A un costado del bulevar Monseñor Romero, en la incorporación hacia la avenida Jerusalén, una serie de adefesios metálicos se erigían como un monumento a la corrupción del FMLN y de su pacto con ARENA.
Bautizado grandilocuentemente como Monumento a la Reconciliación por el excomandante Gerson Martínez (su pseudónimo de bandolero, porque su verdadero nombre era Orlando Quinteros), mostraba a una guerrillera y a un soldado abrazados. Al fondo, una mujer con el torso desnudo y unas aves volando por encima.
Solo mentalidades ancladas en el pasado podían dar luz a semejante bodrio y hacerlo pasar por expresión artística. Para la sociedad, sumida en la violencia de los gobiernos de ARENA-FMLN, era una cachetada hablar de reconciliación cuando lo que se sufría en barrios y colonias era el terrorismo impuesto por las pandillas, mismo que era tolerado e incluso fomentado por las estructuras políticas de entonces.
En realidad, esa «reconciliación» hacía referencia al oscuro pacto entre ARENA y el FMLN que los llevó a desmontar la guerra y a repartirse trozos del Estado. Gracias a sus acuerdos, las cúpulas de ambas organizaciones corruptas lograron amasar riqueza ilícita, robada de los presupuestos de hospitales, escuelas y seguridad pública. Esas esculturas que ayer fueron derribadas glorificaban ese pacto de asesinos para repartirse las riquezas de El Salvador.
Solo así se entiende cómo exguerrilleros que pasaron media vida en la montaña, ocultándose de la ley, se convirtieron en flamantes empresarios, dueños de grandes capitales con los que invertían en proyectos inmobiliarios millonarios, como Sigfrido Reyes, que llegó a burlarse del pueblo diciendo que ahora podía tener tanto dinero porque lo había ahorrado «de sus emolumentos» como funcionario. Y lo mismo del lado de ARENA, con expresidentes que salieron convertidos en terratenientes y exfuncionarios de mediano nivel con mansiones en zonas exclusivas.
Es con la llegada del presidente Bukele que El Salvador ha conocido la verdadera paz. Ahora sí hay tranquilidad y el país acaba de terminar 2023 como la nación más segura de América Latina, con la menor tasa de homicidios de la región.