El cronómetro apenas había señalado el tercer minuto de juego cuando el argentino, Ernesto Corti, le tuvo que dar el primer aviso a su asistente, Rodolfo Góchez Pacas.
Pero el grito del gaucho no fue escuchado en medio del bullicio. Tuvo que ser necesario que uno de los utileros, no el vitalicio Roric Sigarán, sino que José Santos, se acercara al banquillo para que con el grito del kinesiólogo, Góchez pusiera su atención en Corti, que de arriba abajo, estaba en la décima grada de platea.
La primera indicación fue para no quitarle la mirada a Bryan Tamacas, que podría provocar daño con sus incorporaciones al ataque.
Fue la primera incorporación de Tamacas, al minuto 10, la que hizo que Corti se pusiera en pie de forma abrupta y se acercara al banco emplumado. «Rodolfo, vamos». Ese fue el grito que soltó desde su garganta el timonel gaucho.
Solo un minuto más tarde, el suramericano se tuvo que incorporar de nuevo y acercarse al banco, para indicarle de nuevo a Góchez, su auxiliar, que Tamacas no podía jugar con tanta libertad por la derecha.
Corti se hundía en nervios cuando Tamacas se incorporaba. Lo inquietaba de sobremanera. También, el estratega suramericano iba a tener momentos críticos en las estacionarias.
Sobre el minuto 20, Corti visitó enérgico el banquillo de los emplumados. Siempre para martillar a su asistente para que Tamacas no tuviera la pelota y fuera hacia el frente con el flanco despejado.
Fue hasta el 27′ cuando la calma volvió al cuerpo del gaucho, con la salida de la cancha de Bryan Tamacas, por lesión.
Pero Corti iba a seguir bajando al banquillo. A los 28′, más molesto, bajó a reprender a Kevin Melara, para que no jugara hacia atrás.
Para volver a bajar desde su grada, Corti solo se hizo esperar un poco más de diez minutos. Pero esta vez fue para decirle a su asistente que debía entrar a cancha Fredy Espinoza, para cuidar el corredor izquierdo de marca. La indicación fue que debía ingresar Fredy Espinoza.
Pero acto seguido vendrían las rabietas del entrenador argentino, tras el tanto de Alianza. Le mandó cualquier cantidad de mensajes a su asistente. La paciencia del suramericano estaba a cero. Había bañado a regaños a Góchez, porque desde que arrancó el juego estuvo haciendo observaciones desde la grada.
Llegó el complemento y Corti volvió a bajar al banco. El gaucho estaba metido a mil en el juego. Incluso tuvo que bajar hasta para ordenar los cambios.
Pero luego de que los albos sentenciaran el juego con el 3-0 en la pizarra, Corti golpeó una lata y se fue enfurecido al camerino. Lo hizo por la cancha, en las narices del árbitro central y del cuarto. Solo pudo soportar 80 minutos en las gradas. El castigo albo era inminente.