Una nación que reconoce el carácter pétreo de los 10 mandamientos debe procurar homologar sus leyes con estos mandamientos, que nos explican en su conjunto cómo amar al prójimo y que buscan implementar políticas públicas que honren estos mandamientos, pues traen grandes beneficios a su población, porque el amor no le hace daño a nadie.
La justicia social y la convivencia saludable en una sociedad la alcanzamos cuando estos mandamientos pétreos son implementados diligentemente a través de políticas sociales que los impulsen.
El apóstol Pablo en su carta a los efesios, refiriéndose al quinto mandamiento «honra a tu padre y a tu madre…» los exhortaba: «Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor».
En primer lugar, la familia nuclear debe ser privilegiada y protegida. El Estado debe invertir en fortalecer la familia nuclear, y buscar las formas de facilitar la crianza y educación de los hijos, para que estos aprendan el respeto a Dios, a sus padres, a sí mismos, a los que los rodean y a su medioambiente.
Un hogar sólido y estable producirá buenos ciudadanos; pero, como lo indican todas las estadísticas e investigaciones sociales, el deterioro de una sociedad comienza con el debilitamiento y desintegración del hogar que el quinto mandamiento de la ley de Dios nos manda honrar.
El fenómeno de las pandillas que ha traído tanto dolor y luto a nuestra sociedad tiene su origen precisamente en el deterioro del hogar nuclear.
Para nadie es un secreto que la gran mayoría de jóvenes involucrados en las pandillas proviene de hogares desintegrados u hogares que nunca se llegaron a constituir, en los que el padre brilla por su ausencia.
La irresponsabilidad paterna debe seguir siendo perseguida y castigada con diligencia por las autoridades competentes.
Como lo indica este quinto mandamiento, es precisamente en el hogar donde los hijos deben aprender el respeto.
Aprender a respetar y amar a sus padres será el fundamento en la vida del niño para que posteriormente aprenda con mayor facilidad el amor por su patria y por todo lo que Dios ha hecho.
Así podrá llegar a ser buen administrador de estos recursos; y de la misma manera, aprenderá a respetar y honrar los símbolos patrios.
Un hogar estable que permite desarrollar disciplina y buenos hábitos en las nuevas generaciones comienza con un matrimonio sano, el cual es posible cuando las parejas cultivan su amor y romance sobre la base de la fidelidad que se prometieron a través de sus votos matrimoniales.
Por eso el séptimo mandamiento de la ley de Dios dice que «no cometerás adulterio».
Los gobernantes y legisladores sabios buscan entonces las formas más creativas de incentivar a las parejas al amor y a las buenas obras, facilitándoles y apoyando a las parejas en el proceso de crianza de los hijos.
Los hogares sanos comienzan con matrimonios estables y sanos en los que los hijos pueden recibir los cuidados y la instrucción que los lleven a ser los hombres y las mujeres de bien que nuestro país necesita.
El hogar debe ser privilegiado y protegido por el Estado, porque precisamente el seno del hogar es la célula básica para contener la maldad del corazón de los hombres.
Es el hogar antes que en la escuela y las universidades donde se forman los hombres y mujeres de bien.