Es la casa de Mauricio Mejía y en todos los espacios que la componen su arte está presente. Hay cuadros de gran formato en la sala, contiguo a unos más pequeños; hay algunos hechos con óleo, otros con plumilla o rapidógrafo. Pueden poseer solo figuras en blanco y negro o coloreadas. Las piezas están elaboradas sobre papel, lienzo o madera.
Cada cuadro tiene una historia propia, ya sea por el momento de inspiración en que surgió, porque integra alguna de las series emblemáticas del artista a lo largo de su carrera o porque es irrepetible, único.
«Este es mi primer ejercicio de la figura humana y el color, cuando estaba en la academia (de Valero) Lecha», detalla, mientras sostiene en las manos la pieza de madera de más de un metro de alto que usó como base para pintar la figura de un campesino, sentado, y quien en su mano izquierda sostiene un racimo de guineos. El cuadro es de 1975, está en el área del comedor, donde también hay otros más recostados sobre una de las paredes.
Siempre en el comedor, arriba del espejo de un chinero antiguo de madera, está la escena de un mercado titulada «Sueños de la cotidianidad», que forma parte de la serie «Los sentimientos blancos» que Mejía ha mantenido dentro de su producción.
Los mercados fueron su mayor inspiración de joven y desde entonces lo impactan. «Me fascinó el mundo de los mercados. Iba a los mercados a estudiar la figura humana y me fascinó la gran escenografía de la vida que hay en esos lugares, las necesidades que hay en ese entorno, la vida de las mujeres, de sus carencias, el sol, la lluvia, los maridos, la contaminación, la basura. Ahí pasaba todas las tardes», recuerda.
Agradece a todas las mujeres de los mercados que le dieron de comer a él y a otros compañeros de la academia de Valero Lecha, como El Aleph y Augusto Crespín. «Eran tan solidarias […] nos daban de todo lo que tenían», dice.
Lecha nació en 1894, en Alcorisa, España. En 1937 fundó su academia de arte frente al Teatro Nacional en el Centro Histórico de San Salvador. Allí se formaron grandes artistas como Rosa Mena Valenzuela, Julia Díaz, Noé Canjura, Raúl Elas Reyes, Mario Araujo Rajo, los hermanos Augusto y Benjamín Crespín, Miguel Ángel Orellana, El Aleph, Titi Escalante y Mauricio Mejía.
De 1974 a 1976, Mejía estudió con el gran maestro español. Tuvo la oportunidad de aprender y compartir con él hasta que murió, por eso se le reconoce como el último de sus discípulos. Aclara que no es porque fuera el mejor o el predilecto sino por el «hecho histórico» de que fue el último de los estudiante de Lecha.
«Salí de la academia del maestro Valero Lecha en 1976, ese año don Valero muere, el 20 de agosto de 1976, y ahí se termina como ese ciclo. Estábamos los tres, los últimos, porque estaba bien enfermo […] Nos habíamos quedado Dinora Preza, que es pintora y escultura, muy buena, y Ana Cristina Campos que está en Chile», agrega Mejía.
La cotidianidad y el realismo mágico
Tras conocer la vida en los mercados, Mejía se interesó por toda la cotidianidad humana, sus conflictos, anhelos, esperanzas, pérdidas, dolores y desarrolló una sensibilidad social que lo ha distinguido en toda su trayectoria.
Para 1983, al igual que muchos artistas latinoamericanos, fue influenciado por el realismo mágico. Entonces, la sensibilidad de Mejía combinó figuras humanas y de animales en diferentes espacios o latitudes, paisajes (montañas, ríos y barcas que literalmente vuelan), escenas (figuras humanas vistas a través de un balcón), en fin, cientos y cientos de proyectos creativos que también fueron influenciados por la guerra y la posguerra.
En la academia de Lecha todos los estudiantes debían presentar ejercicios semanales de dibujo a base de plumilla o rapidógrafo. Desde entonces, Mejía conserva esa disciplina de crear piezas cada dos o tres días, en formato pequeño. Esto da una idea de su prolífica producción a lo largo de 47 añoss.
«De las cosas interesante de don Valero es este trabajo, esta técnica como tal, el dibujo directo con plumilla o rapidógrafo, que ya no se hace. Prácticamente casi ha desaparecido. Primero, ya no hay formación como la que recibimos. Cuando muere don Valero desaparece eso y después estaba Rosa Mena Valenzuela y se pierde también. Este dibujo es uno de los grandes legados de esta escuela y si mirás a Durero, Rembrandt, a Goya, es este tipo de caligrafía la que se practicaba en aquellos momentos en las escuelas», agrega el artista.
Debido a la disciplina de estar dibujando todo el tiempo, no es extraño que Mejía siempre tenga a mano varias de sus producciones, siempre de corte social, en blanco y negro (solo figuras) o algunas coloreadas.
«Esta señora está en un encuentro con su vida, va de salida, como en un sueño, en un océano de nenúfares […] Estas dos señoras las vi a la entrada de una pupusería, me gustó la actitud que tenían viendo al horizonte y, entonces, hice esta interpretación, los viajes, las esperanzas, los sueños, las coloco viendo al mar. Esta es de desamparo, como si hubiera sido yo con mi hermano. Mi hermano desaparece en la guerra y nunca más volvimos a saber de él, la imagen de mi mamá (en el cielo) se quedó esperando toda la vida que le llegaran a informar sobre él», dice sobre algunas de sus piezas recientes.
El legado de Lecha es inmenso en la vida personal de Mauricio Mejía. El español fue quien lo entrevistó luego de ver unos dibujos suyos inspirados en tiras cómicas de Tarzán o El Príncipe Valiente, y tras ese primer encuentro el joven Mejía fue admitido en la academia de arte. Después, le consiguió apoyo económico del Centro Español para que siguiera sus estudiaos artísticos.
«(Lecha) estudió con Cecilio Pla (1860-1934) quien había sido compañero de Joaquín Sorolla (1863-1923). Este señor Pla le da clases a don Valero, este conocimiento que trae a El Salvador es algo inédito en la historia de la academia y de la formación, con niveles excepcionales», añade Mejía.
En España hay consciencia sobre el legado de Lecha en El Salvador. Por eso, para 1992, la Universidad de Zaragoza encomienda al investigador y docente José Luis Pano Gracia que recoja en un libro la vida y obra de Lecha. El libro que lleva por nombre «Valero Lecha» y se publica con motivo de los 500 años del descubrimiento de América.
En la publicación ya figura Mauricio Mejía como uno de los estudiantes del maestro español, que el joven se graduó de la escuela de artes fundado frente al Teatro Nacional, que Mejía ya era miembro del colectivo Waxnimickcin, sobre todo que el joven fue el último discípulo de Lecha. «¿Qué cuándo decido asumir el arte como tal? Cuando decidí aceptar la beca a don Valero».
PARTE DE SU TRAYECTORIA
De 1974 a 1976 estudió en la Academia de Arte de Valero Lecha.
Terminado el bachillero ingresa a la Universidad José Matías Delgado a estudiar Diseño Gráfico. En ese centro de estudios gana una beca para viajar a España. Llega a la Real Academia de San Fernando donde reconocen la gran formación recibida de parte de Lecha (en El Salvador) y lo invitan a recorrer todos los museos posibles para conocer la obra de artistas contemporáneos.
En 1977 realiza su primera exposición (junto con Augusto Crespín) con apoyo de la asociación de ahorro y préstamo Atlacatl, donde se logró vender todas las piezas en la noche de inauguración.
En 1983 crea la serie Sentimientos blancos, que es la puerta hacia el realismo mágico en su obra.
Sus primeros años expuso en la Galería 1-2-3. En este lugar alterna su obra comercial con la de sensibilidad social.
En 1989 Mejía y cuatro de sus amigos artistas (Edmundo Otoniel, Héctor Hernández, Augusto Crespín y El Aleph) deciden integrarse como el colectivo Wixnamickcin, el cual se mantuvo activo durante 20 años y significó la proyección internacional de todos. Luego de que cada uno siguiera su camino artístico, el colectivo decide reencontrarse y exponer juntos (después de 15 años) en el país. Lo hicieron en octubre 2023 en el Museo Forma.
En 2008 la Asamblea Legislativa entrega sendos diplomas de reconocimiento a la trayectoria de los pintores Marco Valencia, El Aleph y Mauricio Mejía.
Fungió como vicepresidente de la junta directiva de la Asociación de Artistas Plásticos de El Salvador (Adapes) en cuatro periodos consecutivos (ocho años en total).
Desde 2011 a la fecha desarrolla el proyecto artístico-cultural Voluntarios por el Arte (Volarte).
En 200 exposiciones (solo o como parte de un colectivo) ha participado Mejía, dentro y fuera del país.