Al fin lo encontré. Por años, solo mantuve el recuerdo de haberlo leído y trataba de recrear en la mente algunos de los versos que contenía. Fue hasta hace unas noches, en medio de un recuento de libros leídos que hacía con una amiga, que descubrí que me faltaba esa vieja obra tan grata, develadora y llena de vida, amor y picardía. Fui tonto al prestarlo. Ni modo.
Desistí de localizarlo con ayuda de internet y opté por disponer tiempo y esfuerzo hasta encontrarlo. Tenía años de no visitar esa parte del Centro Histórico de la capital, pero qué alegría fue descubrir que no había cambiado mucho. Las vidrieras siguen repletas de cuadernos, colecciones de lápices y lapiceros, mientras los típicos cromos o —como los llaman ahora— coleccionables educativos, están por todos lados.
Hay papeles de colores, útiles para la decoración de las aulas o trabajos manuales; plástico para forrar cuadernos, compases, reglas, mochilas, todo lo necesario para asistir a clases.
Había vuelto a la vieja «cuadra de las librerías» y me sentí tan bien por hacerlo que los recuerdos se me agolparon en solo instantes.
Entré en una primera librería y nada. El «Mester» no estaba. Curiosamente, fue en ese primer negocio donde me indicaron el lugar para encontrarlo, y lo hice.
Solo bastó un segundo intento y unos cuantos minutos de espera, mientras una vendedora localizaba la obra, para tenerlo entre las manos.
¡Increíble! Después de tantos años, al fin pude recuperar al «Mester de Picardía», una de las grandes creaciones literarias de José Roberto Cea.
No estoy seguro de en qué grado estaba —en el colegio, claro— cuando lo vi por primera vez. En aquel momento, el título no me significó nada y el autor, tampoco.
Pero solo me bastó ojearlo, saltando la presentación, ficha técnica o cualquier otro detalle formal, para quedar atrapado en algunos versos. Las ilustraciones no fueron menos, sobre todo por las siluetas desnudas de hombres y mujeres que contenía.
Fue mi primera colección de poesía erótica, y de todo lo que leí se me grabó una rima retomada del folclore salvadoreño:
«Adelante va la iguana
más detrás va la cutusa
la mujer de nalgas pachas
tiene grande la pupusa»
Al releer el «Mester», me doy cuenta de que este fragmento es retomado de la escritora María de Baratta, y Cea reconoce su contribución.
Son 33 poemas los que presentó José Roberto Cea a inicios de los setenta, que, sin duda, deben seguir marcando la mente de muchos jóvenes curiosos de la vida, la picardía y el amor.
¡Grande, «Mester»!