Una de las profesiones más dignas, como es la docencia, poco reconocida y señalada incluso por plumíferos ignorantes, carentes de empatía y de sensibilidad de lo que en realidad es, que por mucho tiempo se encargaron de vituperar a este sector a pesar de que fue un docente el que les enseñó a leer, a escribir, les enseñó a pensar, a analizar, a encontrarle sentido común a la vida. Es el docente quien además les proporcionó las competencias básicas para encontrar sus verdaderas vocaciones.
Cuando se vivió el conflicto armado entre las guerrillas del FMLN y el Gobierno salvadoreño, el sector docente estuvo allí dando soporte socioeducativo en las comunidades, a efecto de que los embates del conflicto no golpearan por completo a nuestra niñez y adolescencia; resistió y se logró mantener a flote el sistema educativo. De esta experiencia muchos ya no están entre nosotros o simplemente se encuentran en condición de retiro por su edad.
En 1992, cuando las cúpulas del FMLN y del Gobierno de esa época pactaron su paz se impulsó el Programa EDUCO (Educación con Participación de la Comunidad). Fue una estrategia para llevar servicios educativos a las zonas rurales y de difícil acceso; debo confesar que fui parte de ese ejército de educadores bajo una nueva modalidad, la cual se perdió en el tiempo debido a los constantes actos de corrupción que la acompañaron (de eso comentaré en otro artículo).
En la década de los noventa y del 2000 en adelante, la escuela salvadoreña se vio opacada por la baja calidad educativa, producto de modelos foráneos, entre ellos españoles, chilenos, colombianos, por mencionar algunos; es decir, no se contó con un verdadero plan de desarrollo de la educación salvadoreña y de allí que se impulsaron estrategias, entre programas y proyectos (Escuela Saludable, Plan 2021, Plan Social Educativo Vamos a la Escuela, dotación de uniformes, calzado y útiles escolares, el Vaso de Leche, etcétera), sin que ninguna lograra los objetivos de sacar a la educación del letargo que sufrió por los efectos posconflicto y el desarrollo de las pandillas, como un fenómeno social que afectó a la sociedad en su conjunto. Los conocidos indicadores educativos, deserción, ausentismo, repitencia y extraedad, en sus mediciones nos remarcaban un grave retroceso en cuanto a la calidad educativa, es decir, hubo inversiones fallidas que debido a no contar con verdaderas políticas de Estado siempre estuvieron condenadas al fracaso y, por consiguiente, los que se favorecieron de esa baja calidad fueron las instituciones privadas de servicios educativos. De allí se generó el tabú de que la educación pública era de mala calidad y, por ende, la gente que tenía los recursos optó por enviar a sus hijos a instituciones educativas privadas.
El año 2019 significa en términos sociológicos una ruptura histórica, pues es la culminación de una etapa y el comienzo de una nueva y a la vez diferente. Es cuando triunfa el pueblo salvadoreño guiado por el actual presidente, Nayib Bukele, período que se caracteriza por una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas principalmente, pero que conlleva el gran objetivo de poner en el centro de las funciones del Estado y Gobierno a la persona humana. Es en ese sentido, muy a pesar de iniciar un Gobierno con una férrea y a la vez torpe oposición en el primer Órgano de Estado, de ser golpeados por la pandemia de la COVID-19, el Gobierno Central demostró la capacidad de solucionar los graves problemas que en ese momento golpearon al mundo y nuestro país no fue la excepción. Es así como el Gobierno Central reconstruye y equipa el sistema público de hospitales, comienza por derogar el Fodes y se procede a llevar beneficio directo a las comunidades, lo cual es ahora palpable. Se agrega el Plan Control Territorial, aunado a los decretos del régimen de excepción que han permitido vivir en un verdadero clima de paz.
Entre todas estas buenas noticias para el país y como una actitud resiliente del fenómeno de la pandemia, la educación da un paso cuanti-cualitativo al entrar, ahora sí, a la digitalización de los procesos de enseñanza-aprendizaje, y se comienza por preparar a los cerca de 50,000 docentes del sector público en modalidades para la enseñanza virtual, entre ellas Google Classroom y la dotación de computadoras para igual número de docentes y más de un millón de estudiantes, quienes ahora cuentan con nuevas herramientas de aprendizaje y con el andamiaje jurídico, como la ley Crecer Juntos, que derogó a la Lepina.
La ruta está trazada, la ruta está marcada y el hilo conductor de un nuevo El Salvador surge desde el nuevo sistema educativo, el cual incluso con el Programa Mi Nueva Escuela está llevando un nuevo enfoque de desarrollo de la infraestructura educativa a aquellas instituciones que aún cuentan con sus edificios, mobiliario y equipo ya obsoletos, no aptos para la nueva educación salvadoreña.
Conviene ahora preguntarse si la educación pública puede competir con la educación del sector privado. La respuesta la encontramos en el número de estudiantes que están migrando hacia las instituciones públicas, es decir, que las medidas, las políticas y las estrategias derivadas desde el Ejecutivo en materia educativa nos colocan en este momento como un país con miras al desarrollo, lo que a mediano plazo redundará en el mejoramiento de la calidad de vida de cada uno de los salvadoreños.
En 2023 inicia el año escolar más seguro de la historia, debido a que los efectos del Plan Control Territorial se perciben en el ámbito escolar. Cómo no recordar a los maestros y estudiantes que fueron asesinados por elementos de las pandillas, cómo no recordar a los maestros que fueron víctimas de extorsiones y de amenazas de integrantes de estructuras criminales, ante lo cual, siendo yo miembro de la comisión de cultura y educación, impulsé un decreto que les permite ahora a docentes amenazados que sean reubicados previa denuncia ante la Fiscalía General de la República. Cómo no recordar las acciones arbitrarias de las pandillas, que obligaron a muchos docentes a promover a sus compinches, sus jainas o simplemente establecieron relaciones de poder en las comunidades que ellos «dominaban».
Este 6 de febrero debe ser motivo de fiesta nacional, pues inicia un año lectivo en nuestra nueva escuela, comienza el año lectivo más seguro de la historia, que coloca en el pasado los efectos de una herencia negativa que nos dejaron ARENA y el FMLN.