En Trinidad, villa colonial de Cuba fundada en 1514, el ebanista José Miguel Cadalso se inspira tanto en el arte religioso de su ciudad natal como en los vestigios de la esclavitud para diseñar abanicos de madera únicos.
«El abanico no pasa de moda, es decorativo y utilitario», se congratula este artesano de 39 años en su galería, instalada en una casona del siglo XVIII del centro de esta villa, ubicada 350 km al sudeste de La Habana. De las blancas paredes del lugar cuelgan magníficos abanicos ornamentales, diseñados y creados a mano por este joven ebanista en su taller, situado a pocas cuadras de la galería.
Todo comenzó en 2003, cuando recién graduado de la Escuela de Oficios de Restauración de la ciudad, con solo 17 años, Cadalso quedó fascinado con un retablo de 1913 instalado en la iglesia de la Santísima Trinidad, la más antigua de la villa y reconstruida varias veces tras ser blanco de ataques de piratas y de ciclones.
Entonces decidió restaurar la obra en su tiempo libre «por amor al arte y por fe», con la gran meta de reparar los estragos causados por el tiempo, las termitas y las lechuzas.
Este paciente trabajo de restauración le llevó dos años y le sirvió de «despertar» para concebir su propio universo creativo.
Subraya sin embargo con modestia que su obra no es más que una reinterpretación de lo que la historia y los artesanos han legado a esta ciudad centenaria, declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1988.
Una flor de lis copiada de un retablo, una anilla que servía para someter a los esclavos en las grandes plantaciones de caña de azúcar, un arco que imita los herrajes de las casas coloniales, frisos de estilo hispano-morisco y una estructura que semeja una jaula de pájaros de la época: «no hay nada inventado», insiste este padre de tres hijos que intenta vivir de su arte.
Cada día, Cadalso se deleita al ver las miradas deslumbradas de quienes contemplan su obra desde el callejón adoquinado que pasa frente a la galería. El abanico más grande, fruto de varios meses de trabajo, tiene casi cuatro metros de diámetro.
Para hacerse de la madera, recupera tablones y vigas cuando se modernizan los interiores de las antiguas casonas de la ciudad.
Trabaja fundamentalmente con caoba de las Antillas (Swietenia mahagoni), hibisco (Talipariti elatum) y teca (Tectona grandis).
Y, en cuanto a las herramientas, en un país golpeado por la escasez, le gustaría disponer de una mayor variedad para reflejar mejor en su obra la memoria de su ciudad natal.