La crisis provocada por la COVID-19 agravó las condiciones de la caficultura salvadoreña que por muchos años ha buscado nuevas metodologías para recuperar su fluidez y no desplomarse, como lo hicieron otros cultivos primordiales en el país.
A pesar de la baja producción en la cosecha 2019/2020, y de los bajos precios del café a escala mundial, los caficultores no han dejado de producir; sin embargo, han sido obligados a diversificar sus cosechas con productos como el guineo, el cacao y la incursión en los viveros de café, relató Manuel Hernández, caficultor de La Palma, en Chalatenango.
El salvadoreño tiene más de 20 años de ser caficultor y para él «estos han sido los meses más duros» desde que es dueño de la Finca San José, ubicada en La Palma. «La pérdida ha sido muy grande, de un 40 %; de cada 100 quintales, vamos a recolectar entre 50 o 60”, afirmó el caficultor.
En la Finca San José se cultivaban «granos de café de calidad» con semillas de Borbón, Sampacho, Villa Sarchí y hasta Geisha. Esta última variedad es de las primeras en el país, ya que fueron importadas desde Colombia.
Ante el problema económico que tiene, Hernández destinó 20 quintales de café para tostarlo, molerlo y distribuirlo en centros comerciales, restaurantes y supermercados a un precio entre $2.50 y $3 la libra.
«Tengo 15 manzanas alquiladas porque les cayó enfermedad y se secaron los palos, eso hace que tenga pérdidas, por eso prefiero que me paguen $30 o $40, a tener esas tierras sin trabajar».
Manuel Flores, caficultor de San Vicente
«El café se comercializó bien barato y se vendió bien escalonado, entonces estas variedades las dejé para procesarlas y venderlas ya molidas. Esto lo hemos hecho por los precios bajos del café, la roya y la pandemia», comentó.
No solo el café molido es la única apuesta del caficultor, también incursionó en la producción de viveros, y hasta el momento tiene entre 10,000 y 12,000 plantas de café con un costo de $1 cada una, lo que «ayuda a compensar un poco la pérdida en la cosecha».
Las plantas de cacao también se incluyeron en sus tareas de diversificación, debido a la caída de los precios bajos y la falta de personal para trabajar con el café.
Dentro del nuevo portafolio de la Finca San José se encuentran la plantación de guineos de seda, majoncho y plátanos. En la actualidad cuenta con más de 200 matas de guineo que producen 3,000 a 4,000 unidades, que se comercializa a $100 el ciento y a $0.05 la unidad.
«La producción de guineo es una de mis mayores apuestas, es un producto que sí da, porque tiene mercado y es el que me ayuda a estabilizarme», comentó.
«Nos hemos diversificado con algunos nuevos cultivos en la finca, ya que los precios bajos del café, la roya y la pandemia nos darían ingresos bajos, eso afecta mi trabajo y el de mis empleados»
Manuel Hernández, caficultor de Chalatenango
ALQUILER DE TIERRAS COMO MÉTODO DE RESCATE
Una historia similar vive Manuel Flores, un productor de Guadalupe, San Vicente, quien también se ha visto en la necesidad de buscar nuevas actividades productivas. La finca del caficultor ha sido afectada por la roya y la plaga Rosaline, una enfermedad que apareció hace más de 18 años en el país. Este salvadoreño tiene más de 30 años de dedicarse a la siembra de café, y hasta este año fue la primera vez que perdió 15 manzanas de cosecha a causa de las plagas.
Las tierras que antes eran para árboles de café, ahora sirven para cultivo de maíz y frijol. Cada manzana alquilada tiene un costo entre $30 y $40, lo que evita que se arruine la tierra y se pierde todo el cafetal. «Los árboles secos se venden como tareas de leña», comentó el agricultor.
A pesar de este panorama gris, los caficultores esperan que para la cosecha 2021/2022 los precios del café mejoren, se tenga un panorama ventajoso y así aumentar o duplicar la cosecha del grano. No descartan la posibilidad de producir otro tipo de cultivo frutales para distribuirlos a escala nacional e internacional.