El libro de Proverbios nos muestra lo determinante que es el rol del padre y de la madre en la vida de los hijos y el bienestar de una sociedad. Describe los llamados y consejos amorosos que los padres hacen a sus hijos, con el fin de que ellos escojan el buen camino y anden por la senda de los justos.
Por esta labor e interacción entre padres e hijos, la familia es la célula básica para contener la maldad y sanar una sociedad. Cuántos problemas sociales disminuirían, se evitarían o se resolverían con mejores familias. «El niño que nunca aprende a obedecer a sus padres en el hogar no obedecerá a Dios ni al hombre fuera del hogar», dice Susan Wesley.
En ese contexto, el liderazgo o la dirección de una madre es vital y fundamental en el hogar, sea este uno que cuenta con la presencia paterna o es monoparental, es decir, solo con la presencia de la madre.
Según las estadísticas oficiales y la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM), en nuestro país, del 100 % de los hogares monoparentales más del 85 % son liderados por la madre, y en el caso de los hogares nucleares con ambos padres, la mujer es la que toma y ejerce directamente el trabajo de la crianza, lo cual conlleva tanto la instrucción como la disciplina de los hijos.
«El estudio da cuenta de que en los últimos 20 años ha habido un aumento en la participación de las mujeres jefas de hogar en el mercado laboral; sin embargo, se insertan con menos años de escolaridad con respecto a los hombres, lo que cobra especial relevancia en las familias monoparentales, donde más del 85 % declara tener jefatura femenina y donde vive alrededor del 21 % de los niños entre cero y cinco años.
De hecho, los hallazgos de la investigación cualitativa identifican el reconocimiento de que las tareas de cuido de los niños es una responsabilidad casi exclusiva de las mujeres» («Una mirada a la familia salvadoreña». Fusades, Unicef, p. 9). Por otra parte, el liderazgo de mamá tiene la bendición de ser suave y tierno, como se menciona en Proverbios 4:3: «Porque yo también fui hijo de mi padre, delicado y único delante de mi madre».
Esta es una virtud innata de las madres, dada del mismo Señor del cielo para nuestro bien. Esta verdad no necesita mucha discusión y elaboración, ya que es de sobra conocida, y la gran mayoría la hemos vivido y disfrutado en carne propia a través de los cuidados de nuestras madres o las observaciones de la familia.
Si esto es así, el liderazgo innato y natural de mamá deberíamos verlo de una forma estratégica, pues de él depende en gran medida la salud de una sociedad y el futuro de la nación.
Y ante esta realidad, una buena pregunta que deberíamos hacernos como país es ¿cómo podemos facilitar y potenciar el liderazgo de mamá? ¿Cómo podemos educar y formar a las niñas para que desarrollen todas sus potencialidades y lleguen a ser mujeres con mayor capacidad en todo sentido?
Una niña mejor educada será una mujer menos vulnerable a los abusos de los irresponsables, una mejor madre y una mujer con mayores capacidades para desarrollar su liderazgo y así ser de mayor bendición a la sociedad e influir positivamente en las fu[1]turas generaciones. En la medida que la mujer aprenda de la Biblia su rol, podrá ser instrumento en las manos de Dios para la construcción de una sociedad justa, segura y próspera.