En 2006, por algunos azares de la vida, llegué a la Asamblea Legislativa en condición de diputado suplente por el departamento de Santa Ana, y fue por el partido menos esperado, el PDC, considerando que me precedía una historia ligada no a un partido de izquierda en particular, pero sí con una formación universitaria en contra de los agrupamientos de derecha y ultraderecha de mi país, es decir, el típico estudiante rebelde contra los sistemas ideológicos de derecha.
Mi llegada a la Asamblea fue en un inicio una experiencia hasta cierto punto traumática, como su final en 2010, año en el cual renuncié a dicho instituto político por las razones que más adelante explico. Pude ser víctima y testigo de una serie de intrigas, la experiencia fue traumática, pues a mi alrededor existía un círculo de envidias y de malas intenciones, y todo estriba porque desde el primer día que puse mis pies en los pasillos de la Asamblea Legislativa, por alguna razón que al inicio no me explicaba, fui abordado constantemente por la prensa de nuestro país. Este fenómeno lo entendí más adelante, pero ese comportamiento por miembros de la cúpula del PDC (partido por el cual llegué) me obligó a renunciar al inicio de la legislatura en 2006, situación que el secretario general de ese partido no aceptó y continué mi rol de diputado, renuncia que concreté en la segunda legislatura.
No obstante, mi carácter y mi disposición de querer hacer algo por la gente, es decir, por nuestra gente, me llevaron a escribir una reforma para el Código de Salud, por ende, para el Código Penal; no dimensionaba que estaba nadando contra corriente, y me detienen en seco al momento de presentarla, pues muy a pesar de que mi iniciativa estaba fundamentada en la denuncia ciudadana con antecedentes de conocimiento a nivel mediático el secretario general del partido me dice que a la persona o corporación a quien se iba a afectar era quienes patrocinaban los locales de dicho partido. Allí comencé a entender que la Asamblea Legislativa era un núcleo de poder (no de autoridad) en el cual eran más importante los derechos corporativos y los derechos de las empresas que patrocinaban campañas proselitistas de los amigos cercanos a los secretarios o dirigentes políticos que los derechos de la población. Ese fue un momento de desencanto y declive de lo que yo quería hacer por mi gente; sin embargo, continué presentando diferentes iniciativas, muchas de ellas se aprobaron y por ende fueron sancionadas por los presidentes en turno (véase link de anuarios legislativos).
Pude conocer de primera mano las temporadas altas en la Asamblea Legislativa, y era cuando se ratificaban préstamos internacionales o cuando se aprobaba el presupuesto general de la nación, era el momento de sacar raja de las negociaciones políticas. En mi caso intercedí para que la carretera que de Paraje Galán lleva al municipio de El Pajonal fuese pavimentada, hecho que se logró por esa vía, y por la vía de la protesta, pues los lugareños recordarán la marcha vehicular que se desarrolló encabezada por su servidor. Se logró, sí, pero ese hecho dejó la enseñanza que esa vieja Asamblea Legislativa y los gobiernos en turno en esa época entendían y cedían ante la presión mediática y la lucha de calles.
Quizá no pueda afirmar que entre esas negociaciones a diputados les daban obras solicitadas para sus comunidades, como fue el caso ya expuesto, pero se decía que a otros diputados los premiaban de otra manera, como decían los abuelos «hay que pensar mal para equivocarse menos», lo cual ahora tiene sentido cuando se conoce de muchos exdiputados que por el momento siguen con sendos procesos judiciales por presumible enriquecimiento ilícito sin justificar, por el momento, la procedencia del incremento de su patrimonio. De igual manera se solicitaba de manera informal a la hora de discutir la aprobación del presupuesto general de la nación, y el específico presupuesto de la Asamblea Legislativa, donde en reiteradas ocasiones el denominado «lobby», es decir, las pláticas y negociaciones generalmente entre secretarios generales de partidos políticos se reducían a una simple llamada de curul a curul, o en casos extremos solicitar apoyo para uno u otro proyecto particularmente en lo referido a asignaciones presupuestarias para las denominadas organizaciones no gubernamentales de fachada que ahora quedan al descubierto con sus manejos inadecuados de los recursos asignados, y que estos en muchas ocasiones fueron solicitados en hojas de servilleta, es decir, se cayó en lo más vulgar del papel que desempeñaba la Asamblea Legislativa. Obviamente tuve que enterarme de ese tipo de anomalías que se veían como normales, cosa que el tiempo nos dice lo contrario, y casualmente yo estuve allí viendo sin comprender en ese momento cómo erosionaban el erario.
Yo estuve allí cuando siendo miembro de la comisión de cultura y educación nunca quisieron apoyar al gremio docente por parte de ARENA y FMLN, principalmente, y como me había convertido en el canal que las gremiales docentes emplearon para hacer valer sus derechos, es decir, me convertí en la voz de los que no querían escucharles, presenté iniciativa para que maestros EDUCO pasaran a ley de salarios, y la retuvieron hasta que el FMLN llegó al poder, tropicalizaron mi idea y la presentaron como propia.
Otro caso es sobre los reconocimientos que dicha comisión asignaba, y como decimos en buen salvadoreño estaba el tema tan «chotiado» que en una ocasión un diputado por el departamento de Usuluán presentó iniciativa para reconocimiento a personaje de ese lugar, con un currículo envidiable, pero que resultó ser un indigente. Este diputado lo hizo para desenmascarar el trabajo de dicha comisión, misma que jamás se interesó en hacer las reformas de la Ley de la Carrera Docente que ameritaban en ese momento, y yo estuve allí. Lamentablemente, una sola golondrina no hace verano, decían los abuelos, ahora lo entiendo.
Tuve el honor y a la vez el privilegio de acompañar a muchas comunidades a realizar sus procesos de legalización de las tierras que ocupaban siendo estas terrenos estatales; y cosas del ámbito de la política: mientras yo presentaba ese tipo de iniciativas, el secretario general del partido que yo representaba (PDC), en compañía de diputados de ARENA y PCN, hacía lo contrario, presentando avisos a la Fiscalía General de la Republica acusándoles de usurpación. Con el tiempo se hizo justicia y ahora gozan de su seguridad jurídica, y me refiero a la comunidad La Dalia, de la ciudad de Santa Ana, misma a la que apoyé con la introducción de agua potable con cañería domiciliar, y yo estuve allí para apoyar esos procesos, mismos que el Gobierno del presidente Bukele se encarga ahora de apoyar con legalización, infraestructura y otras obras de beneficio comunal.
«Yo estuve allí» no finaliza acá, pues hay toda una serie de memorias de mi paso por la Asamblea Legislativa que de a poco iré presentando para que se convierta en parte de la memoria histórica de nuestro pueblo, con la sana intención de que esos errores que se cometieron en la vieja Asamblea Legislativa no vuelvan a ocurrir. Esta historia continuará.