Si la continuidad de la hegemonía planetaria del dólar, y por tanto de EE. UU., depende del humor de un jeque árabe, significa que esa tal hegemonía en realidad ya no existe. El hecho es patético: Joe Biden llama desesperadamente a la casa real saudí, pero el príncipe heredero no le recibe la llamada.
Lo que Biden quiere ya lo sabemos: uno, que Arabia Saudí apoye las sanciones contra Rusia; dos, que siga comercializando su petróleo exclusivamente en dólares; tres, que aumente su producción para que los precios de crudo no continúen al alza y no alcance hasta los $300 por barril, lo cual quebraría por completo toda la economía de Occidente.
Pero la casa real saudí anuncia al mundo que no concederá ninguno de esos tres deseos. La negativa es rotunda y tiene su historia.
Hacia 1944, poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. logró que el dólar, respaldado por el oro resguardado en sus bóvedas bancarias, se convirtiera en la moneda de reserva mundial. Pero EE. UU. imprimió muchos más dólares de los que podía respaldar con su oro, y la confianza en el dólar comenzó a socavarse.
Aguijoneado por ese problema, hacia 1971 EE. UU. anunció que disolvía el acuerdo del patrón oro y que en adelante el dólar solo estaría respaldado por su poderío económico y militar. Eso no generó suficiente confianza internacional y, en 1974, EE. UU. persuadió a los saudíes para que, en su calidad de mayores productores mundiales de petróleo, presionaran al resto de los países miembros de la OPEP, en el sentido de que el crudo, a escala internacional, debía comercializarse exclusivamente en dólares.
Y así se hizo. El dólar recobró fuerza hegemónica porque el patrón oro había sido sustituido por el flamante y confiable petrodólar.
Sin embargo, con el paso del tiempo, EE. UU. agravió a los saudíes de diferentes maneras: dejó de apoyar la guerra civil que estos alientan en Yemen, volvieron al acuerdo nuclear con Irán, se retiraron abrupta y vergonzosamente de Afganistán, acusaron al príncipe heredero de ser el autor del brutal asesinato de un periodista y, para colmo, el propio Biden los calificó como parias.
Para rematar la situación agonizante del dólar, y mientras los saudíes se preparan para comercializar su petróleo en yuanes chinos, la India compra crudo ruso en rupias y Putin anuncia, hace un par de días, que a los países que apoyan las sanciones de Washington en su contra ya no les venderá ni su petróleo ni su gas en dólares, sino exclusivamente en rublos.
Es un hecho, Joe Biden fue incapaz de calcular el efecto búmeran de sus sanciones contra Rusia, y ha metido a su propio país y a sus aliados de la OTAN en una crisis insostenible. El claveteo del féretro del dólar ya resuena en todo el mundo. Un nuevo orden mundial está naciendo.