Sudáfrica inició este lunes una semana de duelo por la muerte del arzobispo Desmond Tutu, inmenso símbolo de la lucha contra el apartheid pero también un cálido y carismático comunicador, cuya partida deja huérfano al país.
El premio Nobel de la paz 1984, que murió de manera apacible el domingo a los 90 años, había desaparecido de la vida pública estos últimos meses. Pero todos recuerdan su silueta, su tenacidad y su franqueza legendarias para denunciar las injusticias.
El presidente Cyril Ramaphosa visitió a la familia este lunes. «Era valiente, sincero y le queríamos por ello, porque daba voz a aquellos que no la tienen», declaró el jefe de Estado a la prensa a la salida de la casa de Tutu en Ciudad del Cabo.
Su funeral tendrá lugar el 1 de enero en la catedral de San Jorge de Ciudad del Cabo, su antigua parroquia, donde a pesar de la lluvia continuaban llegando este lunes sus conciudadanos para depositar una ofrenda floral. El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa tenía previsto visitar el lugar por la tarde, según fuentes oficiales.
El cuerpo de Tutu reposará el viernes en una capilla ardiente de la catedral, antes de ser incinerado.
A raíz del covid-19, la asistencia estará limitada a un centenar de personas, precisó la Iglesia Anglicana en una conferencia de prensa en la que alentó a los fieles a seguir la misa desde casa.
«Cuando éramos jóvenes militantes, si el arzobispo Tutu estaba presente, la policía o el ejército nunca nos disparaba. ¿Por qué? Realmente no lo sabemos. Pero nos servía de escudo», tuiteó Panyaza Lesufi, hoy en día una responsable del Congreso Nacional Africano (ANC), el partido que enterró el apartheid y se mantiene en el poder en Sudáfrica.
El «Arch», diminutivo de arzobispo en inglés con el que se lo conocía de manera afectuosa en su país, «es el último de una generación extraordinariamente sobresaliente de dirigentes africanos», escribió este lunes la viuda de Nelson Mandela, Graça Machel, al saludar «la pérdida de un hermano».
Con el «coraje indescriptible» que tenía para luchar, «permanecía decidido y sin miedo, liderando las manifestaciones, con su vestimenta clerical y su crucifijo como escudo», describió.