En agosto de 1967, Fidel Castro convocó a los partidos comunistas y movimientos revolucionarios de América Latina a una conferencia en La Habana.
El objetivo de activar varios frentes guerrilleros en distintos países consistía en impedir que los norteamericanos concentraran todo su potencial bélico sobre Vietnam. Asimismo era necesario evitar esa misma concentración sobre cualquiera de los otros frentes abiertos o por abrirse en América Latina.
Ese era el tema de la conferencia: la puesta en marcha de la guerra de guerrillas como vía de la revolución latinoamericana.
Roque Dalton asistió a esa conferencia, aunque no como miembro de la delegación del PCS, presidida por Schafik Hándal y conformada por viejos amigos del poeta, sino como corresponsal de la revista checoslovaca para la cual trabajaba en ese momento.
Como muchos de sus camaradas latinoamericanos, Hándal terminó firmando a regañadientes una declaración de apoyo a la lucha armada. Para articular y dar piso a ese apoyo se fundó la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). En esa situación, el encuentro entre Hándal y Dalton fue desastroso.
Ambos se enzarzaron en un cruce de reproches mutuos y estuvieron a punto de irse a las manos cuando Hándal dijo que, como fuese, él había firmado a favor de la lucha armada. Dalton le replicó con sorna: «No me jodás, Chafo, estás a favor de la guerrilla pero estás en contra de comenzarla».
En adelante Dalton profundizaría y haría pública en sus libros esa crítica irónica contra el PCS. A Hándal no le hizo ninguna gracia el epigrama titulado «Lógica revi», que Dalton incluyó en «Poemas clandestinos»: «Una crítica a la Unión Soviética solo puede hacerla un antisoviético. Una crítica a China solo puede hacerla un antichino. Una crítica al Partido Comunista Salvadoreño solo puede hacerla un agente de la CIA. Una autocrítica equivale al suicidio».
Y menos gracia le hizo a Schafik, a quien sus compañeros apodaban el Chafo, este otro texto de ese mismo libro, «Epigrama en imitación de Marcial», en el que Dalton, mediante un juego de palabras amparado en la referencia al poeta satírico romano Marco Aurelio Marcial, lo enfrentaba a Cayetano Carpio, cuyo seudónimo de guerra era precisamente Marcial:
«Has fustigado, oh Chafo, en el foro, de tus hermanos menores el fervor excesivo, la falta de experiencia de su juventud, la peligrosa discrepancia que resquebrajaba la vieja piedra familiar. Has fustigado, cónsul, su temeridad y el riesgo de sus vidas apelaste de inútil. Pero nada has odiado tanto como su propia sabiduría, como su edad de la razón».
En aquella misma conferencia, Dalton se reencontró con otro viejo amigo, el guatemalteco César Montes, quien había sido su compañero en el primer entrenamiento militar recibido en Cuba. Pero ahora César Montes era el comandante en jefe de la guerrilla guatemalteca, FAR.
Un año antes, en 1966, las FAR habían enviado delegados a cada uno de los países centroamericanos para promover la regionalización coordinada de la lucha guerrillera. La misión fue un fracaso. No hubo respuesta positiva más que de los sandinistas en Nicaragua.
Ese afán de regionalización guerrillera encajaba con las tesis de Dalton, de eso habló en su reencuentro con César Montes. Y así empezó a fraguar su ingreso a la guerrilla, pero no en El Salvador, sino en Guatemala.