Durante los últimos cuatro años, los Estados Unidos de Trump se retiraron unilateralmente del acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, mataron al poderoso general iraní Qasem Soleimani, trasladaron su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén y redujeron su presencia militar en la región.
El yerno y consejero de Donald Trump, Jared Kushner, encargado de trabajar en un proceso de paz regional, reforzó sus relaciones amistosas con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y las desarrollo con el príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán, no sin generar controversias.
En una región tan rica en petróleo como en tensiones diplomáticas, la administración Biden deberá reorientar la política estadounidense y abordar el respeto de algunos «valores» democráticos, estima el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés) en un informe.
«Biden indicó claramente su intención de reintegrar el JCPOA [el acuerdo sobre el programa nuclear iraní alcanzado en Viena en 2015] si Irán lo cumple plenamente» y de retomar un «diálogo diplomático con Teherán sobre cuestiones más amplias», subraya.
Silencio en Riad
Los dirigentes árabes de la región felicitaron en cascada a Biden tras el anuncio de su victoria el sábado, a excepción del peso pesado Arabia Saudita.
Riad es el ejemplo más patente de los amistosos lazos forjados por Donald Trump con las monarquías del Golfo, en un marcado contraste con los muy fríos de su predecesor Barack Obama y del entonces vicepresidente Joe Biden.
En 2017, Trump reservó al reino su primera visita al extranjero como jefe de Estado. Y no hay duda de que «los responsables sauditas eran favorables a una segunda presidencia Trump», observa Elham Fakhro, investigadora sobre el Golfo en el Interantional Crisis Group.
«Consideran que Trump actuó para proteger sus intereses regionales más importantes, imponiendo una campaña de máxima presión a Irán y apoyando la venta de armas al reino», dice.
Bajo Donald Trump, la Casa Blanca frenó las resoluciones antisauditas del Congreso de mayoría demócrata, en especial sobre la guerra en Yemen, donde Arabia Saudita interviene militarmente desde 2015.
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La administración Trump mostró igualmente un apoyo infalible cuando Riad enfrentó una tormenta de indignación internacional a raíz del asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi en octubre de 2018.
El «por» y el «contra»
«A la vista del liderazgo errático del príncipe heredero Mohammed bin Salmán», «de su presunta implicación» en el caso Khashoggi y de la «desastrosa guerra en Yemen», la administración Biden podría «buscar sopesar el por y el contra» en su relación con Riad, anticipa el centro de reflexión Soufan, con sede en Estados Unidos.
Más allá de Irán y el Golfo, Joe Biden deberá tratar otras cuestiones regionales, como Libia, el frenético activismo del presidente turco Recep Tayyip Erdogan y, evidentemente, el conflicto israelo-palestino.
Según analistas, una de las primeras medidas será restablecer el contacto con los palestinos, que se había roto bajo la era Trump.
Sobre este tema también, «la mayoría de los gobiernos europeos suspirarán profundamente de alivio», estima el ECFR.
Si bien la presión estadouniense sobre los países árabes para normalizar las relaciones con Israel avivó el enfado de los palestinos, es poco probable que Biden se oponga la iniciada relación de Israel con Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Sudán.
El nuevo presidente deberá «al menos reducir las consecuencias más negativas de la era Trump», retomando la ayuda estadounidense a los palestinos, reabriendo la misión palestina en Washington y recuperando la posición clásica de una solución de dos Estados, resumen el ECFR.