La aplastante victoria que el pueblo le dio a Nayib Bukele y a Nuevas Ideas no tiene comparación en la historia salvadoreña. Es precisamente a eso, a la voz del pueblo, a lo que tanto le tenían pavor los partidos políticos tradicionales, los relativamente nuevos, y sus financistas.
La voz de los salvadoreños fue contundente, fuerte y firme, tanto en El Salvador como en el exterior. Nayib logró la votación más grande de todos los tiempos, obteniendo el 85 % del total de los votos válidos. Le dio todas las mayorías de curules a su partido en la Asamblea Legislativa.
No es solo una solemne victoria para dirigir el país cinco años más desde la silla de gobierno, y tres, desde el palacio legislativo; es más que eso: es una paliza de cantina a todo el activismo de la oposición, en la que participaron —por intereses diferentes— periodistas, religiosos, cabecillas de ONG, políticos viejos y nuevos, «analistas» –que se quedan sin chamba, bueno loco quien los contrate o les crea de nuevo—, «asesores mercantilistas», leguleyos de mercado negro, oportunistas y hasta loqueros y cantineros con pluma, mercenarios todos.
El montaje de informes, de reportajes, de notas, que vendieron a diestra y siniestra fue bestial. Jamás un presidente de la república tuvo semejante ataque. Intentaron que la comunidad internacional impidiera su candidatura o que, al menos, no reconociera la legalidad de la decisión democrática y soberana del pueblo. ¿Qué consiguieron? Lo contrario.
Pero sí debo aceptar que se agenciaron varios logros. Veamos: el periodismo tenía años en la unidad de cuidados intensivos, pero en esta fiesta cívica terminaron de asesinarlo. Desinformación, falsedades y bajeradas lo sepultan, y todo por unos dólares más. Los dueños de esos medios lo entienden, no sus lacayos escribientes. «Incómodo», verdad.
Otros escribientes siguen sangrando sus bilis en las redes. No entendieron, no entienden y no entenderán. Simple. Es lastimero el comportamiento de quienes, dando coces contra el aguijón, se esfuercen por hacer fracasar el patrimonio de sus familias, de más de 100 años de historia, solo por permitirles todo a sus mercenarios directores editoriales.
¿Y qué decir de las ONG activistas, esas que aún se ponen el manto de transparencia, de defensoras de derechos humanos, de libertades, esas que lucharon por favorecer a los criminales pandilleros? Pisto botado también. Se entiende que algo tienen que abanderar para obtener dinero de gobiernos u ONG extranjeras afines para la supervivencia. Pero, en serio, se les cayó la careta.
De los religiosos, digo, dad al César lo que es del César… reflexionen. Y a los pervertidos leguleyos, loqueros y cantineros, pues, que les vaya bien escribiendo en su pasquín del diablo.
El pueblo también dio una paliza a los políticos tradicionales. Al FMLN legislativo lo sepultó. Tanto que peleó, literalmente, su actual secretario general por dirigirlo, que al final lo llevó al sepulcro. A esto que escribo que le den «like» Lorena, Norma y Karina. ¡Cuántas décadas en tatús y de derribar torres eléctricas, postes y matar vacas para llegar al poder y luego botarlo en dos gobiernos con presidentes y funcionarios corruptos del más alto nivel! Traidores del pueblo, eso son.
Y los areneros, pues, la supervivencia de esa bandera tricolor se debe a los dos rostros que lograron ganar una curul. Es solo eso. Esa derecha que tanto defendieron es la que desprecia el pueblo salvadoreño. Tampoco entendieron. La verborrea de señalamientos se va con sus nefastas intenciones. Ahora dependen de si sus dos diputados que siguen con el mismo guion en contra del pueblo, o realmente se constituyen en una oposición constructiva y acompañan las iniciativas en favor del pueblo. Pidan sabiduría.
Al final, el pueblo gritó su decisión. Y los partidos políticos nuevos ahora deben entender que quienes mandan son los salvadoreños, en el país y fuera de él. Piensen. Y a esa decisión se sometió Nayib, con valentía, democráticamente.
Como bien lo expresó un funcionario del Departamento de Estado de la nación más poderosa del mundo: «Yo creo que merece la decisión de los salvadoreños de cómo van a seguir, es un momento importante para ustedes los salvadoreños de cómo van a seguir y van a tener la oportunidad de expresar su voluntad en las urnas y pueden decidir si están de acuerdo o no de acuerdo con ese proceso».
Pues, el pueblo decidió y habló. «Consummatum est».