Cada día que pasa queda en evidencia que la vieja clase política no es más que un pequeño e insignificante grupo que se opone, de manera ciega y obstinada, a todos los proyectos y políticas del Gobierno del presidente Nayib Bukele.
Este domingo, diferentes voceros de la oposición habían adelantado que habría una «marcha» para rechazar al Gobierno, el régimen de excepción y defender los «acuerdos de paz». Aunque aparecían múltiples voces, al final todo quedó expresado en una ruidosa minoría que se dedicó a lanzar insultos, amenazas e incoherencias, además de lanzar basura por las calles que recorrieron.
En la pequeña caminata que llevaron a cabo acarrearon con mentiras a personas, llevaron a niños e incluso se pudo ver personas con armas en la cintura acompañando a políticos, algunos de ellos con puestos en la Asamblea Legislativa y otros que recordaron sus viejos tiempos de gloria y rapiñas del Estado. Otros incluso llevaron bebidas alcohólicas, que consumieron en la vía pública.
La tan cacareada oposición no es más que un decrépito club sin ninguna raíz en el pueblo salvadoreño. Los ciudadanos han dado claro su mensaje de apoyo hacia el presidente Nayib Bukele y respaldan ampliamente su plan de Gobierno y las acciones que ha realizado para recuperar al país de las garras de las pandillas y sus socios corruptos, logrando, con ello, los tiempos más seguros en toda la historia nacional.
La escasa participación de la marcha de la oposición revela lo que los cabecillas de ARENA-FMLN y sus aliados no quieren aceptar desde hace tanto tiempo: que el pueblo no los quiere y que sus saqueos de fondos públicos y negociaciones con criminales les hicieron ganar repudio y rechazo.
Los salvadoreños hablaron claramente al elegir al presidente Bukele, mostrando su negativa a los candidatos de ARENA y del FMLN. Y lo ratificaron al elegir una nueva Asamblea Legislativa, en la que le garantizaron la mayoría calificada al gobernante, precisamente para que no tuviera los bloqueos que la vieja clase política había ejecutado en contra del Plan Control Territorial y para el combate de la COVID-19.
Ambos temas han sido sumamente exitosos, logrando que El Salvador sea, hoy por hoy, el país más seguro en Latinoamérica y un ejemplo para el mundo en el manejo de la pandemia. Estos logros, que la oposición ataca y rechaza, son dos de las grandes cartas de presentación para que los salvadoreños esperen que el proyecto del presidente Bukele continúe por muchos años más.