El verbo emprender es la acción que ejecutamos para materializar un sueño. Durante muchos años, este verbo se ha empleado en diferentes acciones desde crear negocios hasta explorar el mundo.
Leemos frases como «emprender el viaje», ya que significa el inicio de la acción, el impulso, el primer paso.
Pero en los últimos 20 años, la palabra se ha asociado a la creación de negocios, lo que conlleva a utilizar también adjetivos y sustantivos en nuestro lenguaje relacionados con este verbo.
Por ejemplo, tenemos «eres muy emprendedor» como un adjetivo, o el sustantivo «el emprendedor o la emprendedora», por lo que familiarizándonos con este lenguaje quiero iniciar mi artículo.
Nuestro país, El Salvador, está clasificado como en vías de desarrollo, o también del tercer mundo, esto debido a los indicadores económicos y sociales que nos hacen pertenecer a esta categoría.
Pero también un factor común a escala mundial es que los turistas describen al salvadoreño como una persona muy emprendedora.
Por lo tanto, tenemos el escenario y al protagonista que forman una gran oportunidad, somos emprendedores en una tierra que se está desarrollando, por lo que hay muchos problemas que deben solucionarse, y esto significa multitud de oportunidades para crear dichas soluciones.
Estamos frente a una nueva era a escala mundial, y también en nuestro país hay una creciente ola de innovación, referentes que están creciendo y nos muestran lo bueno por hacer y lo malo por evitar.
Aunque tenemos el reloj en contra, los negocios que se están desarrollando en la actualidad deben ir enfocados en el triple impacto, siempre buscando la creación de empleo digno, el crecimiento económico, pero al mismo tiempo la sostenibilidad ambiental.
Esto impulsa a los solucionadores de problemas, los cuales están representados en los emprendedores, aquellos que quieren mejorar las circunstancias, y las realidades localizadas.
Así que es de suma importancia llevarlos a crecer, no solo crearlos, sino respaldarlos para que vayan fortaleciendo sus operaciones, resultados y proyecciones a futuro. Es cuestión de mejorar las condiciones que los hacen avanzar y les permiten multiplicarse.
El ecosistema de emprendimiento e innovación es la base para lograrlo, en el cual están involucradas las instituciones de gobierno, la academia, el sistema financiero, la sociedad civil y los catalizadores, como leyes, reglamentos y ordenanzas, que incentiven y, al mismo tiempo, permitan el desarrollo óptimo de cada emprendimiento.
Otro punto vital es la alfabetización digital; en la cuarta revolución industrial que vivimos es básico un conocimiento en el uso de distintas herramientas digitales, sin embargo, no todos han recibido formación con este componente, pero es obligatorio si queremos crecer.
La burocracia es una piedra en el camino y la modernización se vuelve la llave para optimizar las decenas de procesos y la documentación necesaria para acelerar la creación de empresas, protección de patentes, entre otros temas.
La falta de priorización ha sido la causante de que aún no tengamos una ley de emprendimiento.