Fue realmente una escena lamentable (al menos para mí) la del 13 de agosto del corriente año cuando presencié que un grupo de personas talaron y aserraron un sano y frondoso árbol de cortés en plena vía pública y ante la mirada pasiva de una comunidad cuya indiferencia también es inaceptable. Esto sucedió en la esquina que forman la avenida Las Victorias y la 6.ª calle oriente, de la ciudad de Sonsonate. Dos agentes policiales a quienes respetuosamente solicité que al menos pidieran a esas personas los permisos correspondientes se limitaron a pasar frente a la escena sin hacer absolutamente nada.
Hay algo que igual me llamó la atención, y es el hecho de que uno de los agentes en cuestión me preguntó si el árbol que estaba siendo talado era de una especie protegida. Eso también es preocupante porque cualquier otro árbol no perteneciente a esas especies podría estar a merced de los depredadores sin que nadie haga nada. Todo árbol cumple una función en la naturaleza; por lo tanto, todos deberían ser protegidos sin importar su clase.
Pero, aparte de todo eso, mi mayor sorpresa fue cuando en la alcaldía de la referida ciudad se me dijo que al talar ese árbol estas personas estaban haciendo efectivo un permiso otorgado por la administración anterior, y que en esos casos ellos no podían hacer absolutamente nada. Y así era en efecto, pues se me mostró el respectivo documento emitido el 9 de marzo de 2020. Luego de ver eso me parece que tales autorizaciones deberían perder vigencia de forma automática con la salida de la administración que las emitió. De no ser así, puede decirse que hay cientos o quizá miles de árboles sobre los cuales pende la posibilidad de ser eliminados a causa de permisos otorgados con antelación, cosa que es inaceptable, pues las actuales administraciones no saben bajo qué criterios se emitieron.
La administración anterior de la ciudad de Sonsonate se caracterizó por la tala sistemática e indiscriminada de árboles, muchos de los cuales eran centenarios. Ejemplo de eso son un conacaste y una ceiba que estaban en las aceras del Paseo 15 de Septiembre; ambos especímenes tenían más de 100 años. Así, por toda la ciudad se eliminaron árboles que por su edad y ubicación eran icónicos e históricos.
Los lotificadores de la zona donde se ubicaba el árbol de cortés, ese cuya tala me motivó a escribir este artículo, sembraron muchos árboles en las aceras con el fin de que su sombra volviera atractivos los terrenos y así atraer compradores. Contrario a eso, los propietarios de los locales que hoy allí se construyen los están quitando para que estos no afecten la visibilidad, demostrando con esa acción que no les importa el daño que provocan en el medioambiente. Da pena ver que, con el paso del tiempo, y dependiendo de los intereses, también cambian las prioridades.
Las actuales autoridades deberían detener la tala de los pocos árboles que todavía quedan, suspender esos permisos o hacer una revisión para ver si aún siguen vigentes las razones por las cuales fueron solicitados. Ese árbol de cortés, por ejemplo, estaba completamente sano, no bloqueaba el acceso a ninguna residencia o local comercial, no afectaba la circulación vehicular ni peatonal y, además, era un tipo de árbol fuerte y de raíz profunda que resiste los vientos sin riesgo de caerse. Si sumamos a todo eso la sombra, la frescura y el oxígeno que de este percibía la comunidad, se puede decir con toda certeza que no había razón para talarlo.
En una ciudad cercana a la costa como es esta, y donde el calor a veces se torna insoportable, cada árbol de cualquier tamaño o clase es de vital importancia, como lo son en cualquier parte del país, y las autoridades están llamadas a cumplir con la ineludible obligación de protegerlos.