Su libro refleja que, pese al silencio, la comunidad LGBTI+ siempre ha existido en El Salvador.
O sea, pero, ¿de qué forma han estado? La cuestión es que han estado transitando desde procesos de violencia, discriminación, silencio, repudio, estigmatización, criminalización, a lo largo de la historia. Hasta muy recientemente ha habido procesos de apertura para manifestaciones públicas o reivindicaciones que no conlleven una criminalización o asesinatos; pero en ese proceso, que es eso, han estado allí, continuando existiendo, viviendo. Pero los procesos de discriminación se rearman, se vuelven a construir y no están siendo eliminados, estamos siempre en esa constante. Necesitamos políticas públicas para que las personas de la disidencia sexual y de género puedan vivir una vida “vivible” con un mínimo de bienestar, con un reconocimiento. Por ejemplo, una ley de identidad de género que no implique pasar por un juez para determinar que una persona es la persona que quiere ser.
Hay un gran esfuerzo en su libro por incluir a más letras de la comunidad, ¿cómo fue eso?
Muy difícil, pero ese no es un problema que no es únicamente de lo que usted llama comunidad, yo digo que es la sociedad. La sociedad coloca. Por ejemplo, las feministas desarrollan un sistema de análisis desde la siguiente perspectiva: a los hombres se les adjudica un papel más público, a las mujeres más privado. Entonces, entre lo público se puede tener más información de personajes, en este caso hombres, por transitar en espacios que la sociedad misma les adjudica para que ellos transiten. En cambio, una mujer al ser recluida en los espacios privados, sus propias historias, intereses, necesidades, perspectivas, quedaron restringidas, quedaron atrapadas en lo privado. Y a esos niveles de lo privado esa investigación no llega porque se fundamenta, principalmente, en archivos de documentos institucionales y esos documentos resguardan información del ámbito público. Por ejemplo, no tuve acceso a cartas de personas, me hubiera gustado. Al no tener esa información, que queda así en el ámbito de lo privado, siguen invisibilizadas estas historias. Por ejemplo, de lesbianas, pero no es la comunidad, es la sociedad que las excluye, que en este caso es por ser mujer, primero, y después por ser lesbiana y luego pobre o del área rural. Encontré la historia de Juliana Martínez, una mujer transexual que se autodenominaba de ambos sexos, un límite, pero cómo es que me llegó la información a mí: la capturaron, la metieron presa y alguien la entrevistó y le tomó fotografías; pero al fin y al cabo quedó el registro en el ámbito público y hay referencia de gente que la conoció en San Ildefonso.
¿Cómo fue el método científico que logró aplicar para mantenerlo como tal, pese a las injusticias?
Básicamente, por un proceso de investigación científica al realizar procesos de comparación y triangulación en la medida de las posibilidades y los períodos históricos. En la medida de las posibilidades sí había una persona que estaba viva y que me dio un relato. Ese relato lo traté de contrastar con otras fuentes ya sea de documentos históricos y de narrativas literarias y así hacer la triangulación. Francisco Campos saca una fotografía en 1991 o 1992 sobre un desfile de homosexuales, entonces, mi intención era encontrar una foto de la carroza en Mejicanos. Fue muy difícil encontrar una imagen que reflejara eso.
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PERFIL
Es licenciado en Ciencias de la Educación.
Posee un máster y doctorado en Estudios de paz, conflictos y desarrollo.
Una especialización en género y sexualidad, así como un posdoctorado en Salud Colectiva, estos últimos cursados en Brasil.
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DEL LIBRO
Título: «Dialogando con el silencio: disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña 1765-2020»
Autor: Amaral Arévalo
Costo: $10
De venta en: Librería UES