron para decirme que iban a estar en El Divisadero. Llegué, ensayé con Cindy, después me presentaron a Jackie, y ella me dijo: “mira, estos son los trajes, ¿te gustan?”, y yo… ¡sí!, hasta muy largos están, le dije. Y esa fue la primera conexión que tuve». Nelly relata que el amor por la música está en sus venas, ya que sus padres también pertenecen al ámbito musical y han sido sus principales impulsores. «Mi mamá fue integrante del grupo, generación de la cuarta y quinta generación. Ahora es solista. Mi padre también fue integrante de la agrupación Raza Band, y para resumirle mi vida, yo desde los cuatro años canto. La primera vez que me subí a un escenario fue a los once años, y ya formal con un grupo ha sido con las Caña». Nelly manifiesta que es difícil seguir sus estudios y dedicarse al espectáculo, sin embargo se ve a futuro dentro de la agrupación, triunfando junto con ellos a nivel internacional.