Hace muchos años conocí a este insigne intelectual e histórico miembro del FMLN, militante y activo comandante de las fuerzas revolucionarias que lucharon en la guerra salvadoreña de los ochenta; además, uno de los firmantes de aquellos Acuerdos de Paz en Chapultepec. Gran comunicador, escritor de varias obras literarias sobre el tema de esos acontecimientos y columnista de diferentes medios de comunicación. Es quizá el único representante de aquella generación en guerra que da la cara a los medios y tiene una posición muy firme sobre esa historia.
Tenemos una gran amistad y he tenido con él esta interesante conversación con mis inquietudes contemporáneas:
— Supuestamente de ideales marxistas, la bandera de la revolución, concepciones revolucionarias. La bandera del socialismo, supuestos seguidores de la revolución cubana. El mundo pendiente y solidario con la guerra salvadoreña. Dago, ¿y tú disparaste al enemigo? Soldados jóvenes salvadoreños versus jóvenes milicianos salvadoreños.
— ¿Quiénes pactaron los Acuerdos de Paz? Dices que la ofensiva final presionó al enemigo a ponerse de acuerdo en terminar la guerra… a ver, Dago, dame los detalles de ese proceso. Recuerdo cuando jugábamos al «Ladrón librado». Uno del bando contrario, el capitán levantaba las manos y gritaba «¡tain, tain!» (tiempo, tiempo), que indicaba su rendición; entonces, los ganadores celebrábamos adueñándonos de las prebendas que estaban en juego y los castigos al perdedor… Cuéntame así, paso a paso, cómo fue en esta guerra de verdad con más de 85,000 asesinados entre los bandos. ¿Quién gritó «tain, tain»? Okey, muchachos, nos vamos de paseo a Chapultepec. No, no iremos todos, deténganse. No, los soldados no, los milicianos tampoco. No, solo estaremos los comandantes, jefes, mandadores a matar a los otros. Nos instalaremos en un hotel de lujo, whisky, caviar, tequilas.
— Tranquilos, descansaremos de esa mandadera a matar a los otros. Eso sí, primero acordarse del primer acuerdo al que tenemos que llegar: amnistía para todos, aquí nadie es criminal de guerra. Esos 85,000 muertos, mala suerte que tienen unos, todos bien muertos, soldados y milicianos; bueno, vaya, ¿qué se le va a hacer? Así que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, o sea, Dago, aquí no ha pasado nada. Yo no he matado una mosca. Ahora hablemos de poder. Los enemigos del pueblo, cristianis y compañías a seguir gobernando, como si nada hubiese pasado, hasta que pusimos a Funes al poder… humm… ¿y cómo fue este fenómeno, Dago? ¿De dónde salió este individuo que no luchó en la guerra ni mucho menos quería ponerse la camiseta del Frente, hasta le daba náuseas o vergüenza? Lo podían llamar comunista… qué horror. ¿Qué pasó con tantos líderes, comandantes, verdaderos guerrilleros, ideólogos de aquella heroica guerra, Dago?… Humm… ¿no tenían moral, capacidad, principios revolucionarios verdaderos? No los reconocía entonces el pueblo, después de casi 12 años peleando a brazo tendido contra los facinerosos que gobernaban explotando al pueblo y aprobaron los acuerdos si lo seguían haciendo. ¿Cómo es que se deciden por este fantasma funesto, hoy prófugo de la justicia, Dago?
— Matan a Schafik, perdón, «murió inesperadamente el 24 de enero de 2006 en la capital salvadoreña por un fulminante ataque cardíaco, poco después de su regreso del viaje que realizó a Bolivia. Luego, el pueblo le dio la oportunidad a uno de aquellos comandantes, quien, por cierto, se rumora que llegó a un pueblo y fue «muy drástico» con 1,000 almas enemigas de aquellas ideas que les vendían, y este comandante quedó impune por los «acuerdos», y terminó también prófugo de la justicia en Nicaragua, haciéndole honor al supradictador Daniel Ortega, nacionalizándose nicaragüense, o sea, protegido para no ser juzgado por su patria por supuestos actos de corrupción. ¿Qué te parece eso, Dago?