Este año ha representado una transformación interna en los salvadoreños, un sentimiento que antes costaba sentir o solo pasaba ocasionalmente, y es el orgullo nacional, el orgullo de sentirse salvadoreño. Por años fuimos un ejemplo del desastre, la muerte y la ineficiencia en la seguridad, los titulares de la prensa internacional y las alertas de viaje de parte de numerosos Gobiernos alrededor del mundo eran parte del día a día de nosotros, conocidos lamentablemente en todas partes del mundo por las maras.
Pero ahora las cosas han cambiado y los salvadoreños han pasado por un proceso de adaptación y asimilación de una nueva realidad, una en donde aún no creíamos que estuviésemos seguros, parecía tan irreal que fuese verdad que tuvieron que pasar varios meses para convencernos de que era cierto. Ahora que el tiempo pasó nos hemos dado cuenta de que vivimos en el país que siempre hemos merecido.
Los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2023 han sido un evento clave no solo para el deporte nacional, sino para nosotros como pueblo, para darle a conocer al mundo que estamos en el camino correcto y que estamos listos para recorrerlo. Qué lujo de orgullo sentí al entonar las notas de nuestro himno nacional en el estadio Jorge «Mágico» González y sentir aquel amor por mi país, al que he servido con mucho sacrificio por más de una década , verlo resurgir de las cenizas y el sufrimiento a un nuevo comienzo donde la esperanza adorna el sendero de un futuro en donde nuestros hijos no tendrán que vivir el terror que pasamos nosotros.
Cada día que pasa y cada lugar que recorro me dejan un claro mensaje de alegría en la gente, una felicidad que se puede percibir en el aire, en cada esquina, una señora que ahora echa pupusas sin miedo, al vendedor de verduras en camioncito que entra a más colonias donde jamás imaginó vender, el motociclista «delivery» que entró por primera vez de nuevo a La Campanera y salió con vida o con el dinero de la orden, en los niños que llegan a la escuela y ven a un policía cerca y ya no temen más; en general, el salvadoreño ha perdido el miedo.
Vencer el terror y retomar el valor que nos dio una identidad por sobre todas las naciones del mundo, el salvadoreño que no se acobarda ante ninguna adversidad, que sobrevivió a tempestades arrasadoras, dictaduras crueles, guerras inhumanas y la peste de las pandillas, el salvadoreño que sigue de pie siglos después y continuará en el futuro irguiendo el pecho por su nación.
Hoy es un buen día, hoy es un buen día para mirar orgullosos nuestros verdes bosques, nuestras vivas ciudades, nuestros coloridos pueblos, los majestuosos volcanes, nuestras playas de oro, es un buen día para decir «nací en El Salvador y amo mi país».