Su nombre por sí solo representa una larga y prestigiosa lista de premios literarios que no se detienen en poesía y cuento para adultos, recorren la dramaturgia, el ensayo, la novela corta y los cuentos para niños. Pese a que muchos lanzan palabras al aire al criticar su participación en los certámenes literarios, ella sigue con su paso lento pero firme trabajando y participando si es legítimo y legal. Cada premio y galardón ha sido trabajado con la que parece su principal musa: la disciplina. Así es Carmen González Huguet, escritora y docente salvadoreña, con una trayectoria arrasadora en la producción literaria. Con su característica túnica de manta, bordada con mosaicos de colores en las orillas, se sentó con «Diario El Salvador» para compartir el lanzamiento de su último libro que no es nuevo pero que será publicado por primera vez después de 13 años de ganar los Juegos Florales.
¿Cómo convergen Barrilete y usted?
Publicar libros es un gran trabajo. Entonces que le digan a uno queremos publicar su libro es una cosa importante. El medio editorial y el medio literario salvadoreño es tan pequeño que somos casi como misa de ocho. Todo el mundo se conoce. Nos contactamos el año pasado y les envíe propuestas Este fue el libro que más le gusto. Lo que pasa es que yo quiero incursionar en este nicho para jóvenes porque no hay, hay para pequeños, hay para apoyo a la docencia y pare de contar.
¿Trabajaron en la cuarentena?
El proceso se dio en medio de la cuarentena. Todo se hizo en medio de la pandemia y a puros correos electrónicos. Yo normalmente mantengo apagado el teléfono, porque hasta el ruido de los mensajes me perturba. Yo, por ejemplo, para trabajar me salgo del Facebook y correo, me pongo los audífonos y no estoy, no contesto, porque las interrupciones son terribles.
Viene la continuidad de la serie policíaca, ¿han hablado de algún calendario con Barrilete?
Aún no [ríe]. Lo que le falta es tiempo y no hay nada planeado. El problema es que ¡qué terrible han sido las clases en línea! Pero pues sí, por la situación, no había margen de maniobra, es agotador para los chicos y para los maestros. Nadie estaba preparado para estudiar en línea. Es cansado, muy cansado. Pero la de los niños de la Luz quiero que sea una serie, eso sí ya lo tengo definido. Trabajo hay y proyectos todos tenemos, lo que falta es tiempo y dinero.

¿El género es novela corta para jóvenes?
Sí, es novela corta para jóvenes desde los 12 años por la temática, porque hay homicidios en este país. Un homicidio desgraciadamente es una cosa tan cotidiana y los cipotes miran tanta violencia que es parte de la realidad.
No sabemos de qué país es el policía…
Yo tengo claro de qué país es, pero no quiero ponerlo. En qué ciudad sucede, no queda claro, porque es más fácil que se identifique la gente si lo dejamos ambiguo. Para que la gente se apropie de la historia desde donde esté.
Su trayectoria en premios es amplia y creciendo…
Algunas personas me dicen: «Ya deje de participar en los Juegos Florales, solo usted gana». Si la cacha es permitida. Yo en los certámenes que ya no puedo participar ya no lo hago. Lo divertido del caso es que a las premiaciones coincidimos un grupo flotante. Yo había participado en las ramas para adultos, ya no puedo participar en los Juegos Florales ni en poesía para adultos [ya ganó tres veces], ni en cuento para adultos [ha ganado tres veces], ni novela corta para adultos [ha ganado tres veces]. He ganado una vez en teatro, otra en ensayo. He ganado una vez en poesía infantil y una en cuento infantil. Yo digo mientras sea legítimo y legal ¿por qué no? Sino me he muerto y mientras Dios quiera y me tenga aquí con salud, hay que seguir luchando. Yo creo en la disciplina, yo creo en trabajar todos los días, por lo menos una vez a la semana.
¿Cómo funciona con la disciplina?
Es de ponerse a trabajar. Mire, hay dos objetos que toda persona debería aprender a manejar en la vida: el reloj y la agenda. Porque mire, yo me despierto, me levanto y pongo en mi cuaderno prioridades, todas las tareas más urgentes y entrarle. Hay una anécdota del premio Fernando Rielo. Yo participé en 2016 y quedé fi nalista, era la primera vez que participaba. Y dije: el próximo año me lo gano porque me lo gano. Entonces, desde que me dieron la noticia que no había ganado empecé a trabajar en el poemario del año siguiente. Estábamos en diciembre de 2016. Y como padezco insomnio, entonces, cuando no podía dormir me levantaba con un vaso de leche y a escribir.
¿Escribe a mano?
La poesía a mano, con lápiz y en cuaderno; todo lo demás, cartas, cuento, en la computadora.
¿Por qué?
Así me salen. El asunto es que poco a poco fui juntando hasta que completé 90 sonetos. Y no escribí 100 porque me pasaba en el límite de páginas, entonces mandé mis 90 sonetos en 2017. Luego, me avisaron que había quedado de finalista y de pronto me cae la llamada y me dicen que gané. Pero bien chistoso, porque me avisan que había ganado, creo que el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada Concepción; y mire queremos que venga, pero el problema es que la premiación era el 12 de diciembre y no había vuelo para irme desde El Salvador hasta Roma. El asunto es que les digo: puedo ir, pero llegaré tarde. Y llegué el 13, pero llegué. Fue una maravilla solo la oportunidad de ir a Roma.
¿Cómo define qué será libro o qué género?, ¿es a medida que va escribiendo?
Lo único que trato es que el siguiente proyecto sea diferente al anterior. Hoy es novela policiaca; el siguiente, literatura para niños o qué sé yo. La idea es tocar diferentes teclas cada vez. La cosa es no repetir. Mire, cuando estoy bien empilada soy capaz de escribir a las 4 de la mañana, antes de dar clase. Pero es solo cuando la historia me tiene tan amarrada que ni modo.
Todas las semanas escribe aunque sea una vez…
Normalmente me pongo a releer. Ahora creo en ponerme ejercicios.
¿Qué ejercicios se pone?
A veces, pongo la primera frase que se me ocurre. La escribo y a partir de allí surge un poema y un cuento. Por ejemplo, ahora que no tenemos tiempo me ha dado mucho resultado escribir cuentos de 100 palabras. Como no me estoy enfrentando a una novela de 200 páginas digo: de aquí no me levanto hasta que termine mis 100 palabras, y funciona.
¿Y cómo hace su propia curaduría?
Tengo un montón de borradores, releo y digo: aquí hay una idea y comienzo a trabajar, a pulir, a extenderme. He escrito bastantes haikus. El problema siempre es el tiempo. A veces, en la mañana comienzo un soneto, logro el primer cuarteto; al mediodía escribo el segundo cuarteto, pero entre cuarteto y cuarteto estoy dando clase. Luego que me siento a almorzar y releo, me surgen ideas o a veces lo dejo allí varios días.

Con tantos géneros que ha escrito, ¿es posible ver un registro diferente?
No sé, lo que pasa es que yo prefi ero no revisar yo, porque yo ya no miro. Sí vuelvo a mi texto, pero a veces se necesitan los ojos de un editor, pero yo he tenido suerte con Guadalupe. Me tocó trabajar con Marta Elena Uribe, de Editorial Delgado, es muy buena editora. Ella leyó una novela corta premiada y me dijo: «A esta escena le falta algo», y la releí y me tocó reescribir esa escena porque era de apoyo vital y estaba fl oja. Si no la reforzaba, toda la estructura se caía, eso necesita el escritor: unos ojos frescos que lean, que detecten lo que no puede ver el escritor. Yo quisiera que este país fuera de lectores, pero de esos de «te voy a quitar el libro, comé». Mi mamá me decía: «Cerrá el libro, terminá de comer». Yo me tardaba tres horas en almorzar, llegaba mi papá y me decía: «Jugá, hacé otra cosa», pero ni mis hijos son lectores de hueso colorado.